Con sólo cuatro toques, en el minuto 39, Ángel Correa se giró, desbordó a dos defensores, marcó él 1-0, derrotó al Huesca y construyó otro triunfo crucial del Atlético de Madrid, sentenciado por Yannick Carrasco en el tramo final, para responder a la presión del Real Madrid y del Sevilla y sostener su ventaja de tres puntos al frente del esprint por la Liga (2-0).

Futbolista imprevisible, criticado tantas veces como definitivo otras, señalado hace dos jornadas por los dos goles que falló contra el Betis, cuando su técnico, Diego Simeone, hablaba de la “bronca” que le producía que tanto trabajo no tuviera la recompensa de los goles, Correa tiene una determinación y un atrevimiento que lo hacen especial, capaz de surgir y marcar la diferencia en un instante. Lo hizo el pasado domingo y repitió ayer, igualmente decisivo.

Su maniobra al borde del área con la derecha, cuando Llorente lo halló de espaldas a la portería, desprendió clase y valentía; su quiebro en dos toques, uno con cada pie, a la entrada por el suelo de Insua, demostró confianza, templanza y calidad; su remate fue más trompicado, entre el rebote en Pulido y el gol del triunfo. Porque, como también ocurrió contra el Eibar, al que luego ganó 5-0, el partido se definió con el 1-0. El Atlético se hizo fuerte y solo aseguró el triunfo con el tanto de Carrasco, pero el Huesca no le inquietó.