El cuerpo del Celta estaba allí, pero no su alma, que llegó a la cita treinta minutos tarde, como un novio informal. Durante media hora el Real Madrid compitió contra nadie, una ventaja que los de Zidane agradecieron para poner los cimientos de una victoria que les pemite mantenerse en la carrera por la Liga y completar una semana feliz después de su clasificación europea. Lejos de explorar su hipotético cansancio, el Celta –que ejerció de perfecto anfitrión– le alfombró el camino en el primer tiempo y cuando se dieron cuenta del tiempo perdido y abordaron la ciclópea tarea de remontar se quedaron algo cortos.

Al Celta de Coudet hay veces que cuesta entenderlo. Ayer fue uno de esos días. Después de jornadas en las que abandonaron ciertas prácticas peligrosas aún a costa de perder un punto de atrevimiento, ante el Real Madrid volvieron a jugar en el alambre. Tratar de superar la presión alta del rival con centrales como Araújo y Murillo, que a veces parece que se calzan las botas al revés, es como ponerse a hacer malabares con una granada. La explosión se veía venir- mucho antes de que se produjese. Mucho más cuando delante tienes a gente como Kroos, Modric y Benzema, un mago del espacio, que se encontraron con un panorama ideal para sus intereses. Porque el Celta durante la primera hora fue incapaz de sacar un balón en condiciones de su campo ni de probar otro camino que no fuese el toque absurdo para comprometer a los centrales y a Renato Tapia. Esa práctica suicida desembocó en un monólogo de los centrocampistas del Real Madrid que jugaban silbando, sin esfuerzo aparente. No llegaba el Celta a la presión, ni sabía dónde pararse, ni cómo atacar... era cuestión de tiempo que el Real Madrid encontrase la portería. Lo hizo en una jugada que retrata el despiste del Celta. A los veinte minutos Kroos avanzó por el costado izquierdo, se quitó de encima a un acelerado Brais con un regate muy simple y encontró en el corazón del área de Benzema a quien los centrales del Celta habían cedido una parcelita libre de cargas. El francés recibió, giró y colocó el remate de manera rutinaria junto al poste izquierdo de Iván Villar.

No era lo peor que haría el Celta. A la media hora Murillo se quitó un problema de encima fabricando otro aún mayor a Tapia. El peruano se enredó en la frontal del área y Kroos punteó la pelota para entregársela a Benzema a dos palmos de Iván Villar. Y no perdonó. 0-2 con el Celta completamente desaparecido, incapaz de trenzar una jugada con sentido y decidido a inmolarse en su propio área. Todas las promesas de la víspera habían quedado olvidadas en Mos. A Balaídos había llegado la versión más triste, aburrida y poco inteligente del equipo de Coudet, obsesionado con facilitarle las cosas al Real Madrid.

Entonces el Celta entró en el partido. Con casi todo perdido se decidieron a probar cosas diferentes. Los defensas dejaron de comprometer la pelota y eligieron ir al campo del Real Madrid a discutir la pelota, a fajarse en el cuerpo a cuerpo, en la guerra por el balón dividido. Y funcionó. Recuperando en el terreno del rival empezaron a llegar situaciones de peligro. En la primera Mina quiso adornarse de forma innecesaria y eligió un remate de tacón que pedía una solución menos barroca; en la segunda el delantero centro cabeceó a la red un envío de Denis; y en la tercera Nolito no acertó a controlar un balón que le hubieses dejado mano a mano con Courtois. Apenas unos detalles voltearon el partido, algo que confirma lo ridículo de la media hora inicial.

El Real Madrid sintió ese pinchazo del Celta y en el segundo tiempo comparecieron con una mezcla de prudencia e inquietud. Le permitieron a los vigueses que transitaran con más comodidad y confiaron en las piernas de Vinicius, imparable a campo abierto, nulo en el resto de registros. Mallo le sujetó sin problemas en el primer tiempo, pero el lateral aumentó su producción ofensiva tras el descanso y eso convirtió su espalda en la zona más vulnerable de los vigueses. Pero el partido se movió en un terreno esperanzador para el Celta. Y mucho más cuando Zidane retiró del campo a Kross para facilitarle las cosas. Con Asensio los blancos se descosieron algo más y el Celta fue poniendo coto a su área. El problema es que una vez estuvieron poco claros en el momento de enhebrar el último pase, un mal que se empieza a repetir con preocupante frecuencia. Hiperactivo Aspas apenas encontró socios. Sin noticias de Nolito o Brais, las esperanzas del Celta se quedaron en los pies del moañés que en el minuto 61 obligó a Courtois a hacer la única parada de mérito en el segundo tiempo. Sucedió antes de que llegase la jugada que pudo cambiar el destino del partido. Para entonces ya estaba en el campo Solari que le dio al Celta un extra de agresividad y sentido por la banda derecha. Juega bien el argentino, que toca rápido y añade la decisión que le faltan a algunos de sus compañeros de puesto. Con él en el campo los de Coudet apretaron un poco más la presión y ganaron balones en zonas peligrosas. En una de ellas Modric derribó a Tapia en la frontal del área. Un disparo claro para Aspas, a quien se le afilaron los colmillos en cuanto escuchó el pitido del árbitro. El moañés eligió el palo derecho del portero belga hacia allí iba el disparo, pero en la barrera Casemiro tuvo uno de esos detalles en los que demuestra su talento defensivo. Vio venir el balón y a su salto añadió un leve escorzo con el cuello para tratar de desviar el lanzamiento. Rozó lo suficiente el balón como para que este se fuese a estrellar en el poste derecho de un Courtois que volaba en busca de un imposible.

Ahí se murió la esperanza de puntuar del Celta. Con el partido muerto, fuera del tiempo de descuento, llegó el anecdótico tercer tanto del Real Madrid en un gran centro de Benzema, encantado de cruzarse con los centrales del equipo vigués, que Asensio simplemente tuvo que acompañar a la red. Perdió el Celta para dejar claro que la meta de la temporada no es otra que la cuarentena de puntos y que para ganar en este deporte es necesario tener el reloj en hora y empezar a jugar los partidos cuando pita el árbitro.

Uno a uno