Tres victorias consecutivas del Barcelona por primera vez esta temporada, con el valor añadido de haber sido todas fuera de casa –son cuatro seguidas si se cuenta la de Valladolid, antes del empate con el Eibar en el Camp Nou– invitan a pensar que Ronald Koeman ha conseguido, finalmente, su propósito de encontrar un once básico en el que depositar su confianza.

También se ha decidido el entrenador del Barça por un esquema táctico diferente en el que ha desaparecido el doble pivote. Con el 4-2-3-1 que utilizaba, en realidad, el equipo jugaba con dos centrocampistas porque los tres de la tercera línea eran delanteros o tenían alma de delanteros, con poca inclinación al repliegue. La supresión de un pivote, paradójicamente, ha reforzado el centro del campo: ha aumentado el número de medios, con los dos interiores más la presencia de Lionel Messi en la construcción.

La rectificación de Koeman llegó tras la mayor catástrofe del ejercicio: el 0-3 con la Juventus. Como si esa humillante goleada que les complicaba tanto la vida (perder el primer puesto del grupo y jugar la vuelta de los octavos lejos de casa, concretamente en París) fuera la gota que colmara el vaso. Aunque Koeman negó que el problema residiera en el sistema táctico, lo parecía: lo cambió en el siguiente encuentro contra el Levante. Cesaron las derrotas.

Hasta entonces el Barça había disputado 16 partidos, de los que había perdido cinco (una tercera parte) y empatado dos. Las nueve victorias arrojaban un 56% de triunfos. A partir del apurado 1-0 sobre el Levante (gol de Messi), se han ganado seis de los ocho partidos (75%) y no se ha perdido ninguno, con sendos empates ante el Valencia y el Eibar. Ambos en el Camp Nou, por cierto.

La progresión del Barça se transmite a partir de Messi. Nada nuevo. El capitán se ha visto beneficiado por los retoques y ha recuperado la capacidad goleadora que le caracteriza. Con el sistema antiguo había anotado cuatro goles (dos de penalti) en diez jornadas; con el nuevo, lleva siete. Más y mejor acompañado, ha doblado su aportación.

“Estamos más tranquilos y estamos más concentrados. Si estás más concentrado tienes un mejor ritmo de balón”, analizó Koeman sobre la mejoría del equipo. Un diagnóstico frío, expectante el propio técnico por conocer si el camino elegido es el correcto. Y es el definitivo. De momento, es bueno. “Tenemos que ser humildes y seguir trabajando”, admitió.

Estabilidad en el once

Koeman también está más tranquilo y no cambia el equipo.Es la señal de su satisfacción. Con los malos resultados agitaba la siguiente alineación. Por ejemplo. Repitió los once que golearon al Villarreal (4-0) y al Celta (0-3) y solo hizo un cambio ante el Sevilla (Araújo por el expulsado Lenglet). Tras el empate (1-1), fue retocando el equipo en cada partido. Una dinámica que se ha frenado.

Después del empate con el Eibar que cerraba 2020, introdujo cuatro novedades en Huesca, desde esa victoria solo hizo un relevo en Bilbao (Griezmann por Braithwaite) y dos en Granada por fuerza mayor: Mingueza y Umtiti por el lesionado Araújo y el sancionado Lenglet. Araújo, revisado por los médicos ayer, sufre una sobrecarga en los músculos isquiotibiales de la pierna derecha.

La racha de la Liga se interrumpe una semana, aunque el Barcelona seguirá lejos del Camp Nou. El equipo azulgrana afronta la Supercopa de España que le enfrenta este miércoles a la Real Sociedad (21 h.) en Córdoba. Si gana, jugará la final ante el vencedor del Madrid-Athletic en La Cartuja en Sevilla. Luego vendrá la Copa (Cornellá) y otra salida a Elche (24 de enero).