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polideportivo

El (breve) reposo de los guerreros olímpicos

Corrales y Villar se incorporan de inmediato a Vezsprém y Celta

Iván Villar, ayer, a su llegada a Peinador. | // R. GROBAS

Las cuatro medallas de Cangas en los Juegos Olímpicos de Tokio ya están en casa o muy próximas a llegar. Ayer aterrizaron en Madrid las últimas delegaciones olímpicas, como las selecciones de fútbol y de balomano o el equipo del K4-500. El portero del Celta Iván Villar llegó a última hora en Vigo, después de participar en un acto institucional en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, y el guardameta de Los Hispanos Rodrigo Corrales también estaba en la capital con actos protocolarios. El palista Rodrigo Germade tenía previsto llegar a Asturias, una de las bases federativas.

Cada uno de ellos tiene diferentes planes. Apenas tendrá respiro Rodrigo Corrales. “Me gustaría estar mañana en Cangas porque hay actos con Concello, Diputación y Xunta, pero las vacaciones van a tener que quedar para más adelante. El domingo tengo que estar en Hungría, el lunes volvemos a los entrenamientos con el Veszprém y los días 23 y 26 tenemos dos partidos muy importantes”, cuenta.

El portero de Los Hispanos, en la rueda de prensa previa al partido por el tercer puesto, bromeaba con Ángel Fernández sobre la posibilidad de teñirse el pelo si ganaban esa medalla. “Con la serie de actos que tenemos estos días, en los que hay que estar presentable, igual es mejor esperar”, dice entre risas. Lo que seguro que hará próximamente, al igual que la mayoría de sus compañeros, “es algún tatuaje referente a las Olimpiadas”.

Los Juegos de Tokio han convertido a Cangas en una especie de potencia olímpica: cuatro deportistas y cuatro medallas. “Es algo increíble, inédito”, afirma Corrales. “De alguna manera estas medallas son el fruto de un trabajo de mucho tiempo, bien hecho desde la base. Tenemos que estar agradecidos a la gente que nos entrenó, formó e inculcó los valores del deporte”, defiende. En su caso se acuerda especialmente del actual director deportivo del Balonmán Cangas, Óscar Fernández, y de su amigo Pepe Camiña, que lo convenció para unirse al balonmano.

“Tengo ganas de llegar a casa y de estar con mi familia y seres queridos. Fueron 40 días de concentración, en la que lo único que hicimos fue entrenar y jugar”, contaba Iván Villar, natural de Aldán. En Tokio tuvo tiempo incluso de verse con su vecina Teresa Portela: ambos crecieron en el mismo lugar, en la aldea de Espiñeira, muy cerca de la playa de Areacova.

El céltico asegura que ya tuvo “vacaciones suficientes” durante el mes de junio y llega “con el máximo de ilusión y ganas” de afrontar una nueva temporada con el Celta. La experiencia olímpica, a pesar de la tristeza de ver los estadios vacíos, asegura que fue “una pasada”. “Ganar una medalla de plata es para estar muy satisfechos y orgullosos”, contaba tras el acto en Las Rozas.

Al inicio de la temporada pasada reconoce que tenía esperanzas de poder estar en la selección olímpica. “Estar en Tokio fue posible gracias a jugar con el Celta, por lo que estoy muy agradecido”, manifiesta Villar. Aunque no tuvo la ocasión de jugar destaca que “la experiencia fue muy buena”. “Había compañeros con los que ya había coincidido, con los que guardo amistad, y otros a los que no conocía. La concentración fue como estar en una familia y salgo de Tokio con muchos amigos”, concluye el portero cangués.

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