Si fuera rápido en los esprints, si no se cortase con el viento y hasta, en el pasado, si no se fuera al suelo en el momento más inesperado? si fuera todo eso, quizá, Mikel Landa sería el líder del Tour. En la ronda francesa de los eslovenos (Primoz Roglic de líder y Tadej Pogacar de gran atracción) el ciclista vasco está con los mejores. En un Tour donde sería injusto que solo el viento decidiera una general -una circunstancia que también juega en contra de Pogacar-,Landa está delante. Landa no pierde tiempo en la montaña. Landa quiere y puede y, a partir del próximo miércoles, superada una etapa entre islas (Oléron y Ré) tan plana como peligrosa por el aire, el corredor alavés solo tiene cimas en el horizonte.

Pasaron los Pirineos, el sábado con el Peyresourde y ayer con el Marie Blanque, la cima donde en vez de una pintada estaba inscrito en el suelo el lugar donde atacaría Pogacar. Fue a 2.800 metros de la cima. Pero esta vez no, esa vez no se dejaron sorprender por la furia del joven esloveno quienes pelearán con él por algo grande en París. Solo cayeron o aflojaron aquellos que mostraron fisuras, los que dejaron claro que cuando la carrera se acelera de verdad, cuando Pogacar pone la directa, ellos se distancian por mucho que se llamen Nairo Quintana, Guillaume Martin, Romain Bardet, Rigo Urán o Richie Porte.

Como si el Tour se repartiera en lotes y Pogacar fuera el que diera juego, en plena subida al Marie Blanque se acabó de ver verdaderamente quién puede ganar en París. Y se vieron enseguida tres grupos, el de Roglic y Pogacar, con Egan Bernal y Landa; el que resistía por perder los mínimos segundos posibles con ellos (fueron 11, con Quintana a la cabeza) y los que daban ya muestras de cierta flaqueza, como el líder derrocado, Adam Yates, y Enric Mas, aunque el mallorquín confía mucho en los Alpes. Todo se verá. Con esta idea corre el conjunto Movistar que ayer tomó el mando en la clasificaciones por equipos gracias, sobre todo, a la actuación tapada de un Carlos Verona en un estado de forma fabuloso.

Y así, con Pogacar capturado, con un cuarteto dominante a la caza del pobre y desafortunado Marc Hirschi, el mismo que se jugó el bigote bajando el Marie Blanque para acabar capturado poco antes del último kilómetro, el Tour se entregó a la magia de cuatro ciclistas: dos eslovenos, un colombiano y un vasco. "La verdad es que no he tenido suerte. El primer día, en Niza, me caí y me hice daño de verdad. Y luego me corto por el viento. Es el Tour y el Tour no perdona. Pero sigo soñando y por eso no descarto el podio", palabra de Landa.

Él es de los ciclistas que se alegran cuando abren la ventana del hotel por la mañana, en este caso en Pau, y ven montañas a lo lejos. Al contrario de los que odian el frío y el agua, Landa como buen vasco, no se arruga ante las perversidades del tiempo. Y ahí se le ve, en el Marie Blanque, vigilando a Roglic, situándose a su rueda o por delante de él, sin perder de vista a Pogacar y sabiendo que cuando lleguen los Alpes, Bernal puede andar como si un cohete escondido detrás de su sillín lo impulsase hasta el más allá.

Landa no es rápido, nunca lo ha sido, si llegan cinco a la meta, no hace el sexto porque no hay más. Y la primera prueba ya se aprecia en la cima del Marie Blanque donde hay segundos que repartir a modo de bonificaciones. Premio por el que pelea la pareja eslovena. Pogacar mira hacia atrás, tropieza con la rueda de su compatriota y casi se va al suelo. Roglic, que no sabe lo que ha pasado, se disculpa.

Si los eslovenos pelean por la bonificación, Landa y Bernal, más lentos en el esprint, solo deben cuidarse de que no los sorprendan y que abran un hueco en la bajada hacia Laruns que les haga perder todo lo ganado mientras ascendían por el Marie Blanque. Capturan al pobre Hirschi y ya no hay tiempo para otra cosa que no sea preparar la llegada. Landa lo hace perfecto en la fase inicial. Se pega a la rueda de Roglic, aparentemente el más rápido. Pero no hay manera, lo supera Pogacar, que gana la etapa, Roglic, que acaba segundo, Hirschi, que se debe conformar con la tercera plaza y hasta Bernal, con la palabra peligro dibujada en su cara.