Destrozada quedó la rodilla derecha de Gerard Piqué en Madrid. Se quebró de tal manera al sentir el peso del cuerpo de Correa que padeció una doble lesión, según comunicó ayer el Barça. “Un esguince de grado 3 en el ligamento lateral interno y lesión parcial en el ligamento cruzado anterior”. No se atrevió, en cambio, el club a comunicar el tiempo de baja que deberá estar, pendiente de si tiene que pasar, finalmente, por el quirófano o se opta, tras consultar con el doctor Ramon Cugat, el que operó a Ansu Fati, por un tratamiento conservador.

Destrozada está la rodilla; destrozado continúa el Barça, quien lleva tres entrenadores en estos 11 meses del 2020: Valverde, Setién y Koeman. Lloraba Piqué camino del vestuario del Metropolitano, retratando, muy a su pesar, la caótica planificación deportiva de un club cuyo declive es imparable desde el verano del 2017, cuando se desintegró el tridente con la fuga de Neymar al Paris SG. Basta mirar la clasificación para entender el cruel proceso de descomposición que asola el Camp Nou. No ha terminado noviembre y el proyecto de la reconstrucción, liderado por Koeman, tan solo ha sumado 11 puntos de 24 posibles. Está más cerca de la zona de descenso (a cuatro puntos) que del liderato del que presume, y con razón, la brillante Real Sociedad.

Necesita prismáticos el Barça para detectar en la lejanía −12 puntos de diferencia y con dos partidos menos, eso sí, los azulgranas− al seductor equipo que ha creado Alguacil en Donosti. Y en cada encuentro, Koeman va perdiendo piezas esenciales y necesarias para reconstruir. Cada día que pasa, el Barça está más roto que antes. Cuando no es Ansu Fati (el gol, la luz y el regate que aportaba el joven de 18 años no volverá hasta dentro de cuatro meses) le toca a Sergio Busquets, lesionado con la selección (no estuvo en Madrid ni irá a la Champions), o Sergi Roberto, cuyo disparo desde fuera del área en el Metropolitano le pasó una terrible factura: dos meses de baja por rotura muscular de la pierna derecha.

Pero el impacto de la ausencia de Piqué es todavía mucho mayor. El club no ha informado aún de los meses que deberá estar de baja. Pero Koeman, que ya reclamó la llegada de un central en verano (no había dinero, argumentó entonces Bartomeu), se enfrenta a un problema colosal. Viaja mañana a Kiev con un solo especialista: Lenglet. Araujo aún sigue de baja por sus problemas musculares y Umtiti todavía no ha salido de la enfermería de la ciudad deportiva. El francés solo ha jugado un partido en los cinco últimos meses.

Destrozado está, además, Piqué porque le llega esta gravísima lesión en la rodilla camino de los 34 años. Jamás había sufrido en su larga carrera profesional −llegó en el verano del 2008 al Camp Nou− un percance de esta magnitud, obligado a cuidar con mimo un delicado proceso de recuperación. Podrá recurrir a la experiencia que le dará Carles Puyol, antiguo socio en la defensa y gran amigo suyo.

Koeman, además, pierde a uno de los líderes del equipo justo cuando más necesitaba el carácter de tipos como Piqué. Y al técnico solo le queda la posibilidad de mirar al filial (Mingueza, Mingo Ramos y Arnau Comas emergen como alternativas) si no quiere colocar, y ya de forma definitiva, a De Jong en el eje.

El incierto mercado invernal que les espera

Koeman ya pidió el central en verano. Mucho antes de que cayese lesionado Piqué en el Wanda Metropolitano. Era fácil adivinar la carencia principal del equipo azulgrana. Pero no le hicieron caso. Tampoco vendría en invierno, adelantó Carles Tusquets, presidente de la comisión gestora. Pero la rodilla rota de Piqué quizá obligue a ir al mercado en un club sumergido en una durísima travesía donde se retratan los errores estructurales en la hoja de ruta deportiva del dimitido Bartomeu. No hay nueve, no hay centrales, las estrellas (Dembélé, Coutinho y Griezmann) que llegaron tras Neymar no deciden nada, Messi está desde el verano más fuera que dentro y destrozada está la economía. Es un club arruinado, que necesita rebaja salarial. No hay ni presidente. Ni fecha oficial de elecciones. Pero ahora el problema para el Barcelona es conseguir llegar a finales de 2020 con aspiraciones en todos los torneos en los que está compitiendo. Le esperan semanas complicadas con la defensa en precario.