El Sevilla ganó por 2-0 al Barcelona en la ida de las semifinales de la Copa del Rey y logró una valiosa ventaja para la vuelta tras un partido muy serio, en el que acertó ante el gol en momentos decisivos por medio de Koundé y Rakitic, y en el que Bono le amargó la noche a Leo Messi al abortar todos sus intentos. Al Barça le faltó claridad arriba y mayor solidez en defensa ante un Sevilla que aún no ha encajado ningún gol en esta Copa (12-0 de balance).

Sevillistas y culés encaraban el primer asalto con bajas y en ambos casos sensibles: cuatro recientes en el Barça, entre ellas la de Araújo y sin contar las de larga duración; y otras cuatro en el Sevilla, las de Ocampos y Navas las más determinantes. Ambos llegaron a la cita, por primera vez a doble partido en esta Copa, en su mejor momento de forma: 7 triunfos seguidos en total los andaluces y 6 los catalanes, en su novena y decimotercera semifinal copera en lo que va de siglo, respectivamente.

El partido comenzó igualado y con intensidad, con una presión alta del Barça y buscando conectar con Messi cerca del área rival y, sobre todo, sorprender por la derecha por medio de un activo Dembélé a un Sevilla que se esforzó por no perder ni el sitio ni el balón en terrenos comprometidos.

En el 25, Koundé logró el 1-0 con un gran gol de un fuerte tiro tras recibir un balón de Fernando, irse con un caño de Umtiti y fusilar a Ter Stegen. Este mazazo hizo mella en el Barcelona.

En la reanudación, el Barcelona, herido en su amor propio por sus sombras en ataque, apretó, dominó, tuvo más el balón y buscó con mayor criterio aprovechar los puntos débiles del Sevilla, que, sin embargo, no se arredró y contragolpeó.

Con el Barça volcado en pos del empate, aunque con impotencia por no encontrar opciones claras, el que no perdonó fue Rakitic, quien en uno de los contragolpes aprovechó que Umtiti rompía el fuera de juego para controlar, solo, en el área y fusilar a Ter Stegen para lograr el 2-0, un gol que puede ser muy valioso y que no celebró por su pasado azulgrana.