¿Hay algún vasco al que no le guste la lluvia? Desde luego a Pello Bilbao seguro que no. ¿Llovía en el Giro? ¿Llover? ¡Diluviaba! Parecía que el cielo se desplomaba sobre las cabezas de los corredores que daban vueltas alrededor de Tortoreto. Con y sin Covid era imposible ubicarse en las cunetas y un peligro tocar el freno, aunque fuera de disco, sobre la bici. Y en eso, en uno de los descensos tras las cuestas cortas pero explosivas, Bilbao atacó. Lo hizo con valentía, para que todos se dieran cuenta de que no está situado en la tercera plaza de la general por casualidad y que va en serio en este Giro.

Nadie osó seguirlo y hasta fue una lástima para él que instantes antes de su demarraje a Domenico Pozzovivo, con ganas de liarla, se le escacharrara la bici, porque los dos juntos en ofensiva habrían conseguido enlazar con Peter Sagan, el héroe del día, y hasta habría sido posible que Bilbao obtuviera la recomensa de la maglia rosa que sigue llevando Joâo Almeida.

Fue, por fin, el gran día de Sagan, que llevaba más de un año sin ganar, que necesitaba volver a sentirse rematador, demasiados segundos puestos, muchas veces derrotado en los esprints. Así que ideó una táctica diferente. Buscó una jornada accidentada para colarse en la escapada buena y después dejar petrificados a todos sus acompañantes en un repecho. Ver para creer. Sagan se acababa de convertir en una especie de escalador que se iba para ganar en solitario.

Pero los ojos estaban también pendientes de Bilbao, que abría hueco y hasta se colocaba casi en tiempos de líder de la carrera cuando llegó la reacción . Entre unos y otros podían dejar la casa del Giro sin barrer, o mejor dicho sin fregar debido a la cantidad de agua que caía, hasta que reaccionó Almeida. Fue la señal para que todos despertarsen y el principio del fin de la aventura de Bilbao.

"Vi que algunos de los mejores no iban cómodos. Estaban sufriendo y por eso improvisé, ya que el día era una invitación para atacar", explicó Bilbao al acabar la etapa que se convirtió en una pesadilla para Jakob Fuglsang, que pinchó y cruzó la línea de meta a 1.15 minutos del resto de los favoritos.