Nadie ha hecho más ni mejores méritos para ganar la Liga de Campeones de 2020 que el Bayern Múnich, cuyo recorrido hasta el título ha sido tan impecable como su desenlace: campeón de Europa con un 0-1 al París Saint Germain por un gol de Kingsley Coman y dos paradas de Manuel Neuer.

En dos detalles, en el dominio de las áreas, la propia y la ajena, quedó determinada la resolución de la final de la competición de las competiciones de clubes, que despertó de nuevo la frustración del PSG, al que no le basta con ganarlo todo en Francia, pero tampoco le alcanza, al menos de momento, para triunfar en Europa.

Seis Copas de Europa tiene ya el Bayern, que, siete años después, reconquistó el inigualable y poderoso cetro que todos persiguen pero nada más está al alcance de muy pocos, no sólo a lo largo de un año o dos, sino de toda la historia; el título que incluye el nombre del equipo en la leyenda del fútbol; por mucho que el actual haya presentado un formato, a través de una final a ocho, y unas circunstancias especiales por la pandemia.

Pero nada resta tamaño a su victoria. El Bayern ha sido el mejor. Lo ha ganado todo en esta edición de la Liga de Campeones; cada uno de los once partidos que le han dirigido con la rotundidad de un favorito invencible hasta la fase final y la cima en Lisboa, con una cantidad de goles increíble en un torneo tan corto, 43 tantos. Como su esprint final, en el que además ha lucido una autoridad inusitada en rondas tan altas.

El 7-1 al Chelsea en el global de octavos; el tremendo 2-8 al Barcelona en los cuartos; el ejercicio de eficacia contra el Lyon, al que doblegó por 0-3... Y la culminación ayer contra el PSG, sin tantos alardes, pero con la eficacia de siempre.

Mientras queda en cuestión la hegemonía del modelo español en los últimos tiempos en la 'Champions', surge un equipo cuyo techo hoy es imperceptible. Lo predicen sus números: 21 victorias seguidas, 30 partidos invencible y 33 triunfos en 36 encuentros a las órdenes del impactante Hans Flick, su entrenador desde el pasado noviembre.

Desde luego, no ha sido su límite la Liga de Campeones de este curso. Ni tampoco el multimillonario París Saint Germain. Ni Neymar ni Mbappé ni Di María. Ni siquiera tales futbolistas ni tal equipo, a los que derrotó con un ajustado 0-1. Porque el Bayern también gana por la mínima. También sabe sufrir. Y tiene un portero indiscutible.

Porque el Bayern de hoy tampoco sería lo que es -y ni mucho menos habría llegado dónde está- sin su guardameta. Neuer frustró a Neymar en la primera ocasión. Dos veces en un instante. Dos paradas decisivas. Al borde del descanso, Mbappé le regaló un remate que era gol o gol.

El PSG entendió mejor el primer tiempo. Su presión fue más eficaz y su plan más clarividente: recuperó la pelota con celeridad, muchas veces en campo contrario, y con la misma velocidad lanzó sus ataques, enfocados al perfil izquierdo de su ofensiva, a Mbappé, que durante un rato desbordó todo lo que quiso a la espalda de Kimmich.

Hubo entonces más ocasiones que juego. No fue una excepción el Bayern. Entre tantos partidos en uno, con el éxito en la presión alta como el eje que dividió el mejor momento de uno u otro equipo, Lewandowski es un filón para él. Siempre está ahí, atento. Y siempre encuentra el margen suficiente para alguna oportunidad. Dos en el primer acto: una media vuelta al poste y un cabezazo centrado.

Dos avisos del poder que tiene el Bayern, que ni en el partido previsto, ni en el juego que pretendía, se sentía al menos con las mismas posibilidades, o más, que su oponente. Y con los infinitos recursos que tiene, como Kingsley Coman, la irrupción del once... Y el goleador: de cabeza, al borde de la hora, a servicio de Kimmich. El extremo rompió el encuentro. No sólo eso, sino que le dio el sexto título de Europa.