Lenglet pulsa al botón de autodestrucción

Un penalti del francés aleja a un triste Barcelona de la pelea por el título de Liga

Lenglet y Piqué defienden
en un saque de esquina. | 
// JORDI COTRINA

Lenglet y Piqué defienden en un saque de esquina. | // JORDI COTRINA / marcos lópez

marcos lópez

Barcelona

En la foto final del penalti salió, un día más, Lenglet. Pero si se amplía el foco alcanza a todo el Barça, sumergido en una espiral autodestructiva que le lleva a emparentarse con un club depresivo y caótico, sin gobierno alguno. Como el equipo de Koeman. Tenía la posibilidad de reengancharse a la Liga aprovechando que al Atlético de Simeone le empiezan ya a temblar las piernas. Pero los azulgranas, fieles a su espíritu lleno de frustración, dimitieron de tal empeño como se vio en el último suspiro de un aburrido partido que el Cádiz llevó a su territorio.

Incluso cuando perdía tras el gol de penalti de Messi, aunque la paternidad intelectual de ese 1-0 le pertenece a Pedri, uno de los escasos faros de luz que dan esperanzas al barcelonismo. Incluso perdiendo, el equipo andaluz estaba donde quería. Metido en el partido, esperando, como ya sucedió en el Carranza, la torpeza defensiva del Barça. Llegó en el último suspiro cuando Lenglet metió la pierna donde no debía y Álvarto Cervera volvía feliz a Cádiz porque le ha arrebatado cinco puntos al Barça de Koeman en tan solo dos meses y medio de Liga.

En cinco días, dos bofetadas de realidad han recibido los azulgranas. A cada cual, más dura. Europa es una verdadera tortura y la Liga un calvario sin fin. No aprende de sus errores, persistente como está siendo en condenarse a sí mismo, sin necesidad de que los demás le ajusticien. “Estoy más decepcionado que tras lo del PSG”, admitió un desolado Koeman. “Hemos dejado escapar cinco puntos con el Cádiz y eso no puede ser”, añadió luego irritado el técnico.

Cinco puntos simbolizados en tres torpezas defensivas que desnudan a un Barça triste, incapaz de tener un partido tranquilo. Por mucho que Pedri se empeñe en intentar hacerle la vida más fácil a Messi antes de que tome la decisión, si es que no la ha tomado ya, de irse. O de quedarse en medio del páramo en que se ha convertido el solitario, silencioso y deshabitado Camp Nou. Obtenido el trabajado botín del 1-0, el Barça se olvidó de lo más trascendente: buscar el segundo gol que le diera la tranquilidad auténtica, conscientes como deben ser de que atrás siempre hay un agujero negro. Poco importa el rival porque es el propio Barça quien deja la puerta abierta al desastre.

“Es culpa nuestra, no hay excusas”, confesó Jordi Alba, quien al ver el penalti de Lenglet no se pudo esconder. Se tiró sobre el área de Ter Stegen pidiendo que el césped lo engullera, asumiendo, como todos, el nuevo despropósito defensivo. “Los culpables somos nosotros. Esto no puede pasar. Somos el Barça”, exclamó luego el lateral zurdo, sin reparar en que ya viene repitiendo esas mismas palabras desde hace mucho tiempo. Palabras que hasta han perdido valor porque el Barça cae y vuelve a caer. Un tiro a puerta del Cádiz, un gol, dos puntos menos para el equipo de Koeman, quien intentó, sin éxito alguno, agitar al mismo once con el que se presentó ante el Paris SG. Salieron primero los 11 que encajaron el 1-4 y luego, con los cambios (Pjanic, Braithwaite, Trincao, Riqui Puig y Mingueza), más de lo mismo.

Tristeza al inicio, el juego fue plomizo y sin desequilibrio, encerrado cómodamente como estaba el Cádiz, y melancolía sin fin, antes incluso del error de Lenglet. Y después, también. En el tiempo añadido no existió rebeldía alguna en un equipo que desperdició el gol de Messi de penalti. Lo mismo le ocurrió en la Champions. Dos tantos en los últimos 180 minutos. Ambos de penalti. Ambos de Leo.

Ni rastro de los demás delanteros que supuestamente debían marcar diferencias. Ni rastro de Griezmann. Ni tampoco de Dembélé, bullicioso en el regate, pero torpe en el remate final. Ni rastro, de un Barça frustrante y, al mismo tiempo, desconcertante. El drama es que perdonó en el área de Ledesma, al que apenas se vio en la segunda parte, tranquilo como estaba, y regaló en la de Ter Stegen. ¿Algo nuevo? No, lo de siempre.

Un empate que se hizo esperar 43 años

El Cádiz volvió a puntuar en el campo del Barcelona después de que hace 43 años, en la campaña 1977-78, lo hiciera con un empate a uno, el mismo resultado que consiguió ayer. Ésta ha sido la decimotercera vez que el Cádiz ha rendido visita al Barcelona, logrando la igualada a poco del final al transformar un penalti Álex Fernández. El Cádiz empató, igualmente a un gol, en su primera visita al estadio azulgrana, en la jornada 22 de la temporada 77-78, siendo hasta la de este domingo la única vez que había arañado algún punto en casa de los culés. En las once visitas siguientes, el conjunto gaditano siempre cayó derrotado en el campo del Barcelona, con un 5-0 como resultado más contundente, en la temporada 89-90. El Cádiz de Álvaro Cervera es decimocuarto en la clasificación con 25 puntos, cuatro por encima de los puestos de descenso a LaLiga SmartBank. “Para lo que nos sirve el punto de hoy es para darnos cuenta de que tenemos que jugar así, no solo aquí, sino en muchos sitios más e incluso en casa, porque si no hay mucha diferencia entre esos equipos y nosotros. En cuanto hemos hecho algo diferente, los otros son mucho mejores que nosotros; cuando reducimos el fútbol a defender y contraatacar, tenemos alguna posibilidad. Respeto todas las opiniones, pero no somos buenos en lo otro y se ha demostrado en el último mes”, declaró Álvaro Cervera al final del choque. En este sentido, explicó que este resultado reafirma que el juego desarrollado en los últimos encuentros no era el mejor para lograr algo positivo. “Nosotros venimos siendo un equipo equivocado durante los últimos partidos. Quisimos volver a nuestro sitio de la manera equivocada y creo que la manera es esta, haciendo lo que hemos hecho siempre, lo que mejor sabemos hacer, y llegar vivos al final del partido”, indicó. “No podemos ganar los partidos por ser mejores que el contrario, tenemos que ganarlos por hacer que sean peores que nosotros”.

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