Ali el Cojo aguarda a Ricardo Ramilo a cierta distancia de las dunas de Merzouga, donde el vigués se está entrenando para el Dakar. El rally, que comienza el 2 de enero, se disputará este año en Arabia Saudí. Ali, el especialista marroquí al que acuden todos los pilotos españoles para afinar su conducción sobre la arena, ha ordenado a Ramilo que suba y baje con su bugui hasta que maneje la técnica. Ramilo está acometiendo crestas de cierta dificultad. De repente, el motor se calla en la distancia. Ali sabe qué significa ese silencio y acude raudo. El bugui reposa volcado. En su interior, el voluminoso Ramilo cuelga de los cintos de protección.
Ramilo va a debutar en el Dakar a los 57, que cumple este martes. Polifacético motorista durante su mocedad, el dueño de Rodamoto, entre otras empresas del ramo, ha elegido en esta ocasión un vehículo de cuatro ruedas. Se lanza a la aventura por la euforia de haber superado una enfermedad que apenas le había permitido tenerse en pie durante los últimos años. Cubre la plaza que el actor porno Nacho Vidal dejó vacante en el Buggy Master Team a causa de sus problemas legales. Ramilo se financia la expedición, con un presupuesto que ronda los 200.000 euros. La escudería catalana le ha facilitado un copiloto, Xavier Blanco, especializado en navegación.
Los rallies que Ramilo ha efectuado en pruebas de tierra, en Andalucía, Cuenca y Extremadura, han resultado fructíferos. El olívico ha maravillado. Pero le falta catar la arena. “El terreno duro es el natural para quien ha practicado enduro. Se parece a lo que hacía en motos. Por eso aprendí rápido. Pero sobre arena solo hice una prueba hace veinte años en Francia, por placer. No lo controlo”. De ahí el viaje a Merzouga, una pequeña localidad en el desierto del Sahara, en la frontera entre Marruecos y Argelia, territorio habitual de práctica en esta época.
En Merzouga les aguarda Ali. Nació con la musculatura de una de sus piernas atrofiada. De ahí el mote. “Es el tipo más conocido de Marruecos en el mundo del motor. Un fenómeno”, lo describe Ramilo. “Posee un hotel delante de las dunas al que acuden Sainz, Roma, Farrés... Todos los de los raids van con él”.
Ramilo se ha desplazado con Xavier Blanco, que comparte con Ali las tareas de instructor. Ha tenido que alquilar un bugui de serie porque el suyo ya partió de Marsella hacia Yeda, centro neurálgico del Dakar, hace tiempo. Ali le abre camino por las dunas. Le enseña cómo negociarlas. Ramilo lo imita. Se va sintiendo cómodo, aunque también se incrementa la certeza de su inexperiencia: “Me falta mucho”. Tanto que cuando Blanco regresa a casa, él decide prolongar su estancia un par de días más.
Sucede entonces el percance. Ali lo va a acompañar como copiloto en la penúltima jornada de ensayo, pero antes le conmina a enfrentarse solo a una duna enorme, sobre la que repetir rutinas. “Fue fallo mío. Me despisté”, asume Ramilo. En vez de culminar la duna por donde la corona un terreno llano, se va algunos metros hacia la derecha. Al otro lado del horizonte le aguarda una pronunciada pendiente. La arena de la zona es más blanda que la arábiga pero como ha llovido, se ha incrementado la dureza. El bugui de Ramilo vuela durante doce metros, impacta de morro y da cinco vueltas de campana. “Es la vez que más he temido por mi espalda en toda mi vida. El retemblor del primer impacto fue tremendo”, explica. Incapaz de desabrocharse los correajes, Ramilo aguardará paciente a que lo libere Ali.
Nada ha sufrido Ramilo, más allá del susto. El bugui, en cambio, ha sufrido bastantes desperfectos. El propietario pretende que se lo pague entero. Ramilo deja una fianza de 15.800 euros. Intentará conseguir las piezas más baratas. Mientras, ultima su viaje. Ayer pernoctaba en Barcelona. Hoy parte hacia Arabia.
“Voy sin cubrir la parte de ir rápido, la de aprender a anticiparme y trazar por encima de las dunas”, acepta. Esto le invita a afianzarse en el programa de competición que ya había diseñado: “El plan es ir despacio durante los cuatro o cinco primeros días, asegurando, para familiarizarme con el comportamiento en arena”.
Ramilo llegará a Yeda con la PCR hecha y dispuesto a cumplir con los preceptos de la sharia, la ley islámica que en la wahabista Arabia Saudí se aplica con rigor extremo: prohibición de alcohol, drogas y carne de cerdo, pudor en el vestir, restricciones en los gestos de afecto... “Ya nos lo advirtieron cuando envíamos los coches y el material allá. Yo no bebo y entiendo que nadie lleva drogas. Me preocupó lo del cerdo”, bromea.
El prólogo dará inicio al Dakar el 2 de enero. Ramilo vive en general las horas previas con atónita serenidad: “Soy un tío nervioso, pero en esto no. Yo mismo me sorprendo. Será porque no tengo patrocinadores importantes ni presión. Yo me lo guiso, yo me lo como. No tengo obligación de hacer más de lo que pueda. A lo mejor no lo acabo, pero creo que voy a resistir. Miedo no tengo”.