Era invierno, pero no importa. Lo dijo. Es más, lo ha repetido en cada entrevista que ha concedido este año. "Cada día me levanto pensando que voy a ser campeón de MotoGP". La frase la dijo Maverick Viñales (Yamaha) nada más ponerse en marcha en Andorra. La sentencia la repitió a medida que, como cada año, como en cada test que no otorgaba puntos para el Mundial, él, MVK, Top Gun, era siempre el más rápido.

Lo fue el sábado, de nuevo, en San Marino. Y arrancó primero, pero enseguida apareció un superdotado, un resucitado Pecco Bagnaia (Ducati), que había acudido a la parrilla del circuito Marco Simoncelli apoyándose en una muleta y se adueñó por completo de la situación.

En cuanto el discípulo adelantado de Valentino Rossi (el otro, Franco Morbidelli había ganado, siete días antes, con una Yamaha) se puso delante, se acabó la carrera. Hasta que, cuando ya estaba a más de un segundo de Pecco, es decir, empezaba a resignarse con otro gran resultado (pero no la victoria soñada), los ojos de Viñales se abrieron como platos. No podía creérselo, aquel que estaba llamada a convertirse en el quinto nuevo vencedor del 2020 tras Fabio Quartararo, Brad Binder, Miguel Oliveira y Morbido, que se han estrenado este año en MotoGP, se fue al suelo, él solito.

Y Viñales se pudo mirar de nuevo al espejo y pensar:"Voy a ser campeón del mundo". MVK reconoció que, por vez primera, en mucho tiempo (MVK no ganaba desde Malasia 2019) había trabajado, durante todo el fin de semana, solo para la carrera. Y como esta vez lo tenía todo a punto, no tuvo problema en mantener la distancia, más de dos segunditos, sobre los jabatos que le perseguían. Y ganó. Y se encaramó a la tercera posición del Mundial: Dovizioso (84 puntos), Quartararo y Viñales (83).

"No sé, la verdad, probablemente no, no hubiese logrado alcanzar a Pecco, aunque me sentía con fuerzas de empezar a intentarlo, precisamente en el momento que le ví caerse delante mío, a falta de siete vueltas, pero el triunfo me sabe a gloria y, si se lo merecía Pecco, también me lo merecía yo por todo el fin de semana", señaló Maverick Viñales,

¿Y qué ocurría detrás? Una pelea maravillosa, descartado ya Valentino Rossi (Yamaha), que se cayó a las primeras de cambio, y el líder Andrea Dovizioso (Ducati), en otra jornada de luto (¡acabó octavo!). Detrás, un ciclón llamado Joan Mir (Suzuki) se merendaba a Fabio Quartararo (Yamaha) en un interior tremendo (¡idéntico al que le hizo a Rossi, hace siete días!) y en otra hábil maniobra a Pol Espargaró (KTM), que iba ya sin neumático trasero. Y, luego, como multaron al Diablo, se produjo el triplete español. Ya ven, de no haber ganado aún a lograr el triplete.

Esas descalificaciones, como la sufrida por Quartararo, una vez cruzada la meta (aunque le avisaron tres vueltas antes del final), son el pan nuestro de cada día, pues el campeonísimo norteamericano Freddie Spencer, juez de la carrera, cree que los pilotos no pueden adquirir ventajas invadiendo el arcén en las curvas y menos en los últimos giros decisivos.

"Dije antes de empezar el año que me veía capaz de ganar carreras y aspirar al título y no fue un farol. Me hace mucha ilusión estar en la pelea, la presión de estar delante, de representar a Suzuki en el Mundial y llevo cuatro grandes resultados (tres podiso en las últimas cuatro carreras) y, siguiendo así, llegará la victoria", señaló Mir, el más vistoso de los tres pilotos españoles que coparon ayer el podio.

De esperar el primer triunfo de la armada invencible en el conflictivo y extraño 2020, a lograr todo un triplete. Tan raro como este Mundial.