“No sé dónde puede llegar este Acanor Novás”, exclama José Manuel Fernández Costas, Manolo Campelo por tradición familiar. Y la voz se le quiebra de la emoción y el entusiasmo al contemplar al equipo de su alma liderando el grupo A de Honor Plata. El eterno delegado del cuadro rosaleiro acaba de jubilarse a sus 77 años, tras casi un cuarto de siglo ejerciendo el cargo. Se lo ha heredado José Cobos. Campelo ya no viaja ni se sienta en el banquillo. Pero sigue asistiendo a los partidos locales y elaborando sus fichas. “Me gusta hacerlo. El día que me muera, si revuelven mis papeles en casa, encontrarán mucha historia”, revela, testigo de esta gloria como lo fue de las penurias pasadas. Retirado, sí, pero como una rosa, que es lo suyo.
El Atlético Novás, fundado en 1974, transita por territorios que desconocía. El club rosaleiro vive su tercera etapa en Honor Plata. Las dos anteriores, también en el siglo XXI, resultaron efímeras, de descenso inmediato. Germán Hermida impidió ese mismo final con un gol en el último segundo del último partido de la temporada 2018-2019. El equipo, bajo la batuta de Quique Domínguez, se asentó en la zona media en el pasado ejercicio. La cancelación de la temporada lo sorprendió peleando todavía por el play off de ascenso. Y en el vigente curso, con Álvaro Senovilla al timón, encabeza en solitario ese grupo A de diez componentes, con tres victorias y un empate. Meterse entre los cinco primeros garantiza pelear por Asobal. Ya la simple mención estremece.
“La situación es positiva. Se mantuvo a parte del bloque del año pasado. De los nuevos fichajes, la mitad son del Rosal, sabían lo que era el club, y los otros se han adaptado muy bien”, explica José Cobos, el nuevo delegado, que antes ya tutelaba las categorías base. El delegado debe acompañar a la plantilla tanto en entrenamientos como en partidos. Es el responsable de la expedición en los desplazamientos y controla que no falte ropa ni agua. “La situación ahora, con esto de la pandemia, es complicada. Se intenta llevar lo mejor posible,aunque tienes que tener mucho cuidado de desinfectar las cosas. Entre todos lo conseguiremos”.
Cobos, andaluz casado con una rosaleira, se estrenó en Barcelona, en el primer partido de la temporada. Y ya allí, como en cada cancha y partido, algún árbitro o delegado rival le ha preguntado por Campelo. Por esa menuda figura de pelo blanco que ha condensado al Novás como una especie de símbolo. “La figura de Manolo es muy importante para mí y representa parte de lo que significa este club para O Rosal. Ha dejado huella. Va a ser muy difícil sustituirlo, aunque lo intentaré dar todo por este club que tan bien me ha acogido y por el que siento tanto”.
Campelo tranquiliza a Cobos y se resta trascendencia. Habla de su despedida con la misma naturalidad que de su aterrizaje. Natural de la localidad, la fundación del Novás lo cogió emigrado a Alemania. Se enroló en los noventa, cuando la continuidad de la institución peligraba. “Yo era un entusiasta del deporte, del balonmano, aunque no lo conocía mucho. Era un forofo”, confiesa. “El que llevaba todo iba a entregar los papeles. Cuatro hombres, aunque fuésemos pequeños, lo cogimos y ahí está. Si no, a lo mejor se hubiese ido todo al tacho”.
De directivo se cambió a delegado a petición y casi orden de Manuel Armán, entrenador que marcó una época.
– Eres tú el delegado –, recuerda Campelo que le dijo Armán, de manera imperativa y casi seca.
“Aunque él no se acuerde, me acuerdo yo”, relata. “Me hice un poco de rogar, pero enseguida empezó a gustarme. Me adapté bien. Aunque nunca pensé que estaría tanto tiempo”, admite.
Al poco de asumir ese rol, el Novás, entonces patrocinado por Movexvial, logró el ascenso a Primera Nacional. Es uno de sus mejores recuerdos: “Fue aquí, en O Rosal, en 1998. Estuvimos en el restaurante Juan tres equipos, Escolapios de Bilbao, Mansilla de las Mulas y nosotros, en el Hotel Restaurante Juan. Los tres durmiendo en el mismo hotel.... Aquello fue una fiesta. Ganamos. Teníamos un equipito joven pero con fuerza”.
Campelo supo cómo compaginar su oficio –en el sector de la marmolería en sus últimos 23 años de vida laboral activa– con la agenda de delegado. “En Primera enseguida coincidimos con dos equipos canarios. Y también hemos tenido que viajar lejos en las temporadas de Honor Plata. Yo le pedía permiso a los jefes. Me dejaban porque también cumplía al máximo”.
En 24 temporadas –“y media”, acota–, los momentos de felicidad se combinan con los tristes. No se le va de la cabeza una derrota en Boadilla del Monte: “Perdimos después de ir ganando durante 59 minutos”. Se retrata a sí mismo en el autobús, enfurruñado durante todo el viaje de vuelta.En general, sin embargo, Campelo ha destacado por su afabilidad, incluso en los momentos de tensión. En tanto tiempo solo le han mostrado dos tarjetas amarillas. “Nunca tuve ningún problema con nadie. Protestaba algo a los árbitros pero luego les daba la mano. Al fin de semana siguiente nos teníamos que volver a ver”, reflexiona.
Campelo comenzó a preparar su marcha la pasada temporada. Los años pesan. Su mujer lo quería más en casa y a él mismo se le empezaba a indigestar tanta espera en los aeropuertos. Así que empezó a dosificarse en las salidas, aprovechando la nueva normativa: de los miembros del cuerpo técnico, incluidos los ayudantes, etiquetados todos como oficiales, solo tiene que desplazarse uno.
Este verano, con el embrollo de la pandemia, Campelo decidió completar la transición con Cobo. “Es una pena que se haya ido”, lamenta el presidente, Andrés Senra, que lo considera “un ejemplo de persona de club, en un papel tan poco protagonista como tan importante. Hacía esa labor que no luce, pero sin ella no llegaríamos a donde estamos”. Senra describe a Campelo “siempre dispuesto a echar una mano en lo que hiciese falta, desde pegar los carteles de los partidos a rellenar botellas de agua para los jugadores... Y siempre con buena cara. Es una persona respetada en el mundo del balonmano, conocida allí por donde vamos. Sin duda deja un hueco dificil de cubrir. Además ha inculcado su pasión por el balonmano a sus hijos y nietos. Sus hijos son o han sido parte importante del club”, recuerda. Germán jugó y fue capitán. Roberto presidió la entidad durante cuatro años y sigue en la directiva, a la que Campelo elogia: “Son chicos con iniciativa”.
“Manolo es una leyenda viva del club”, acota el capitán, Manu Martínez, que llegó al primer equipo solo un año después de que Campelo se hiciese delegado. “Hablar de Manolo es hablar de balonmano y del Atlético Novás. Es una persona a la que todo el mundo quiere y respeta por su amabilidad y simpatía. La verdad es que nos apena su marcha. Me gustaría que este club siguiese haciendo historia con él como delegado, porque sabemos lo mucho que disfruta. Es parte de su vida como la de muchos de nosotros. Pero entiendo y respeto su decisión de no seguir tan vinculado al club. Seguirá disfrutando los partidos desde otra perspectiva”.