El Celta ha decidido tirar todas las opciones de salvarse de manera tranquila y ha optado por la ruleta rusa de la última jornada. En un partido tan desconcertante como la propia temporada del equipo, los de Óscar García perdieron contra el Levante por 2 - 3, después de remontar dos tantos visitantes y con gol anulado por el VAR incluido en el descuento. Como el Leganés sí hizo sus deberes -no así el Mallorca- los vigueses se jugarán la permanencia en el último encuentro, contra el Espanyol. Parte con un punto de ventaja, pero lo harán sin Rafinha, por quinta amarilla, y sin Nolito, expulsado en el esperpéntico final del partido.

Empezó el Celta totalmente bloqueado por la tensión. El balón les quemaba en los pies, pese a salir con un mediocampo lleno de peloteros, y luego perseguían sombras. El Levante estaba comodísimo y traspasaba con facilidad el bloque defensivo celeste. Una penetración por la derecha, a la espalda de la defensa, acabó con pase atrás de Campaña, que el talentoso Bardhi colocó junto al palo. Minutos después Mayoral anotó el segundo con suma facilidad, pero el VAR anuló por fuera de juego ajustado. El Celta estaba sonado.

Tan tocado que solo unos minutos después se confirmó el estado catatónico de los locales. El Levante, que no se jugaba nada, trazó una jugada de fantasía que otra vez Bardhi culminó con un tiro imparable para Iván Villar. Era el minuto 28 y los vigueses estaban sobre la lona. Llegó la pausa de hidratación y el partido giró. Un pase genial de Aspas al espacio citó a Brais con el portero, pero un defensa llegó para desviar su tiro a córner. El lanzamiento de esquina lo peinó Araujo en el primer palo y Mina embocó en el centro del área pequeña. Poco después, el goleador, que al menos ha llegado enchufado al final de la temporada, puso un balón largo para el genio de Moaña, que ganó la espalda a la defensa, regateó a Koke Vegas y, a puerta vacía pero escorado y en carrera, la puso dentro del marco.

El Celta no había crecido desde el fútbol, sino desde el orgullo y la calidad de dos de sus jugadores. El descanso imponía intervención del técnico: metió a Nolito y Bradaric por Beltrán y Okay. Con todo, siguió sin encontrar su fútbol el equipo: Kevin salvó por los pelos, casi literal, un gol en una de las primer jugadas de la segunda parte y poco después llegaba el tercero. Un centro al primer palo destapó las vergüenzas de Araujo, al que Mayoral ganó la posición.

Parecía como si el guionista del partido quisiese desquiciar a los jugadores del Celta. Aún se guardaría un truco final. Los de Óscar no encontraban soluciones, ni siquiera cuando Jorge Miramón asestó una patada salvaje a Aspas y el árbitro, VAR mediante, lo mandó a la caseta. Faltaba más de media hora para darle la vuelta a la tortilla. El equipo empujó, aunque sin mucho tino. El genio de Moaña lo intentó todo, pero le faltaba el aire; Rafinha firmó un partido para olvidar, de Nolito tampoco hubo grandes noticias.

Ya en el descuento, con el Toro Fernández en el campo en busca de la heroica, Bradaric puso un gran centro al primer palo que cazó Nolito. El Toro, que estaba por delante, saltó para dejar pasar el balón; tras consultar el VAR, el árbitro decidió que había tenido una participación decisiva. Mientras dirimía la jugada tuvo tiempo de sacar la segunda al sanluqueño. Un final del partido perfecto para mandar al diván al celtismo y a la plantilla. Tienen de aquí el domingo para encontrar la mejor predisposición psicológica para afrontar la bola de partido definitiva.