Todo gran viaje incluye un laberinto. Pasión, dolor, entusiasmo y casualidad conducen a Ricardo Ramilo a la península arábiga. El vigués participará del 3 al 15 de enero en su primer Rally Dakar, cumplidos los 56 años. Este experto motociclista se estrenará paradójicamente a cuatro ruedas, con un bugui, y portando el dorsal 438, que se le había reservado al actor pornográfico Nacho Vidal. Aunque alcanzar Jeddah tras 12 días y 7.700 kilómetros sobre la arena es el reto, las pruebas previas alientan su competitividad. Pero ya la aventura se le antoja suficiente premio a alguien que durante cinco años apenas ha podido sostenerse en pie.
Ricardo Ramilo se ha desprendido del Suárez en esta nueva etapa. Empleaba ese primer apellido en sus casi treinta años de motociclismo, componiendo con su hermano Ángel una saga familiar. Ricardo fue un piloto de talento natural, polivalente, dúctil. Ninguna montura se le resistía y las cabalgó todas. Fue subcampeón de España en resistencia. Firmó un podio europeo en Supersport. Como veterano se impuso en citas del Gallego de trial y hasta lució en el Nacional. Concluyó con el enduro. Entre medias había practicado el descenso en bicicleta y hasta la motonáutica, siempre con provecho al poco de haberse iniciado. “Me gusta todo”, explica sobre tan irisada trayectoria.
“Como de chaval no tenía un duro y no podía, me dije: ‘Pues ahora voy a hacerlo todo’”
Aquella afición se ha convertido también en industria, con Rodamoto como una de sus principales empresas.
Ramilo se bajó en 2015 de la moto, no ya para la competición, sino incluso para el transporte o el disfrute. La de diario quedó aparcada en casa de sus padres, bajo una manta. En Semana Santa habían comenzado a molestarle los pies. “Fascitis plantar”, le diagnosticaron fisioterapeutas y médicos. El dolor alcanzó dinteles brutales, sin remedio ni consuelo. “Me mareaba y me tenía que tumbar. No podía estar de pie ni era capaz de calzarme”, relata. Ni siquiera la morfina lo aliviaba. Confiesa: “Había días en que deseaba que me cortasen los pies. Empecé a imaginarme con prótesis”. Todas aquellas “locuras” deportivas habían quedado atrás.
Antes de resignarse al sufrimiento, hace algunos meses consultó con el doctor catalán Rabat, que desenredó la madeja. La dolencia de Ramilo no procede de un problema físico, sino de tipo nervioso. Un traumatólogo y un neurólogo confirmaron en Vigo, por lo negativo y lo positivo, el nuevo diagnóstico. “Yo soy hiperactivo y todo puede estar relacionado”, concreta. En febrero comenzó con el tratamiento. El efecto ha sido inmediato. “Los pies me duelen todavía un poco, pero ya me calzo, hago de todo... Ahora vivo”.
¿Y cómo vivir sin correr? No lo concibe. “Pasas de estar amargado a sentirte Superman. Te vienes arriba, te comes el mundo. Pensé en comprarme una moto nueva, una Husqvarna KTM, que me hacía ilusión. Iba a empezar este invierno”. Un inocente intercambio de correos con el editor Óscar Outeiriño redirigió sus planes. Outeiriño le envió fotos de unos tractores que se había comprado; en el hilo, otro amigo común, el piloto Chus Puras. “Déjate de tractores, compramos dos buguis y nos vamos al Dakar como Puras”, le escribió Ramilo a Outeiriño. Y aunque este rechazó la propuesta, Ramilo se había autofecundado con una idea de germinación imparable.
“Este año celebro además el 30 aniversario de Rodamoto”
Ramilo tiró de contactos. Preguntó a viejos compañeros del mundo de las motos con experiencia en el Dakar; a Farrés, a Roma. “Me explicaron lo que había que hacer y me fueron animando”. Fue Farrés el que le allanó el proceso.
“Me llamó para decirme que había quedado un hueco en el Buggy Master Team, el equipo con el que había ido Puras”
El volante debía haberle correspondido a Nacho Vidal pero los problemas legales del actor porno, acusado de homicidio imprudente, le han supuesto la retirada del pasaporte.
Ramilo se ofreció a Buggy Master Team.
–Yo puedo correr el Dakar. No seré mediático como Nacho Vidal. Iré a hacer lo que pueda –,argumentó.
Lo aceptaron. La maquinaria se puso en funcionamiento. Existen dos fórmulas para participar en el Dakar en casos como el de Ricardo Ramilo. Puedes alquilarle todo al equipo, incluyendo el vehículo, o comprar uno y que el equipo se encargue de mantenimiento y logística. El vigués escogió esta segunda opción. Buggy Master Team, con 16 participaciones en el Dakar, le garantiza el conocimiento y le ha proporcionado también un experimentado copiloto, Xavier Blanco, de esa escuela catalana tan especializada en navegación. “Está preparado para llevarme él a mí”, lo elogia Ramilo. Entre servicios, permisos o mecánicos, “esto cuesta de media unos 200.000 euros en bugui”, calcula el vigués. “Incluye el entrenamiento en Marruecos, en Merzouga, para que aprendas a hacer las dunas, y alguna carrera del Nacional para foguearse”. Ramilo se financiará a sí mismo mayormente, aunque sigue pendiente de los patrocinios institucionales.
A Merzouga se trasladará en breve a “picar arena”, se propone. Ayer, de hecho, el vehículo principal cruzaba el Mediterráneo desde Marsella. Pero en España, con el secundario, más que foguearse, ha sorprendido a todos en Andalucía, Cuenca y Extremadura. Ha encadenado adelantamientos, se ha movido entre los mejores tiempos scratch y ha sobrepasado incluso a algunos de los mejores del mundo. En el equipo ha causado estupefacción.
– ¿No os dije que yo me creo capaz? Pensasteis que era un fantoche–, se burló Ramilo.
No le ciega la euforia. Al Dakar, cuya cuadragésimo tercera edición se disputa íntegramente en Arabia Saudita, acudirá con cautela.
“Los resultados son increíbles. No es normal"
"Puede ser una falsa señal positiva que te lleve a equivocarte. No puedes tener la actitud de ir a muerte, a reventar. En el Dakar me dicen que ni se me ocurra, que no paso del primer día”.
El plan ya está diseñado. La organización ha confeccionado cuatro etapas iniciales por un terreno en realidad pedregoso bajo la arena y que incluye numerosos cauces secos de río. Ramilo explica: “Las malas lenguas dicen que es para eliminar gente. Hay que aguantar yendo despacio para no irte a casa”. Después ya se puede pisar más el acelerador: “Si el quinto y sexto día eres capaz de ir alegre sin romper nada, llegas a la etapa de descanso pensando que en los siguientes vas a correr de verdad, Es cuando realmente los que quedan se disputan la carrera. Yo haré lo que me diga el copiloto”.
El Dakar incluye los paisajes, las sensaciones, las noches estrelladas y compartir campamento con figuras planetarias. “Para un corredor modesto como yo, estar allí concentrado 15 días es como si estuviese en motos con Rossi y Márquez. Conviviré con los mejores del mundo, que hemos admirado desde niños: Peterhansel, Sainz, Loeb... O Al-Attiyah, el que más me gusta”. Un sueño casi irreal considerando las circunstancias: “Estaré allí cuando durante cinco años mi única preocupación fue si podría andar al día siguiente”.