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La exaltación de lo colectivo

La Eurocopa más igualada y divertida en mucho tiempo ha supuesto el triunfo de la idea de equipo por encima de las individualidades | Las grandes estrellas pasaron de puntillas y ningún meritorio ascendió al firmamento

Los jugadores italianos, ayer en el autobús descapotable en el que recorrieron las calles de Roma. // EFE

La historia acostumbra a identidicar los grandes torneos de selecciones con actuaciones individuales. Así funcionan los recuerdos. Asociamos campeonatos con jugadas, con goles muy concretos y sobre todo con jugadores. Futbolistas que fueron descubiertos en una Eurocopa o un Mundial; que confirmaron su estatus o que utilizaron la cita para ascender de nivel y alcanzar el definitivo estrellato. No será sin embargo el caso de esta Eurocopa algo desmadrada, jugada en once sedes diferentes, que por encima de todo ha servido para coronar el sentimiento colectivo en este juego. Ha sido un torneo más de equipos que de jugadores, donde ha primado la igualdad, el juego ofensivo y la rebelión de países del segundo escalón que han robado parte del protagonismo a determinadas dinastías que han pasado por la Eurocopa de puntillas.

Las estrellas

Buenas actuaciones, ninguna deslumbrante y algún fiasco considerable como el de Mbappé, señalado como el “elegido” de este torneo. Por edad, por equipo y por crecimiento. Desapareció antes de tiempo tras un partido gris frente a Suiza. El campeón lo fue sin necesidad de colgarse de un solista deslumbrante. Ha regresado al primer plano mundial sostenido por un inmenso portero en las tandas de penaltis, por la muralla que forman Chiellini y Bonucci y por puntuales latigazos de sus delanteros entre los que llamó la atención Chiesa. El hijo de Enrico tiene pinta que va ser mucho más que su señor padre.

El valor del grupo

Pero Italia se hizo fuerte a través de un sentimiento de grupo inquebrantable. Las selecciones, como es lógico, suelen desplegar muchos defectos que corresponden con el hecho de que los futbolistas carecen de esos automatismos que se adquieren en los clubes. No les sucedió. Eligieron siempre bien los pasos que debían dar. Jugaron a mandar cuando se vieron ante un rival menor y mudaron la piel ante adversarios más peligrosos frente a los que debían escoger con mayor tacto el momento para golpear. Fueron los mejores del torneo y el ejemplo de un campeonato en el que han triunfado y brillado escuadras que se transformaron en algo similar a un club. España también es una muestra de esta idea. Llegó tarde a la Eurocopa, le costó entrar en escena y se fue cuando mejor aspecto tenía. Luis Enrique, como Mancini, compuso una obra muy personal.

Líderes en el banquillo

Sí ha sido una Eurocopa de entrenadores. En lo bueno y en lo malo. Luis Enrique y Mancini son ejemplos de técnicos que asumieron el papel de líderes absolutos de sus selecciones. No era la España de un determinado futbolista o la Italia de otro...eran el equipo de Mancini y de Luis Enrique. A secas. Incidieron en los partidos con sus decisiones, gestionaron con sus respectivos estilos la tensión del torneo y acabaron por encontrar las soluciones que demandaban los partidos. En el plano opuesto aparecen Southgate (catastrófico en la final y muy reservón durante el torneo); Löw, a quien parece que se le ha pasado su tiempo; y Deschamps, de largo el técnico con el mejor plantel de jugadores y el que peor lo gestionó. El desastre ante Suiza en los últimos minutos le acompañará durante mucho tiempo.

Igualdad

Ocho de las quince eliminatorias que hubo durante la Eurocopa fueron a la prórroga. Hubo goles en los últimos minutos, entretenimiento e igualdad. El fútbol estrecha sus diferencias porque crecen las selecciones del segundo escalón que incluso llegaron a asomarse a las semifinales como sucedió a la sorprendente Dinamarca. Pero por el camino equipos como Suiza, República Checa, Ucrania o incluso Hungría dejaron tardes de buen fútbol. Se acabó el tiempo de los trámites. La última jornada de la primera fase había un puñado de equipos grandes jugándose el pase a los octavos de final. Las palizas ya empiezan a escasear en este escenario.

Al ataque

No mienten los números. Ha sido la Eurocopa más goleadora de la historia. Se han marcado 142 tantos en 51 partidos, lo que sale a una media de casi tres por partido. Hace cinco años en Francia se anotaron, en el mismo número de partidos, 34 goles menos. Se ha jugado pensando en la portería rival más que en la propia. Símbolo de que algo ha cambiado. Apenas se han producido grandes cerrojazos más allá de las cosas de Southgate y los que sufrió España en la primera fase.

El VAR

Volvió a ser esa herramienta eficiente y silenciosa que apenas altera el corazón de los aficionados y jugadores. Dejó en manos de los árbitros casi todas las decisiones y, salvo en el lamentable penalti pitado a Inglaterra en la semifinal, pasó inadvertido.

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