Sigue jugando a fútbol. Hace 10 años estaba en Sudáfrica iniciando la semana más decisiva de la historia del fútbol español y ahora está en Japón, donde se acaba de reactivar la Liga tras la pandemia, disfrutando con el Vissel Kobe. Hace una década desconocía Andrés Iniesta que el destino le tenía reservada una increíble sorpresa: ser el dueño del gol que llevó a la selección a la conquista del Mundial-2010 tras batir en la prórroga a una dura y agresiva Holanda. Una efeméride que se celebrará el próximo 11 de julio.

-Ahí está usted, con la copa alzada al cielo de Johannesburgo. ¿Qué piensa ahora?

-Lo primero que me viene a la cabeza son recuerdos mágicos. Y sin querer te trasladas a ese momento, aunque hayan pasado ya 10 años. Aquel momento que vivimos en Sudáfrica fue tan potente que todavía hoy sigue teniendo una fuerza brutal.

-¿La realidad superó, de nuevo, a la ficción?

-Sí, sinceramente. Porque hay cosas que no se pueden soñar. Ya lo he dicho muchas veces. Cuando era pequeño, yo tenía el sueño de ser jugador de fútbol, de ser jugador de élite, por así decirlo.Pero tampoco cuando era pequeño soñaba con ganar un Mundial. Una vez estás en el lío y estás en todo, pues, evidentemente que esos sueños se pueden convertir en realidad.

-¿Qué hay detrás de esa foto?

-Hay muchísimo trabajo, sacrificio, horas de entrenamiento y de preparación a todos los niveles. Mío y de todo un grupo para conseguir ese gran momento. A nivel personal, y si lo acotamos a un año atrás, todavía tiene muchísima más relevancia. Y más valor, claro, poder levantarla.

-De Stamford Bridge a Johannesburgo, usted vivió unos meses muy duros. La muerte de Dani Jarque, lesiones y más lesiones, una depresión...

-Es cierto. Por plazos y fechas sí creía que podía llegar al Mundial aunque luego empezaron a llegar los problemas. Pero tuve siempre la confianza del entrenador. Me sentí muy apoyado. Pude llegar, aunque no en las mejores condiciones.

-Le pasó de todo.

-En esos meses previos al Mundial viví momentos muy difíciles, sobre todo por la última lesión que me hizo llegar muy justo. Incluso en el último partido de preparación, que jugamos en Murcia contra Polonia, volví a sufrir otro problema. Noté algunas molestias que me hicieron no llegar muy bien al primer partido contra Suiza.

-Y en el debut, otra lesión.

-Parecía que no iba a ser posible que estuviera bien. Al lesionarme con Suiza, pensé: "Ufff".

-¿Pensó que ya no volvería a jugar en todo el Mundial?

-Sabía que me había hecho daño, de nuevo. Pero no quisimos ni hacer pruebas médicas.

-¿Por qué?

-No queríamos alarmar ni tampoco hacer algo que me pudiera descartar ya para todo el Mundial. Pero, afortunadamente, el trabajo con Raúl [Raúl Martínez es uno de los fisios de la selección] hizo que esas molestias remitieran luego y pudiera volver a jugar.

-Entre la angustia del horrible debut con derrota ante Suiza y el miedo que provocaba Chile, empieza, en realidad, su Mundial.

-Fue el momento clave. Hicimos un trabajo muy bueno con Raúl. Él dio con la tecla del problema, que tenía atrás, en el músculo isquiotibial, y no me dejaba ser yo. Me limitaba mucho. Dio con la solución y recuerdo que un día, tras un tratamiento, tuve unas sensaciones buenisímas. Al acabar, y sin que me viera nadie, salí al pasillo del hotel y me puse a correr. Sentí que ese atrapamiento que yo tenía en mi pierna había desaparecido. Y todo cambió.

-Y vuelve contra Chile.

-Todavía recuerdo el silencio sepulcral que había en el autobús camino del estadio de Pretoria. Era todo o nada. Ganar a Chile y seguir o nos volvíamos para casa. En ese trayecto hacia el campo no hablaba nadie. Había muchísima tensión, muchísima presión, muchísimas emociones contenidas... Teníamos que ganar como fuera para respirar un poco.

-Se juega, se gana y marca.

-Tuve sensaciones muy agradables. Hacía mucho tiempo que no jugaba un partido entero y no estaba fino. Para mí, ese día de Chile era doblemente importante. Por lo que nos jugábamos, claro, y para saber cómo me sentía yo. Tenía ganas de volver a jugar, de sentirme bien, de ayudar al equipo, de contribuir. Me lo tomé con esa mentalidad. Afortunadamente, todo salió bien. Ganamos, seguimos en el Mundial y, además, pude ayudar marcando un gol. Al terminar, nos dimos Raúl y yo un abrazo muy sentido.

-España, también. 1-0 a Portugal, 1-0 a Paraguay, 1-0 a Alemania... Era otra selección.

