Es absolutamente anormal que la UEFA emita un comunicado posicionándose sobre algo que no ha sucedido y aún es más absolutamente insólito que lo dé a conocer un domingo por la tarde. Fue una señal de que algo verdaderamente grave estaba sucediendo. Era el inminente anuncio de la creación de la Superliga europea que apadrinan 12 grandes clubs. La UEFA quiso anticiparse para disuadirles de la ruptura con amenaza sobre las terribles consecuencias deportivas y económicas que sufrirían.

El nuevo grupo de los 12 está decidido a empezar de forma inmediata (antes que en 2024) su competición, oficializando ya un proyecto que revoluciona el fútbol mundial. Una Liga casi cerrada, elitista, que multiplicará sus ingresos en cientos de millones.

Los 12 equipos son FC Barcelona, Real Madrid y Atlético, los ingleses Liverpool, Manchester City, Manchester United, Arsenal, Chelsea y Tottenham y los italianos Juventus, Inter de Milán y AC Milan. Por ese motivo, la UEFA suscribía ese comunicado con las federaciones de los tres países y las respectivas ligas profesionales. Es más, hacía constar el agradecimiento “especialmente a los clubes francés y alemanes, que se han negado a inscribirse”.

Emmanuel Macron, el presidente de Francia, expresó su satisfacción por la postura de sus clubs de no secundar la competición “que amenaza el principio de solidaridad y mérito deportivo” y respaldaba las medidas que se tomen “para proteger la integridad de las competiciones federales, ya sean nacionales o europeas”. Boris Johnson, primer ministro británico, opinó que la Superliga sería “muy perjudicial” para el fútbol.

No obstante el apunte de Macron, el París Saint Germain será uno de los futuros participantes, igual que los alemanes Bayern d e Múnich y Borussia Dortmund. Menos elegante y formal fue la reacción de Javier Tebas, el presidente de LaLiga en un tuit: “Al fin van a salir del bar de las ‘cinco de la mañana”, de la “clandestinidad”, los “gurús” de la superliga de “powerpoint”, embriagados de egoísmo e insolidaridad”.

El proyecto cuenta con los 15 clubs a los que se sumarían 5 más que no tendrían la participación asegurada, sino que se la tendrían que ganar. Un sorteo los distribuiría en dos grupos de diez, que jugarían una liguilla de ida y vuelta y los cuatro primeros jugarían cuartos de final, semifinales y final.

Los inversores y los espónsors que andan detrás de la Superliga garantizan unos 4.000 millones, de los que 3.500 se repartirían los 20 competidores. El beneficio se multiplica: solo por participar, un equipo podría ganar cuatro veces más que el campeón de la Champions con el actual reparto.

La UEFA se adelantó a la crisis para expresar su unión como organismo y su frontal rechazo al “cínico proyecto” de la “llamada Superliga cerrada” que “se fundamenta en el interés propio de unos pocos clubs en un momento en el que la sociedad necesita más que nunca la solidaridad”.

“Consideraremos todas las medidas a nuestro alcance, a todos los niveles, tanto judiciales como deportivos, para evitar que esto suceda. El fútbol se basa en las competiciones abiertas y el mérito deportivo; no puede ser de otra manera”, afirma la UEFA, que cuenta con el amparo de la FIFA y las otras confederaciones para secundar esas sanciones.

El castigo sería económico para los clubs, de 30 a 50 millones de euros procedentes de los derechos de televisión de la Champions, además de la prohibición de participar en ninguna competición nacional (ligas y copas)_o internacional. Los jugadores tendrían prohibida su convocatoria a las selecciones nacionales.