De nada sirve ser el campeón y haber ganado 12 títulos. De poco vale sentirse preparado física y mentalmente. Nada es lo que era y Nadal se muestra preocupado por las condiciones en las que deberá afrontar la defensa de su título en Roland Garros.

El número 2 mundial aterrizó en París el miércoles y, tras recibir el resultado "negativo" de la PCR por el coronavirus, que era la primera preocupación antes de empezar, el jueves ya se entrenó en la Phlippe Chatrier, con el techo cubierto por la lluvia. Pasó tres horas y ayer no ocultaba su decepción ante la prensa. "Las condiciones son más difíciles: juego lento y una pelota superpesada que es una piedra para mí", valoraba como primera impresión . "Pese a todo, acepto el reto con mentalidad positiva, determinación e ilusión. La situación no es ideal y no pretendo engañar a nadie. Pero si estoy aquí es porque tengo ilusión de luchar por competir al cien por cien", insistió Nadal.

El tenista destacaba el frío que hace en París (ayer 9 grados) y la previsión de lluvia para la semana. "Unas condiciones al límite para un torneo al aire libre", y aireaba su preocupación por las nuevas bolas. "Las probé en Mallorca y me parecieron lentas. Son duras y peligrosas para una lesión", dijo.

"Es el Roland Garros más atípico y diferente que nunca haya jugado. Será como un torneo nuevo para Rafa y hay que ver cómo se adapta", destaca Francis Roig, entrenador del campeón mallorquín junto a Carlos Moyà.

Casi sin público

La casa parece la misma que Nadal conoce desde que ganó por primera vez en el 2005. Pero las reformas que se han hecho y el momento de jugar el torneo la hacen muy diferente. La Philippe Chatrier, de la que Nadal conocía cada rincón al milímetro, se ha renovado totalmente para colocarle un techo retráctil que permitirá jugar si llueve.

No será el único cambio. El ambiente y la emoción de los partidos tampoco será igual, casi sin público en las gradas. Tan solo 1.000 privilegiados podrán acceder a una pista con capacidad para 15.000 espectadores.

Una situación que no le gusta a Nadal, como tampoco cambiar sus costumbres en París. Este año no ha podido alojarse en el hotel Melià Alma de los Campos Elíseos, donde siempre iba. Esta vez ha tenido que instalarse en el hotel facilitado por la organización y, como el resto de jugadores, reducir su corte de acompañantes a Moyà y Rafael Maymó, su fisioterapeuta.

Las cosas son distintas pero el objetivo es morder de nuevo la Copa de los Mosqueteros el 11 de octubre, día de la final. Ganar su decimotercer título, récord de récords, para igualar los 20 Grand Slams de Roger Federer.

No ha sido fácil llegar hasta este momento. La pandemia del coronavirus ha afectado a Nadal en esos siete meses de parón sin jugar. Otras veces había estado parado, pero era por lesiones, nunca por una situación así. "Nadie nos esperábamos eso. Cuando volvimos de Indian Wells, en abril, nos pensábamos que duraría tres o cuatro semanas, no que estaríamos siete meses parados. Ha sido de locos. Y a Rafa le costó asimilarlo. Sufría por la incertidumbre y por la situación. Le cambió la vida. Rafa es un hombre de rutinas, de objetivos, le gusta planificarlo todo y no podía", explica Roig.

Nadal ha explicado cómo ha pasado estos meses. "Me costaba levantarme y hacer cosas. Las noticias eran terribles y lo que menos me importaba era el tenis". Tardó en coger una raqueta. Su actividad en las redes sociales desapareció un tiempo hasta que, animado por Pau Gasol, inició una campaña para recoger fondos y ayudar a los afectados por el coronavirus con la que han recaudado 14 millones de euros junto a otros deportistas españoles.

"Cada día me decía: 'Bueno, a ver, ¿qué hago hoy para no aburrirme?", explicó en una charla con niños de su fundación que le preguntaban que hacía en esos días de confinamiento.

Hiperactivo como es Nadal, no fue fácil aceptarlo pero, poco a poco, se lo fue tomando con calma y aprovechar para estar con los suyos. "Cuando vio que el parón del circuito iba para largo cambió el chip. Se hizo colocar una red gigante en el jardín para practicar el saque. Se animó y volvió a aparecer en las redes sociales colgando fotos y vídeos donde se le veía cocinando repostería, jugando al tenis en la terraza de su casa con su hermana, preparándose en el gimnasio, acudiendo a su academia y saliendo a navegar con su espectacular catamarán, el Great White, que le había llegado al puerto de Porto Cristo (Manacor) en pleno confinamiento. Y para aplacar su conocida competitividad se apuntó al campeonato de Baleares de golf, en el que acabó cuarto.