El túnel de Envalira estaba colapasado por los coches acreditados del Tour. Pero nadie llegó tarde a Pas de la Casa, a la cita con una etapa fría y lluviosa, como le gusta a Tadej Pogacar. No es normal el tiempo que está haciendo. No era normal que los ciclistas en los autocares, antes de partir, mirasen en sus móviles las imágenes que llegaban con un Tourmalet, que se sube mañana, pintado de blanco. Había nevado. Ver para creer.

Los grandes Pirineos aguardan hoy y mañana la última ofensiva

Y tampoco era habitual que en el largo descenso neutralizado por Puymorens los ciclistas bajasen vestidos de invierno y se tuvieran que parar para quitarse la ropa sobrante antes de que Christian Prudhomme, el director del Tour, bajase la bandera que abría el paso a una batalla entre los favoritos que solo afloró mínimamente en la pequeña subida que había a cinco kilómetros de la meta de Saint Gaudens.

Miedo, así de claro; temor al frío, pánico a una caída en el Portet d’Aspet, el puerto más difícil de los que estaban programados; la bajada donde se le iba la bici al italiano Sonny Colbrelli, un velocista al que no se le da mal la montaña, una bicicleta que llevaba con los colores de Italia, y no porque fuera el campeón ciclista de su país, sino en honor a la Italia, campeona de la Eurocopa en el universo del fútbol.

Todos recordaban que hace tres años, en el mismo descenso Philippe Gilbert se precipitó al vacío y sobrevivió porque no era su día. Y todos pasaron junto al monumento que recuerda que el 8 de julio de 1995, Fabio Casartelli, que había sido campeón olímpico en Barcelona 1992, se mató al caer y abrirse la cabeza cuando nadie llevaba casco protector.

Otro triunfo en solitario

La fuga para tratar de capturar a Patrick Konrad, el campeón de Austria decidido a continuar la moda de este Tour que indica que todas las etapas, salvo las marcadas por un esprint, tiene que ganarlas un ciclista en solitario.

Por detrás, cautela, sosiego y hasta cierta paz, con todos los corredores a rueda del equipo Emirates, sin que nadie osase toser a Pogacar. Porque siempre solo ocurrir igual después de una jornada de descanso y ante las etapas destinadas, al margen de lo ocurrido anteriormente, a ser las más decisivas de la carrera, reservadas a la tercera semana para mantener la emoción casi a las puertas de París. Unos cuantos entrenan más de la cuenta en el día de reposo para no bajar la forma y salir preparados a la etapa siguiente a pillar o provocar la escapada. El resto se mantiene en la retaguardia pendiente del mal tiempo que se anuncia hoy en la ruta hacia el Portet, allí donde ganó Nairo Quintana, en 2018, la primera vez que se subió tan arriba al monte que se levante sobre la población de Saint Lary.

Konrad gana en Saint Lary con los vecinos con chaquetas y hasta con abrigo. Él es uno más en el equipo Bora, que no mira como otros el podio donde no caben todos, y que solo se preocupa por ganar etapas una vez su gran figura, que el año que viene los abandona, Peter Sagan, dejó la carrera con la rodilla lastimada.

Atemoriza el tiempo que se anuncia en el Portet con sus 16 kilómetros de subida al brutal promedio de 8,7 por ciento.

Y todos saben también que la carrera se puede complicar en la ascensión a Val Louron, un monte que siempre tendrá un recuerdo entrañable, porque fue allí donde hace 30 años Miguel Induráin se vistió de amarillo por primera vez, el día que cruzó la meta pirenaica en segunda posición por detrás de Claudio Chiappucci. Allí empezó todo, allí comenzó una época inolvidable de ciclismo español.

Sea con otra escapada consentida porque al Emirates tanto le da quién se escape mientras no sea alguno de los que está entre cinco y siete minutos de Pogacar, o con los líderes de la general, hoy llegará un hombre solo al Portet para engrandecer una montaña enorme, una ascensión durísima, una etapa de verdad llegando arriba del todo y no acabando tras un descenso y un llano como ha pasado hasta ahora.