Mal camino no lleva a buen pueblo, y el Real Madrid venía percibiendo las vicisitudes de transitar por una superficie pedregosa e irregular, sufriendo los problemas de un verano sin fichajes, de inversiones frustradas y de una transición, desde la generación de las tres Champions hacia un futuro incierto, que se percibe larga y desoladora.

Después del traspiés en Liga ante el Cádiz, el debut en Europa ante el rival menos poderoso del grupo dejó cristalinas las aspiraciones madridistas. Fue una derrota desoladora, después del hundimiento histórico del primer tiempo y una reacción frustrada después, con dos goles aislados y un tanto anulado en el descuento por fuera de juego, pero al final nada más que otra demostración de que los recursos blancos son muy limitados y de que el rendimiento es menguante, camino al Camp Nou. “Ha sido una noche muy complicada. Tengo que buscar las soluciones para que no pase esto”, dijo Zidane tras el partido.

A tres días de visitar al Barça y con dos semanas por delante para dilucidar el futuro europeo, el Madrid se ha complicado su clasificación en un grupo muy disputado. El equipo de Zidane exhibió una carencia preocupante de fútbol, sin capacidad para superar a la defensa poco más que decente, solo bien estructurada, de un equipo más acostumbrado a dominar y atacar. Eso lo demostró con solvencia pese a llegar mermado por casi una decena de bajas. “No tanto por los jugadores, que corren, pero no vi al equipo como yo quería y cuando eso pasa, la culpa la tengo yo”, asumió el entrenador del Madrid.

El estadio Alfredo Di Stéfano, con el nombre del primer gran mito de la competición, se estrenó en la Champions con la mayor goleada al descanso en contra del Madrid en la historia de la competición, al final con una derrota que puede derivar en la primera eliminación madridista de la historia en fase de grupos.

Con una circulación lenta y parsimoniosa, el equipo de Zidane había cedido la iniciativa a un Shakhtar que no perdía un balón. Parecía la reencarnación del Brasil de los 70, con muchos compatriotas y una supremacía casi abusiva ante un Madrid sobrepasado por los acontecimientos, superado, deprimido y sin alma.

Así llegó el primer gol, con una jugada maradoniana del lateral izquierdo y un tiro liberado de Tete, sin un rival cerca en medio del área del Madrid. Cinco minutos después, después de un saque de banda, la defensa blanca pidió protagonismo en la colección de desdichas con un gol en propia puerta de Varane, en una jugada que rozó lo cómico. El festival del descalabro blanco antes del descanso lo completó Solomon, con una definición repleta de clase para culminar otra jugada que ahondó en la humillación blanca. Con la alineación, Zidane había pensado más que nunca en el siguiente partido, sobre todo con la suplencia de un Benzema al que recurrió al descanso. “Hay que cambiar cosas para el sábado. Nos ha faltado de todo”, reconoció Zidane.

En el inicio del ataque de dignidad de los blancos del segundo periodo, Modric hizo un golazo, con un disparo tan lejano como preciso y Vinicius del banquillo, robó un balón, fue atípicamente certero en la definición y le dio la vuelta a la tendencia del partido. No fue óbice para que, entre jugadas frustradas madridistas, las mejores ocasiones fueran ucranianas.