El equipo de Zidane llegaba con la obligación de ganar, y la apabullante goleada del Monchengladbach al Shakhtar, por la tarde, todavía acrecentó el cariz decisivo del partido, con los dos contendientes a una derrota del fracaso. En la primera parte tocó la versión seria del Madrid, ese equipo que está lejos de poder viajar a una buena velocidad de crucero, pero que aún tiene arrestos para acelerar con dignidad en momentos determinados. Tuvo el don de la oportunidad y marcó dos goles. Tras el descanso, desapareció del mapa el plantel de Zidane, perdió por completo la ventaja que tenía y, cuando iba camino del hundimiento, apareció un gol salvador de Rodrygo que, para el próximo capítulo, le ha dado una vida extra el Madrid para luchar por superar la primera fase de la Liga de Campeones.

El partido empezó con muchos robos de balón, imprecisiones forzadas por la apuesta de presión de los dos equipos y la salida desde atrás tocando del Inter, al estilo de los dogmas más puristas de la modalidad. Pero antes que un error determinante de los italianos en la creación, llegaron ocasiones claras para el Inter.

El Madrid jugó sin brillo, pero con la energía y el compromiso que requería el partido y que exigía el plan de hacer daño al Inter torpedeando su inicio de jugada. El peligro blanco se limitó a las jugadas a la carrera, con espacios, porque en ataque posicional sufrió de manera indecible para generar superioridad.

Los blancos tenían que esperar un error y llegó antes de la media hora, con un pase del exmadridista Achraf Hakimi, tras una falta, desde el centro del campo hacia su portería que interceptó Benzema con todo a favor para marcar.

Cinco minutos después, aún entre minutos de zozobra del equipo de Conte, Sergio Ramos corrió sin perseguidor por el área interista hasta anticiparse en el remate del córner y marcar el segundo gol, sin haber atacado para tanto.

Despertó el Inter con el gol de Lautaro Martínez, tras un pase maravilloso de Barella, un conducto de aire para un equipo que se estaba ahogando ante la inesperada efectividad de un Madrid oportunista. La ausencia de Lukaku fue determinante para un Inter escaso de soluciones ofensivas, sin la opción de balones largos para el belga, aunque con el sustento en el centro del campo de un Barella extraordinario.

La presión a todo el campo del Madrid desapareció en el segundo tiempo, con las carencias físicas apareciendo por la esquina y con la reducción de riesgos de los italianos, que se instalaron en el campo rival de forma permanente. A la hora de partido, el Madrid estaba encerrado en su área como si fueran los minutos finales y los blancos parecían haber renunciado a una oportunidad para marcar.

Volvió a respirar el Madrid con los cambios de Zidane, volvió a atacar y a pisar área rival, pero aparecieron los espacios y acto seguido llegó el empate interista de Perisic, con la defensa blanca descoordinada en el intento de fuera de juego.

El partido entró en barrena, con idas y venidas, con el Madrid volcado entre la impotencia y la desesperación, con fallos, imprecisiones y la tensión propia de esa final de la que hablaban las crónicas, caminando por el borde del abismo. Salió bien gracias a otra acción de mérito de Valverde y a los cambios de Zidane: carrera de Vinicius y definición idónea de Rodrygo en el área entre un desajuste impropio de la defensa del Inter.