Pudo enterrarlos la ansiedad de los 460 minutos que tardaron en anotar el primer gol de la temporada. Quizá el peso opresivo de sus siete derrotas en otras tantas salidas y un déficit de puntos que ya medio los condenaba incluso a Tercera. Pudieron temer que la avalancha de nieve los congelaría en Guijuelo. Bailaron sobre la frágil superficie del municipal guijuelense. Han atravesado la clasificación como un funambulista. A falta de tres jornadas, tienen a su alcance la zona intermedia, que asegura la permanencia en Segunda B y abre la puerta a esa Primera RFEF de nueva creación. “Hace dos o tres semanas nos veíamos fuera de poder competir por esa liga”, admite Mateo Míguez. Míchel y sus jugadores retornan del frío esperanzados. “Nos daban por muertos”, recuerda el entrenador. El Coruxo vive.

Sobrevivir a sus cataclismos ha exigido una férrea voluntad, con su cuota de épica en este último desplazamiento a Guijuelo. El Coruxo ha combatido contra los elementos. Míchel había modificado durante la semana el habitual plan por la influencia del césped sintético. “Tuvimos una cierta previsión de ser más expeditivos a nivel defensivo, de adaptarnos al terreno. También contábamos con que pudiese hacer mal tiempo. Pero no la situación límite que nos encontramos al llegar allí”, comenta el preparador ferrolano. La localidad salmantina los recibió con una copiosa nevada, que se había ido acumulando sobre el tapete artificial del campo. “Eso multiplicaba lo previsto”, resume Míchel y Mateo Míguez concreta: “No íbamos preparados para tanto”.

En Mateo se expresa bien la sorpresa y se condensa la valía. El redondelano jugó en el Pallokerho-35 finlandés, reclutado por su paisano Couñago. A sus 33 años ha acumulado innumerables experiencias futbolísticas. Ninguna así. “Y eso que jugué en Finlandia en días malos, pero en campos cubiertos. En Guijuelo era imposible jugar”, evalúa.

Mateo Míguez descolla como uno de los grandes talentos técnicos de la categoría; un centrocampista de aspecto frágil, conducción precisa y ganchillo combinativo. Todo lo que no convenía en medio de la tormenta. Mateo supo asimilar, igual que sus compañeros, las instrucciones que Míchel completó ya en el vestuario. “Fue primero un ejercicio de adaptación para tenerse en pie. A partir de ahí había que hacer poquitas cosas, pero bien, sin cometer errores”, compendia Míchel, que admite a su vez: “Nunca dirigí a un equipo en un partido con circunstancias tan extremas”. Los jugadores, obligados a emplear tacos de goma, con el aluminio vetado por el césped artificial, captaron el mensaje. Mateo destila: “Había que evitar las conducciones y los pases horizotales que podían suponer pérdidas perjudiciales. La estabilidad estaba bastante bien, pero el balón se quedaba siempre metido en la nieve. Por debajo estaba como encharcado. No podías meter bien el pie. Lo más difícil era golpear”. La consigna, en consecuencia, era “jugar en largo, sobre todo a la espalda de su defensa, donde podía haber alguna ventaja al clavarse el balón”.

–Es lo que toca. Si queremos competir y ganar, hay que jugar a esto. No hay otra –les intruyó Míchel.

“El equipo lo entendió. El mérito es brutal. Para el Guijuelo también era difícil, pero estaban un poco más acostumbrados. Estuvimos fantásticos, sobre todo en aspectos defensivos”, sostiene el entrenador. Mateo añade: “Nos adaptamos mucho mejor que ellos. Creamos más jugadas de peligro. Fuimos ‘muy equipo’. Estuvimos muy juntos. Todo el mundo hizo lo que debía”. Rivera, en el minuto 71, y Aarón, en el 89, completaron la tarea con sus goles.

“Los números fuera de casa pesaban, es cierto. No era justo pero sí la realidad. Los tres puntos llegaron en el día más difícil”, celebra Míchel. Mateo conviene: “Perder los siete partidos fuera era una circunstancia muy rara. Al final la confianza baja. Este resultado en Guijuelo es un punto de inflexión”.

El premio a esta primera victoria fuera de casa, sostenida sobre la fiabilidad en O Vao, es haber cerrado la 15ª jornada con 17 puntos, a uno del Pontevedra, que cierra el grupo de los condenados a pelear por la permanencia, y a tres de Deportivo y Racing de Ferrol (que disputa mañana miércoles su partido pendiente con el Celta B). Racing y Pontevedra serán sus próximos advesarios, antes de clausurar este primer tramo ante el filial celeste.

“Vamos a estar ahí peleando. No sé si nos llegará, pero tendremos opciones”, calcula Mateo. “Tenemos dos partidos contra rivales directos. Son vitales. Si ganamos al Racing, daremos guerra”. Míchel admite sentirse “reconfortado. Oyes comentarios por ahí sobre la situación preocupante del Coruxo. Estamos vivos. Ya lo estábamos cuando las cosas no salían. El equipo siempre ha estado entero. Ahora estamos en disposición de pelear por salir de abajo”.

Esa entereza colectiva fue la que diagnosticó el presidente, Gustavo Falque, cuando decidió apoyar a Míchel sin fisuras mientras otros entrenadores iban cayendo. El técnico es tajante: “De puertas afuera estaba cuestionado por los resultados. De puertas adentro nunca he recibido un apoyo tan claro y rotundo por parte de un presidente. Que podamos ver ahora al equipo así es en gran medida gracias a él”. Mateo apuntala: “El club está siendo ejemplar. El presidente nos dijo desde el primer momento que confiaba en nosotros y que iba a contar con el entrenador hasta el final. Ha sido un acierto pleno”.

Lo único que amarga al Coruxo es el sistema liguero. “Se van a cometer muchas injusticias”, sentencia Míchel en referencia a la estructura de las fases, el arrastre de los puntos, el diferente nivel entre subgrupos, la esterilidad de lo realizado la pasada temporada (el equipo verde era quinto y competía por el play off de ascenso cuando la Segunda B se paralizó). “Nunca he disfrutado menos de una competición”. Mateo entiende que “no se está viendo el nivel real de los equipos ni partidos vistosos porque todo el mundo tiene miedo”. Míchel finaliza: “Es un año para salir vivos”. En ello siguen.