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Los frutos amargos y dulces de la juventud

Julia Vaquero, feliz porque la triatleta Elsa Pena (a su lado en la imagen), familiar suya, no sufre la presión que tantas amarguras le causó a ella

Julia Vaquero, leyenda del atletismo, y Elsa Pena, rutilante promesa del triatlón español, coinciden en el entrenamiento de la Sociedade Atlética do Trega. Ambas han fichado recientemente por el club. Julia se reconcilia paso a paso con el deporte a sus 50 años, tras casi dos décadas sin galopar en serio. En su memoria se mezclan amarguras y glorias. Elsa, que enfila los 18, ha vuelto el fin de semana a A Guarda desde el Centro Galego de Tecnificación de Pontevedra, donde reside, estudia, se adiestra y sueña.

– ¿Te merece la pena todo el sacrificio que estás haciendo? –le pregunta la olímpica a la joven.

– Estoy convencida de que sí. Lo disfruto –le contesta.

Su semblante risueño disipa los temores de Julia, que anticipaba para Elsa sus antiguos padecimientos. Julia no querría que se repitiese ese ciclo de dolor. La genealogía las une, además de su condición de orgullo del pueblo guardés.

El bisabuelo de Julia emigró a Brasil con su familia, a comienzos del siglo XX. Hizo fortuna como constructor antes de que la muerte de uno de sus hermanos lo condujese a la depresión. Mientras él se quedaba en el país sudamericano, su mujer y sus dos hijas regresaron a A Guarda. Las niñas se llamaban Concepción, abuela de Julia Vaquero, y Sira, bisabuela de Elsa Pena; Sousa Álvarez, sus apellidos.

Julia en brazos de David Vicente Álvarez, abuelo de Elsa.

Aquel bisabuelo enviaba dinero para proveer a su familia hasta que un día, sobre los tiempos de la Guerra Civil, todo contacto cesó, sin más rastro. En A Guarda irían germinando sus descendientes en esa urdimbre que al cabo une a Julia Vaquero y Elsa Pena, en ambos casos por la vía materna.

Concepción, de hecho, criaría mayormente a su nieta Julia, de infancia marcada por el fallecimiento de su padre, las estrecheces económicas y el duro trabajo en la huerta. Para Julia, el atletismo ha supuesto tanto salvación como condena. Se relatan sus títulos, su noveno puesto en los 10.000 de los Juegos de Atlanta o su récord nacional vigente de 5.000. Son menos los que conocen el régimen de vida espartano, los entrenamientos brutales, las carreras de campo a través encadenadas sin descanso al tiempo que intentaba licenciarse en INEF. Y así, en el Mundial de Sevilla de 1999, en plena cumbre, se quebró por dentro al punto de que pocos años más tarde ni calzarse las zapatillas para homenajes o carreras populares le resultaría soportable. “Me agobió el tema relacionado con el rendimiento. Me obsesioné con los tiempos, con ser la mejor, con ser una máquina. Incluso me ponía nerviosa en los entrenamientos. Ya ni dormía pensando en las dichosas series de 1.000. Es la responsabilidad”, resume.

Así que ya había iniciado su retiro cuando Elsa nació en 2003, apenas dos meses después de que Julia hubiese tenido a su propia hija –también Julia–. Y aunque la campeona guardesa se reclama más de su padre “por genética”, el mismo anhelo las iguala. Porque pronto comenzaría Elsa a desafiar al viento.

Arrancó incluso antes de ser consciente de ello. Los padres de Elsa, Berto y Sofía, son aficionados a correr y no dejaron de acudir a pruebas como la Vig-Bay. Berto participaba empujando el carrito adaptado en el que reposaba Elsa.”Y tan feliz”, resume Elsa. “Desde pequeña parece que lo llevo metido en la sangre”.

Elsa Pena, durante un triatlón

Aunque se inició en atletismo, enrolada en el C.A. Tui, en una encrucijada determinada se enamoró del triatlón, primero como duatlón, que es el territorio en el que ha perseverado con aprovechamiento. Elsa ha sido campeona de España en categoría cadete; ha ganado la medalla de bronce en la Copa del Mundo júnior pese a concluir la cita descalza; ha conquistado el relevo mixto en el Festival Europeo de la Juventud. Logros que ya ha firmado como inquilina del Centro Galego de Tecnificación.

Elsa recuerda haber acudido siendo niña a las pistas de Pontevedra, a algún mitin de atletismo.

– Aquí es donde los deportistas estudian y entrenan –comentó su padre, mientras la pequeña se asombraba.

–¡Cómo me gustaría venir para aquí! –recuerda haber exclamado.

La oportunidad surgió al acabar 2º de la ESO. “No nos lo pensamos mucho”, asegura. “Mis padres siempre me han apoyado. Todos somos conscientes de que compatibilizar entrenos y estudios en un instituto normal, sea por horarios o desplazamientos, hubiera resultado más complicado. Aquí todo está más a mano”.

Elsa, ya en su cuarto año en el CGTD, cursa 2ª de Bachillerato. Tiene licencia de natación por el Náutico de Vigo y de triatlón por el Ciudad de Lugo Fluvial. Y aún entrena a atletismo en sus fines de semana en el hogar. Precisamente se ha mudado al Trega, abandonando el Tui, por cuestión de compatibilidad. Quiere estudiar Magisterio a la vez que progresar en el deporte. “Es complicado, lógicamente”, admite sobre su ajetreada agenda. “Tenemos que estar bastante centrados. Segundo es un curso difícil y hay que organizarse. Pero aquí tenemos facilidades para los entrenamientos. Y con el grupo todo se hace más ameno”.

Julia Vaquero, con su nueva equipación del Trega

“Julia es una superatleta, una referencia, otro nivel. Ojalá pueda llegar a ser algún día la mitad que ella”

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Julia Vaquero pisó el CGTD el pasado 6 de enero. Participó en el Torneo de Reis, su reaparición sobre el tartán. Conoció a Carlos Prieto, el entrenador del ídolo de Elsa, Gómez Noya. “¡Cuánta energía positiva!”, le celebra Julia a Prieto. Aclara: “En mi caso, la alternativa era irse a Madrid o Barcelona, pero nunca me gustaron los centros de alto rendimiento. Ni siquiera las concentraciones. Pero todo ha cambiado”.

“Cuando Elsa se fue a Pontevedra, sé que su madre tuvo miedo de que fuese a perder su juventud. Yo también pensé que estaría más agobiada, que le podía pasar como a mí”, revela Julia. “Pero ahora el ambiente es diferente, más distendido. Se lleva de otra manera. Elsa tiene buena actitud, es buena estudiante, disfruta. Veo que es alegre y divertida”, enumera con alivio.

“La vida da muchas vueltas, pero me gustaría seguir en el triatlón. Julia se preocupa mucho de que lo pueda estar pasando mal”, confirma Elsa, que corrobora su felicidad igual que la admiración por su pariente: “Julia es una superatleta, una referencia, otro nivel. Ojalá pueda llegar a ser algún día la mitad que ella”.

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