Ya tiene el Barça una victoria de prestigio, ue servirá para elevar la autoestima y muy útil para ampliar la ventaja sobre el Sevilla en la Liga (cinco puntos) y erosionarle para la inmediata cita del miércoles en la Copa: en su casa del Sánchez Pizjuán logró la renta para forzar la prórroga en el Camp Nou (2-0).

El marcador reflejó la convincente actuación del equipo, de las mejores por la solidez exhibida atrás. Ni una concesión al Sevilla, que tuvo que cambiar a sus delanteros de lo acomplejados que quedaron, sin poder averiguar si Ter Stegen se había lesionado un dedo en el calentamiento. La seguridad defensiva se complementó con una enorme eficacia ofensiva. Marcó Dembélé, que no anotaba desde diciembre, y siguió marcando Messi, en el sexto partido seguido.

La cuota de sufrimiento que no se produjo en el campo se trasladó al vestuario: Piqué necesitó hielo en la rodilla dañada, Araujo solo duró un cuarto de hora en su reaparición, lesionado otra vez, y Pedri se marchó cojeando. Ter Stegen se dolía de una mano. Suerte tiene Koeman de contar con el indestructible Dembélé, que ha jugado todos los partidos del año y al decimoséptimo marcó en una tarde en la que fue protagonista.

El peso del 2-0 de la Copa hace solo 17 días indujo a Koeman a retocar el perfil del equipo. Por encima del cambio de sistema volviendo a los tres centrales (solo lo utilizó ante el Valladolid y el Eibar), lo más llamativo fue la ubicación de Dembélé como uno de los dos puntas con la intención claramente preventiva de vigilar a Koundé, tal que fuera Beckenbauer. El Barça pretendió eliminar una de las virtudes ofensivas del Sevilla, más que potenciar las suyas. Para defender ya había muchos. De un robo de Busquets y un pase de Messi nació el veloz contraataque que culminó el galgo francés.

La superioridad numérica del Barça, con cinco jugadores, multiplicó su capacidad de dar pases y abortó los avances sevillistas antes de que adquirieran categoría de jugada de peligro. Ni de ocasión de gol. Ter Stegen fue un espectador más. Mucho más amenazado se vio Bono. Abortó un triunfo más rotundo de los azulgranas cuando Lopetegui imitó a Koeman para igualar el uno contra uno en todas las líneas. El Barça había extendido su red en el centro del campo, allí donde se hizo fuerte en sus épocas más gloriosas, y atrapó el marcador que le reanima.