Nicolás Sánchez vive su momento estelar después de los 25 puntos anotados a los All Blacks en el triunfo histórico de Los Pumas de Argentina en el marco del torneo Tres Naciones. Nacido en la provincia norteña de Tucumán el 26 de octubre de 1988, Sánchez sabe desde hace tiempo que a veces la altura puede dar vértigo. Supo estar bien arriba en el podio. Recibió elogios que pueden ser embriagadores. También mordió el polvo de las frustraciones. Por eso, cuando concluyó el Mundial de Japón, el año pasado, y tuvo un desempeño tan pobre al punto de perder la titularidad, “pensé que había terminado mi carrera”. Aquellos días sazonados de amargura ya están lejos. Su nombre y su apodo, Cachorro, están otra vez en boca de un país una vez más pendiente de los Pumas y de su actuación este sábado ante Australia.

Sánchez lo sabe: siempre hay revancha. La había pasado mal. Había sido el jugador con más anotaciones en el Mundial de Inglaterra. Su brillo lo llevó al Stade Français Paris. Cuatro años más tarde era considerado uno de los jugadores mejor pagados del planeta. Pero en Japón, cuando se esperaba lo mejor de él, las cosas no salieron bien. “Fue un baldazo de agua fría”. Sintió que todo recomenzaba. “La pandemia nos dio tiempo para mirarnos adentro y transformarnos”.

Los Pumas llegaron a Australia 10 días antes de iniciarse el torneo. Nicolás Ledesma, quien en Japón lo había dejado en la suplencia, apostó otra vez por su titularidad. El apertura respondió de manera descollante: un ensayo, una conversión y seis penales. “Quiero agradecer a todos los que están cerca nuestro cuando estamos mal”, dijo después de la victoria.

Sánchez se colocó así nuevamente en el centro de la escena. “25 razones para volver a confiar en su juego”, dijo el portal Infobae. “Un día en la cresta de la ola, otro en el fondo del mar” lo definió el diario deportivo Olé. Para el diario La Nación se trata de un verdadero “héroe”, el autor de un guion de “matices épicos” frente a los neozelandeses que ya es parte de la historia del rugby de este país al convertirse en su máximo goleador histórico. Hasta su proeza era Hugo Porta, una de las grandes estrellas del rugby argentino, el máximo anotador ante los All Blacks en 1985 en el único de los 33 partidos que no se había perdido ante los neozelandeses. Aquel empate fue, hasta el 14 de noviembre de 2020 la excepción que confirmaba una regla de derrotas constantes.

La hazaña de Sánchez ha estado también atravesada por emociones ajenas al deporte. A principios de julio, Pilar, su hermana mayor, se arrojó al vacío desde una azotea. Falleció de inmediato. “Te vamos a extrañar con el alma”, escribió el jugador en su cuenta de Instagram. Una semana más tarde, nació Delfina, su segunda hija.

Cachorro comenzó a jugar en el Lawn Tennis Club de una provincia atravesada por fuertes contrastes sociales. No tiene la misma significación el rugby en Buenos Aires, donde cuatro de cada diez personas se encuentran en la pobreza. Los medios de prensa argentinos suelen recordar que al principio se dudaba de su proyección como apertura: mide 1,77, altura poco usual para el puesto. Sin embargo, logró imponerse por su capacidad atlética, su fortaleza en el tackle y la precisión en los disparos.

“A veces uno juega bien, a veces uno juega mal”, reconoce, y por eso trata de tomarse estos momentos de consagración como algo que pasará irremediablemente. Está convencido de que la adversidad fortalece. A los 32 años, Sánchez ha vuelto a ver al horizonte como un gran campo de posibilidades.