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atletismo

Ester y la vida nueva

Navarrete ya ha vuelto a entrenar, tras haber dado luz a su primer hijo el 15 de febrero, y se plantea el maratón como un reto a largo plazo

Ester Navarrete, ayer, entrenando por el paseo del Lagares. | // FRANCISCO RODRÍGUEZ

Ester Navarrete se viste su ropa de entrenamiento, se calza las zapatillas y sale a trotar a media mañana. El sol de marzo la acompaña por la ribera del Lagares. Conoce cada recodo del camino, la cartografía de sus baches, dónde asoman las raíces y la disposición exacta de sus cantos. Ha recorrido mil veces esos meandros, como los de Castrelos o la geometría precisa de Balaídos, pendiente del cronómetro y de su respiración. Esta vez es diferente, sin embargo. Aunque parezca igual, el mundo ha cambiado. Ahora acoge al pequeño Isco, su primer hijo, como ella lo llevó en su útero y lo acuna en su regazo. También la propia Ester es otra. Paladea estos primeros galopes desde el comienzo del embarazo. Se siente briosa. El cuerpo, a la par que se reajusta, le demanda kilómetros. La reina gallega de las carreras populares, una de las mediofondistas más destacadas del panorama español, ambiciona horizontes amplios: distancias más largas, la media maratón como el paso previo al maratón entero.

Francisco, reducido a Isco como esqueje de su propio padre –el entrenador céltico Francisco Rodríguez–, nació el 15 de febrero. Ester, que en marzo cumplió 31 años, había abandonado el deporte de alta intensidad meses antes. “Al principio del embarazo ya me había empezado a sentir mal y tuve que dejarlo”, recuerda la viguesa. Entre las novedades de su gravidez, ese inusual alejamiento del atletismo. Comenzó a correr con 9 años y nunca había frenado su perpetuo movimiento. Así que intentó aliviarse. “Cuando era capaz, iba a correr un poquito. Sobre todo caminé muchísimo, aprovechando que no me mareaba. Salía todo lo que podía. Eso que tenemos hay que gastarlo”.

El ejercicio, la genética y la disciplina la ayudaron a limitar el incremento de peso, equilibrándolo entre lo conveniente y lo necesario. Ganó diez kilos. “Me intenté controlar. Tienes que engordar, el cuerpo también necesita kilos. Pero cuantos menos tengas, menos deberás perder”.

Bici estática y elíptica

Todo ha contribuido a que su regreso a los entrenamientos haya sido mucho más rápido de lo esperado. Quizá incluso más de lo aconsejado. “Me subía por las paredes”, confiesa sobre su necesidad de desoxidarse. El médico le recomendaba paciencia. El fisioterapeuta, incluso más. Su entrenador, el santiagués Manuel Vigo, contrastó antecedentes, análisis y opiniones. Todos coincidían en que Ester debía evitar los impactos que implica la carrera sobre un terreno firme, con su retumbar sobre una anatomía que aún estaba reubicándose tras los meses de embarazo y el parto. La bicicleta estática y la elíptica le sirvieron en las primeras semanas para desfogar y reacomodarse. “Ahí no ponían mucho impedimento. Comencé a las tres semanas. Fue un poquito pronto. El cuerpo va poco a poco a su sitio”, admite.

Este lunes llegó al fin el día de abandonar las máquinas y retornar al suelo firme. “Vete despacillo”, le indicó el entrenador. Un momento de emociones entretejidas: el vértigo ante ese primer paso, el anhelo y la duda sobre qué sucedería a continuación. Las conclusiones han sido positivas. “Me daba igual el ritmo, con tal de entrenar. Aún me queda mucho por recuperar. Pensaba que el primer día iba a estar fatal. Me pareció que me encontré como nunca. Me sorprendió cómo reaccionó mi cuerpo. ‘¡Madre mía, qué bien!’, pensé. Supongo que me ayudó psicológicamente que mis ganas de correr fuesen inmensas”, celebra.

