A Jesús Montoya le ordenaron en la Vuelta a España de 1992, donde fue segundo, que se enganchara y que no quitase ojo a Tony Rominger, vencedor final en Madrid. Y tanto era el marcaje, como si se tratase del más férreo defensa que no suelta al delantero, que una vez el ciclista suizo se paró a orinar y Montoya se detuvo a su lado provocando una discusión entre ambos de lo más surrealista.

Hoy no se deja escapar detalle alguno en las carreras, cuyas etapas, como la de ayer de solo 139 kilómetros, se estudian minuciosamente: el libro de ruta que entrega la organización, mapas, vídeos de Youtube y auxiliares en los coches que van ojeando el terreno e informan de cualquier incidencia. O de cómo es la meta volante bonificada; ayer, en una localidad llamada Campello sui Clitunno, a 19 kilómetros de la meta.

Y ese marcaje, ese duelo, tan real como que el Giro celebra hoy su primer día de descanso, entre Egan Bernal (maglia rosa) y Remco Evenepoel, el principal aspirante a la noble prenda, se tenía que vivir en su máximo esplendor bajo una pancarta que entregaba 3,2 y 1 segundo de bonificación a los tres ciclistas que pasasen en las primeras posiciones.

Este Giro se vive intensamente, como si fuera una batalla de guerrillas, entre trincheras. Hay que avanzar metro a metro, segundo a segundo, porque cualquier tiempo que se gane puede tener como recompensa la victoria final. Solo hay que recordar que el año pasado los dos primeros de la general llegaron empatados a tiempo a la contrarreloj final, en las calles de Milán.

Y ahora el duelo está servido, en esa meta volante donde Evenepoel trata de sorprender a Bernal, donde el ciclista colombiano envía a sus guerrilleros para contrarrestar la furia del prodigio belga y donde Narváez, ecuatoriano residente en Andorra, amigo y fiel gregario de Bernal, puntúa para que Evenepoel sume 2 en vez de 3 segundos y donde el líder logra otro segundo extra para dar emoción a una etapa condenada a decidirse al esprint, que ganó Sagan.

Fue el momento más intenso, más bello, más formidable, el instante para demostrar que el duelo entre Bernal y Evenepoel puede entrar en la historia del Giro. Y quedan el Zoncolan, los Dolomitas y emociones fuertes.