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ciclismo

Gira, Carolo gira

El "rider" vigués se ha impuesto en la prueba de Dirt Jump del Happy Rider Weekend de Barcelona con un salto nunca antes realizado

Miguel "Carolo" Guerrero ejecuta un salto; debajo, el "rider" vigués. // La Poma Park/Happy Ride Weekend

Miguel Guerrero, Carolo sobre la bici igual que para la vida, aguarda sobre lo alto de una pequeña colina en el cirtuito del Park de La Poma, en Premià de Dalt (Barcelona), donde se celebra el Happy Ride Weekend. Es uno de los principales eventos españoles de MTB; aún más importante este año debido a la cancelación de otras citas. Carolo respira. Al fondo de la bajada le aguarda la rampa de madera que lo impulsará hacia el cielo. Al otro lado, un terraplén de tierra sobre el que aterrizará. El vigués ha decidido cubrir ese espacio vacío como nadie lo ha hecho; un vuelo que solo él ha concebido. Aprieta los músculos y se impulsa.

Apenas tiene 22 años, casi siempre como Carolo. "Mi hermano me puso el apodo de pequeño, todo el mundo empezó a llamarme así y ya me quedó", explica. Quizá le fuese difícil precisar cuál fue su primer tacatá, triciclo o carricoche. Pero el enamoramiento del MTB lo recuerda bien. "Comencé a los doce". Y esta década de práctica lo ha conducido hacia la especialización en Dirt Jump: saltos de estilo libre, que los riders realizan sobre diferentes tipos de terreno: andamios, bajadas, planos... Los jueces puntúan la dificultad y ejecución de las acrobacias, determinando así la clasificación.

El truco imposible del 'rider' vigués Carolo

El truco imposible del 'rider' vigués Carolo

La creatividad pesa tanto como la pericia y la tenacidad en esta disciplina. Carolo se interna en geografías inexploradas. Entre sus especialidades se cuenta el 360, un giro horizontal completo de la bicicleta, a la vez que imprime cuatro giros al manillar (lo que se conoce como barspin). Algunos riders son capaces de realizar un 720 -dos giros de bicicleta- con un giro de manillar. Carolo incrementa la apuesta: realizar un 720 Triple Barspin. Un truco jamás ejecutado. "Lo había probado un par de veces en piscina de espuma, de esponjas, donde puedo practicar sin hacerme mucho daño", revela. "Es un truco muy técnico. Estar estabilizado para girar tres veces el manillar resulta muy difícil".

Su inspiración exige sacrificio diario. Carolo combina su pasión ciclística con un oficio convencional en el sector de la automoción. "Mi meta es llegar a ser profesional", proclama, tan soñador como pragmático. "En Vigo y en España en general es muy complicado. Siendo tal vez el mejor, no hay marcas que te apoyen. Existen más posibilidades en Barcelona, donde hay uno de los lugares preferidos del mundo para entrenar. Y en otros países no necesitas ser el mejor para vivir de esto tranquilamente. Yo seguiré aquí mientras pueda. Pero si me tengo que ir algún día, me iré".

Al menos ha encontrado un trabajo en horario continuo que le permite ejercitarse con la bici entre cuatro y cinco horas diarias en el Churraspark de Matamá, de mañana o tarde según el turno que le cuadre en la fábrica. "Este deporte requiere mucho esfuerzo. Entreno muy cansado, pero me he acostumbrado a eso y ya está. Yo necesito trabajar para pagarme los viajes, las piezas de la bici y entrenar para ir a competiciones".

En España, el calendario para los especialistas en Dirt Jump se limita a media docena de pruebas, O Marisquiño entre ellas. A Carolo le hubiera gustado sin duda estrenar su nuevo truco en la rampa del Náutico. "O Marisquiño es lo mejor que tengo al año. Estás en casa y es uno de los mejores eventos que hay, de nivel oro en el Campeonato del Mundo. Quería seguir subiendo puestos. El año pasado quedé sexto por delante de todos los españoles y de alguno del top 10 mundial". Pero la pandemia obligó a aplazar la vigésima edición y contentarse con un certamen digital, mediante vídeos, que se concretó en septiembre. Las restricciones han destrozado la planificación que Carolo había diseñado en 2020: "Me quería centrar más en viajar fuera; a Alemania, Francia, lo que pudiera. Pero no ha podido ser por culpa del coronavirus".

Así que a la Happy Ride Weekend de Premià de Dalt han acudido los riders con hambre y ansia. En Dirt Jump, aunque sin la calidad de otros años en cuanto a presencia extranjera, han acudido algunos foráneos de nivel, como un chileno, además de los dominadores de España. Compiten bajo el sistema "cash for tricks", literalmente dinero en metálico en función de los trucos. Los jueces han decidido otorgar un premio al mejor salto del fin de semana. Y Carolo se ha reservado ese torbellino de cuerpo y máquina que ha concebido en la intimidad del Churraspark. "Lo decidí allí, en el momento. Pruebas el salto, te sientes cómodo, ves que puedes... Noté suficiente confianza como para intentar hacerlo".

Carolo toma velocidad, enfila la rampa y gana altura. En el segundo giro de bicicleta aletea con fuerza las manos para que el manillar baile. Antes de que caiga, otra vez firmemente sujeto para controlar el aterrizaje, el público ya ha estallado de júbilo. "Carolo, Carolo, Carolo", clama el maestro de ceremonias y los aficionados lo corean. El vigués se quita el casco, se lleva las manos a la cara y cae de rodillas. Otros riders lo abrazan. "Me quedé impactado", confiesa. "La tierra estaba muy picada y era difícil aterrizar bien los trucos. Me quedé muy sorprendido. Incluso llegué al hotel y aún no me creía haber planchado eso".

La noticia se ha difundido con rapidez: "Enseguida me empezaron a llegar felicitaciones de los mejores riders del mundo. Como lo ve uno, se lo pasa a otro y se enteran casi todos los que están metidos en este deporte". Además de la victoria, su condición de pionero le supone la etiqueta World's First, como aquel primus circumdedisti me grabado en el escudo de armas de Elcano; Carolo, tanto navegante como planeta en sí mismo, con su rotación y traslación.

También él, desde el viernes, ha revisado muchas veces las imágenes del salto y "desde diferentes ángulos". Algún defecto se saca: "Ahora toca perfeccionarlo y aterrizar bien recto. Se puede mejorar. Me estoy construyendo un salto para practicarlo, llegar a las competiciones y poder hacerlo". Convertir lo extraordinario en rutina es un reto tan complejo como cruzar fronteras, a lo que tampoco renuncia: "Tengo que seguir entrenando ese truco y más. Hay que tirar para delante, sin estancarse, siempre haciendo cosas nuevas y aprendiendo".

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