Navarrete, desde el cálculo de cuándo iba a salir de cuentas, siempre había pensado que podría reaparecer a nivel competitivo en 2021. “Sigue siendo mi intención”, corrobora. Estos primeros entrenamientos la han reafirmado en el plan, que irá detallando de acuerdo con Manolo Vigo. Ha sido su entrenador desde que Ester, con 18 años, se fue a la Universidad de Santiago a estudiar enfermería. Con Vigo charla cada día, por teléfono o WhatsApp. También acude a la capital a verlo en persona con frecuencia, cada semana o cada quincena cuando el calendario aprieta. Su trabajo, en esta fase, estará enfocado hacia ese crecimiento pautado, sin prisas pero con una fecha ideal: “Pienso sobre todo en junio para competir algo. Ahora a ver cómo me encuentro, cómo responde mi cuerpo, aunque por ahora vaya bien”.

Cuando vuelva a alinearse junto a otras corredoras en una línea de salida, lo hará con el escudo del Barcelona. La viguesa ha ido mudando de equipo: Ángel de la Guarda, San Miguel de Oia, AVA, Atletismo Femenino Celta, ADAS Proinor... Por el club azulgrana fichó en noviembre de 2017 y ha renovado de cara a 2021. En realidad, que 2020 haya quedado como año en blanco ha sido común, a causa de la pandemia, pero Navarrete se siente cómoda. “Con el Barça está todo bien. Quieren que responda pero me dejan un margen. Me han preguntando cuándo voy a empezar. Deben planear la temporada, somos un equipo, cada una hará una prueba y necesitan ver con quién pueden contar. Pero no han puesto pegas, ningún impedimento”.

El diseño de la campaña no solo depende de cómo Ester Navarrete evolucione. La situación sanitaria será la que permita o no la celebración de pruebas. La viguesa es una corredora polivalente, capaz de ganar la medalla de bronce en los 5.000 metros de los Campeonatos de España, sobre el tartán, y de dominar las carreras populares del sur gallego, sobre tierra o asfalto. Esto multiplica sus opciones, a la vez que le obliga a alargar sus picos de forma. El atletismo en pista parece más afianzado en la organización de eventos, con sus protocolos. “Y en el tema popular al final tendrán que abrir un poco más la mano. Yo creo que irá mejorando la situación. Soy muy optimista”, asegura.

Por si acaso, ya ha empezado a imaginar cómo compaginará su nueva condición materna con mayores entrenamientos y viajes; no ya por las complicaciones prácticas, sino por las emocionales. “Sí que lo he pensado y lo he estado dialogando con mi pareja. Ya hemos estado planeando un montón de cosas. Y al final me va a costar, me llevaré al niño cuando pueda”, acepta. “Si no, se quedará con mi pareja o con los abuelos alguna vez. Pero nos gustaría llevarlo con nosotros, nos gustaría meterlo en nuestro mundo”.

Precedentes positivos

Muchas atletas han transitado antes la experiencia que ahora encara Navarrete. Atrás van quedando los tiempos en que la maternidad suponía con frecuencia el final de una carrera deportiva. Y aún sigue suponiendo más lastre por la costumbre o la discriminación que por cómo haya podido afectar a nivel físico. La holandesa Fanny Blakers-Koen conquistó cuatro medallas en los Juegos de Londres de 1948 con 30 años, tras haber tenido dos hijos. La alemana Heike Drechsler firmó dos títulos olímpicos en longitud y la búlgara Stefka Kostadinova volvió a ser campeona de altura en los ochenta y noventa. Ejemplos antaño escasos, que ahora abundan. Y son muchas las que aseguran sentirse incluso mejor. “He preguntado a muchas compañeras y he visto que muchas atletas a nivel internacional han vuelto con mucha más fuerza”, analiza Navarrete. “A lo mejor en mi caso no será igual. Cada uno es diferente. Pero la gente que conozco ha vuelto como si tuviese más ganas. A ver si también es así conmigo”.

De hecho, este periodo personal coincide también con esa transición en la que los mediofondistas o fondistas limitados a las primeras distancias empiezan a flirtear con recorridos más largos. Aquello que se pierde en explosividad se gana en resistencia y capacidad agónica. Le sucede a Navarrete: “Todo este tiempo que hemos pasado, con la pandemia y eso, te da para pensar muchísimo. No sé si estoy madurando, pero sí que me apetece meter más kilómetros. Quiero ir subiendo a media maratón, entrenar para ello y después verme en una maratón”. Es lo que nace, sigue o recomienza; la nueva vida que Ester ha traído y afronta.

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