En los silencios de la Vuelta se escuchan los soplidos de los corredores, los chasquidos de los cambios de marcha y hasta algún suspiro como testimonio del sufrimiento en el Angliru, donde es imposible disfrutar. Da igual si atacas, resistes o te hundes. Este monte saca el lado humano a cualquier corredor, por muy bueno que sea. Y Primoz Roglic no iba a ser la excepción para perder el jersey rojo por apenas 10 segundos ante Richard Caparaz, en el día de la victoria del británico Hugh John Carthy y del ataque de Enric Mas.

En los silencios del Angliru, con sus prados vacíos, sin bicis de aficionados sobre la hierba asturiana, se ve en un día despejado la imagen de Oviedo y el asfalto libre para que los corredores se retuerzan, sobre todo por la Cueña les Cabres, sin duda, la recta más dura del ciclismo mundial, donde el porcentaje no baja del 23%, donde Mas pasa en primera posición, tras un ataque seco un poco más abajo, pero donde es tan imposible ganar como recortar los apenas 10 o 15 metros de ventaja que lleva el corredor mallorquín al resto de figuras de esta Vuelta.

No hay espectadores que animen, no hay empujones que valgan. Solo hay la imagen del ciclista que lucha contra rampas inhumanas, donde Mas, poco a poco ve cómo se le va acercando un británico que se llama Hugh de nombre porque su padre admiraba al actor Hugh Grant y que habla perfectamente castellano porque se formó como profesional viviendo en Pamplona antes de trasladarse, como muchos otros, a tierras andorranas.

En la Cueña les Cabres Roglic, lejos de hundirse, sufre como si se quemase en las brasas aunque asciende siempre acompañado por el estadounidense Sepp Kuss, quien hasta da la sensación de que sube más fresco que su jefe de filas. Hay que resistir, hay que retorcerse sobre la bici, porque, afortunadamente para el esloveno, los desniveles son tan impresionantes que nadie es capaz de superar los 10 kilómetros por hora y, por lo tanto, abrir un hueco que pudiera hacerle perder la Vuelta.

La jugada de Carthy. En el Angliru, Carapaz sabe que solo ganará la Vuelta si se hunde Roglic y si ningún ciclista quiere reivindicar su nombre, en el año de las sorpresas en todas las carreras, en el Tour y en el Giro. Y es allí donde parece que Carthy quiere inscribirse. En la Cueña les Cabres Carapaz se percata de que Roglic no va tan fresco como otros días, que su pedalada no es lozana, que se le está indigestando la montaña de la Vuelta que peor le va. Y se lanza a la caza y captura de Mas, con el objetivo de recuperar el jersey rojo que perdió en Suances por culpa de tres segundos que los jueces dieron a Roglic con gran polémica.

Se ven pero no se tocan. Es una lucha titánica entre todos ellos. Se ven pero no se tocan. Sin público en las gradas del Angliru todos escuchan los soplidos y los suspiros de sufrimiento y supervivencia de los rivales. Todos se percatan si los contrincantes van bien o mal cuando escuchan los chasquidos de los cambios de marcha; si bajan piñones es que quieren acelerar y si los suben, ¡ah! entonces es que no van con tanta inspiración e igual es el momento de atacar.

En las cuestas del Angliru Mas se reafirma como el más valiente y el único que, al margen de Carthy, con su movimiento en el último kilómetro y medio, se decide a atacar. Pero con todos tan cerca, el demarraje del mallorquín apunta más a una victoria de etapa que a dañar al resto de aspirantes de la general.

Las distancias no van más allá de unos pocos segundos. Tan férrea es la batalla por el Angliru, todos tan cerca pero a la vez tan lejos, que la carrera se convierte en un festival para los que no han podido subir como otras veces y se han tenido que quedar en casa frente al televisor.

Carthy se le escapa a Mas tras el paso por el triángulo rojo que anuncia que solo falta un kilómetro de sufrimiento. Se le ha ido la victoria de etapa por la que peleaba, por la que trataba de mantener esos 10 o 15 metros con el resto de rivales. Carthy también burla a Carapaz, que cruza la cima en cuarta posición y recupera un jersey rojo que sabe que perderá mañana, en la contrarreloj que sube hasta el Mirador de Ézaro, ya en Galicia, donde la Vuelta descansa hoy, con nuevas pruebas anticovid y con la intención de coger fuerzas de cada a la última semana de competición tras el combate intenso en un Angliru, más vacío y silencioso que nunca, pero tan criminal como siempre.