-Poco a poco, el equipo iba creciendo. Íbamos de menos a más. Éramos un equipo seguro, no recibimos un gol en octavos, tampoco en cuartos, ni en la semifinal... No era fácil para los demás crearnos ocasiones. Y los rivales nos tenían mucho respeto. Eso era algo que percibíamos en el campo.

-¿Se desbloquearon?

-Pasar aquel partido ante Chile nos dio mucha seguridad a todos. Y nos hizo sentir que estábamos en el buen camino. Está claro que nos desbloqueamos porque volverse a casa con el equipo que teníamos habría sido una decepción mayúscula. A partir de ahí sentimos que estábamos donde debíamos estar, con la tranquilidad que nos daba haber salvado un match-ball. Ya teníamos la confianza de luchar contra los mejores. Contra Alemania, por ejemplo, lo vimos.

-¿A qué se refiere?

-Venía de ganar 4-0 a Argentina en cuartos y era una de las sensaciones del torneo en cuanto a juego y resultados. Pero nuestro equipo transmitía muchísima seguridad y confianza. Alemania también sabía lo que éramos como equipo y como bloque. Y del potencial que teníamos. Nos tuvo mucho respeto. Para mí, fue el mejor partido que hicimos. El más completo.

-Y España se asoma a una final del Mundial, algo nunca visto.

-Son horas complicadas. Es un partido que no has jugado en tu vida. Y, seguramente, nunca más lo volverás a jugar. Es un momento único.

-Vuelve el silencio al autobús.

-Sí, es un silencio distinto al de Chile. Pero hay silencio. Estás ante una final. Te sientes un privilegiado. Era presión y tensión, combinado con ilusión. Es algo grandioso estar ahí.

-Baja del bus, llega al vestuario del Soccer City y pide algo...

-Pensando en si somos campeones del mundo, me acordé de Dani Jarque. Entonces, antes de salir a calentar, le dije a Hugo: "¿Me puedes preparar, por favor, una camiseta para Dani?" [Hugo es Hugo Camarero, fisioterapeuta de la selección]. Al volver al vestuario, la camiseta estaba ahí. Se me ocurrió en ese momento. No antes ni después. No llevaba nada pensado.

-¿Creía que la mostraría?

-Mi idea no era por si marcaba un gol, sino por si ganábamos el Mundial y enseñarla luego. Quería quitármela y que entonces se viera el mensaje. No pensé en ponérmela por si marcaba un gol. Pensaba en la victoria del equipo y luego mostrarla.

-Empieza la final contra Holanda. Es una final dura.

-Se vieron entradas feas, duras, situaciones más allá del límite. Pero es una final de un Mundial, hay muchas situaciones que no son fáciles de controlar.

-Sentía que en la final usted iba de menos a más también.

-Llegué bastante entero al final y luego a la prórroga. Sentía esa fuerza. Estaba feliz de acabar el Mundial con esa sensación de fortaleza tras empezarlo con tantos problemas.

-Marca el gol y aparece Dani.

-Hasta la camiseta salió perfecta de mi cuerpo. Quizá era el momento tan increíble que estábamos viviendo todos. Era como estar volando, era algo mágico. Yo creo que es difícil tocar el cielo, pero en ese momento todos estuvimos cerca.

-¿Fue instintivo el gesto?

-Iba dentro de mi mente. Desde que me la puse, ya era algo natural. En ese momento, Dani, desde donde estuviese, nos ayudó a conseguir el Mundial. Son cosas que no se pueden explicar, que van más allá de lo consciente o racional. Están metidas por ahí y en momentos determinados pues no hace falta ni pensarlas porque salen solas.

-¿Ha visto muchas veces el gol?

-Muchas. ¿Cuántas? No sé, pero muchas. El momento tiene una fuerza que nunca se acabará. Cada vez que lo veo me emociono.

-Han pasado ya 10 años ¿qué recuerda ahora?

-Recordaré siempre a una selección con un talento descomunal y un grupo de personas extraordinario. Conseguimos tener una combinación muy buena. Y luego se dieron todas las cosas. También me gustaría recordar aquella carrera en el pasillo del hotel cuando Raúl me desbloqueó. Fue uno de los momentos claves del Mundial. Me quedo con las vivencias del día a día, del frío de Potchefstroom, de muchas charlas, de muchas situaciones... Es un recuerdo imborrable, de cómo nos trataron... Fue maravilloso, una experiencia brutal.

-¿Y qué legado dejaron?

-España estará en la historia de las selecciones mas grandes que han existido. Ojalá veamos algo parecido. Pero ese grupo de jugadores, del 2008 al 2012, estará ahí para siempre en el fútbol mundial. Para nuestro país y para el jugador español, eso no tiene precio. Ese periodo tan bueno abrió muchísimas puertas a otros jugadores a ganarse la vida y a disfrutar del fútbol. Eso queda para siempre y para el recuerdo.