Un día se cruzó un perro en el camino de un Joaquim Agostinho que parecía un ciclista sin límites, el que quería correr el Tour con 41 años, el que había sido rival primero de Eddy Merckx y luego de Bernard Hinault y Portugal entró en una depresión ciclista con la muerte de su ídolo. Solo Acacio da Silva (cuatro victorias de etapa en el Giro) y sobre todo Rui Costa, cuando le birló el Mundial de Florencia a Purito, consiguieron volver sentar a los aficionados lusos sobre el sillín de una bici.

Y ahora Portugal ha decidido apoderarse de un Giro que rueda entre el frío, la lluvia y el viento cuando abandona el litoral adriático y busca las montañas de los Abruzos. Son los portugueses ciclistas discretos. Uno, Joâo Almeida, cumple una semana con la maglia rosa a cuestas y, otro, Rubén Guerreiro, de Funchal como Cristiano, se anota la victoria en fuga y en compañía de Jonathan Castroviejo al que deja sin gloria en la cima de Aremagna. Cuántas veces se ha visto la jugada. Castro ataca al resto de fugados, rompe la carrera, se le engancha Guerreiro y al final lo derrota en la cuesta que conduce a meta, la única zona realmente dura.

Un día de perros. Hace tanto frío que a los corredores les cuesta identificarse entre ellos, entre el casco, la gorra térmica por debajo del casco y el chaleco que tapa el dorsal, muchos no saben a quién llevan al lado. Busca Vincenzo Nibali sorprender a los rivales.

Sube por los Abruzos Almeida protegido por sus fieles del Deceuninck. Y asciende el danés Jakob Fuglsang, cabreado porque no le gustó el sábado que Nibali, a quien había ayudado a ganar el Tour 2014, mandase acelerar a los suyos cuando él había pinchado. Busca Italia sembrar polémica cuando seguramente la sangre no llega al río, sino a un enfado que se enfría cuando el agua moja las piernas descubiertas y cala los pies.

Triunfo y sufrimiento

Gana Guerreiro y sufre Almeida porque se le atraganta la cuesta final como a Nibali y también a Pello Bilbao que pierde la segunda plaza con Wilco Kelderman por solo nueve segundos. Almeida también cede unos segundos, pero sigue viviendo de la renta que sacó el primer día en la contrarreloj de Palermo tras superar con nota las subidas sicilianas y calabresas.

No hay nada claro todavía en la pugna por la maglia rosa. Es mejor para los portugueses secar el cuerpo detrás del podio de la meta y ponerse ropa seca. Hay que vivir al día y recordar la época de gloria de Agostinho, muerto en carrera, en 1984, cuando era el líder de la Vuelta al Algarve y cuando todavía no tenía rival portugués que le hiciera sombra. Solo un perro que se cruzó por donde no debía en una época en la que nadie llevaba un casco que seguramente le habría salvado la vida.