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Un "birdie" en la lavadora

Críticas a que la imagen del palo de golf, que no era tal, en la cacerolada de Madrid haya reactivado el estereotipo elitista

El Che, en su partido con Fidel, fotografiado por Alberto Korda.

Un manifestante del barrio de Salamanca golpea una señal de tráfico con su palo de golf. El vídeo hace furor. Pablo Echenique le añade "cucharas de plata" al concierto de la cacerolada y el periodista Quique Peinado escribe que tal vándalo "no es consciente de lo que representa eso. Así de fuera de la realidad viven". Las redes sociales bullen en bromas, dibujos y memes. Desde la trinchera contraria replican con fotos de Fidel Castro y el Che Guevara jugándose unos hoyos. En realidad, el indignado madrileño aporreaba la señal con una escoba, aunque haya cundido como símbolo de la revuelta de los "cayetanos"; Fidel y el Che parodiaron un partido para mofarse de Dwight D. Eisenhower, que lo practicaba con pasión. En medio el golf, con su historia y sus contradicciones; también con el empeño mayoritario de sacudirse el estereotipo elitista. "Jugar al golf no significa que pertenezcas a la clase alta o que tengas muchísimo dinero, juegas porque te gusta y te entretiene", resume Marta García Llorca, gran promesa gallega.

Este año se han expedido alrededor de 280.000 licencias de golf para ciudadanos españoles; de ellas, 10.500 en Galicia. "Somos la séptima comunidad", cuantifica el presidente de la Federación Gallega, Mario Covelo. "No somos quién para acreditar socialmente a nuestros practicantes, pero yo diría que son de clase media absoluta, con gente muy diversa", aventura.

En Galicia existen 20 campos de golf: 14 grandes, con sus 9 o 18 hoyos, y otros 6 de la modalidad "pitch and putt", con recorridos de no más de 100 metros, ideales para principiantes. De esos campos, la mayoría pertenecen a clubes privados. Existen dos, sin embargo, de titularidad municipal, "muy accesibles": el de Meis y de Supera A Torre, en A Coruña, "que tienen más de 2.000 inscritos y una cuota mínima", evalúa Covelo. Está proyectado un tercero. También hay dos instalaciones en régimen de lo que los estadounidenses conocen como "pay and play", sin socios: el de Augas Santas, en Lugo, y el de Mondariz, adscrito al hotel balneario.

Pero tampoco los campos de los clubes privados están limitados al uso exclusivo de sus miembros. Mario Covelo resume: "En Galicia ningún campo tiene restringido el acceso por no ser socio". La licencia es la única obligación. El jugador debe superar unos cursillos, por cuestión de seguridad, y adquirir un hándicap. Con esa licencia, que conlleva su correspondiente mutualidad, podrá reservar plaza en cualquier campo gallego, ciertamente que a un precio superior al de los socios. Las tarifas varían. Como referencia, en el Aero Club cuesta 30 euros el empleo del campo de prácticas y un recorrido de 18 hoyos; para los socios, 6 euros.

30.000 puestos de trabajo

"No es el golf en sí lo que tiene una imagen elitista, sino los clubes, que son privados y cada uno marca sus normas"; concreta Covelo. Existen algunos que se mantienen como reducto de la alta burguesía. Son los menos. El mandatario federativo indica que "la sociedad ya no admite pagar 30.000 euros para ser socio de un sitio. No hay esa necesidad porque existe mucha oferta". Y aunque le encantaría disponer de más campos públicos, entiende que tal cosa "supone una fuerte inversión". Es lo que abunda en el sur de España, pero en otras circunstancias, con ese turismo específico que busca la garantía de "sus 300 días de sol". En España, la industria golfística genera 30.000 puestos de trabajo.

José Cerillo ha estado en los dos lados de la cuestión. Leyenda del balonmano, deporte popular, se aproximó al golf de la mano de Gustavo Alonso, compañero en el Pilotes Posada Octavio entre 2008 y 2010. Aquella experiencia iniciática en Mondariz lo fascinó. Su mujer le regalaría después por Navidad unas clases y le ha cundido. Cerillo, además de socio, ha ejercido como gerente del Aero Club durante dos años. "Me encontré un deporte mucho más accesible de lo que yo pensaba", relata el antiguo extremo académico. "Y yo creo que ahora no es como antes. El ambiente está cambiando. Precisamente fue uno de mis objetivos durante esos dos años. Hemos crecido en un porcentaje alto por gente que veía el golf de otra manera, que ni siquiera se planteaba jugar y está encantada de hacerlo".

Quedan resistencias por vencer a ambos lados de la incomprensión, confiesa Cerillo. "Intento explicar la realidad que yo veo. Son las cosas por las que peleé fuera y dentro del golf. Ese estigma de elitista lo tiene porque antes lo era. Debe abrirse más al público". Detalla sus atractivos: "Es muy familiar. Puedes jugar con tus hijos e incluso competir de tú a tú, que para eso está el hándicap. ¿Qué otro deporte te puede ofrecer lo mismo, disfrutando de la naturaleza toda una mañana y toda una tarde? Hay más valores a potenciar que los que se quiere vender".

Aparte de la licencia y el campo, queda el gasto en material, que Cerillo relativiza: "Igual que en el running o en el pádel, puedes empezar invirtiendo mucho dinero o poco, estar a la última en equipamiento o no. Puedes empezar con unos palos de segunda mano que te van a costar 200 euros y que te van a durar siete u ocho años; igual que puedes coger unas zapatillas y echar a correr o disputar maratones con sus viajes". Menciona que el pádel, tan de moda, "empezó siendo de pijos porque lo jugaba Aznar. Igual que puedes asistir a un gimnasio low cost o a uno caro. A todo se le puede poner un pero".

El golf, aunque adore la luz, nació en la brumosa Escocia, donde se imparte en los planes de estudio. La Federación Gallega también se aproxima a la infancia. Covelo explica: "En nuestra labor de promoción nos estamos metiendo como actividad extraescolar. Hemos organizado la Galicia Junior Cup, con más de 700 niños menores de 8 años, que se lo han pasado bomba. Poseemos una unidad didáctica para formar a los profesores de educación física, que lo incorporan a su rutina diaria, y luego los niños acuden al campo de su zona. Y no ha sido con colegios privados o elitistas, sino de todo tipo".

Y aún queda el soporte académico. Muchas universidades de Estados Unidos incluyen en sus programas becas por golf. Ocho estudiantes gallegos han disfrutado de ellas el pasado curso y es la vía que aprovechó Fátima Fernández, que con el tiempo debutaría invitada en el US Open. También hay plazas en la Blume, donde la Federación Gallega suele tener un par de becados aunque no este año.

Entre los jóvenes golfistas gallegos que descollan sobresale Marta García Llorca. "Entiendo esa percepción, que existe desde hace muchísimos años, pero muchas veces esos estereotipos se deben simplemente a una falta de conocimiento sobre el asunto. Yo no tengo ni idea de artes marciales, por ejemplo, y por lo tanto no estoy en posición de hacer presunciones o críticas", indica sobre lo sucedido con el palo que no era tal en la cacerolada madrileña. Confiesa: "Sí que da un poco de rabia porque la gente no sabe la cantidad de horas que se le dedica al golf cuando juegas a un nivel alto. Los profesionales entrenan muchísimo, como en el resto de deportes. Sin ir más lejos, el nº1 del mundo, Rory McIlroy, es de un pueblo de unos 15.000 habitantes y sus padres tenían dos trabajos para que su hijo pudiera jugar torneos. Practicaba metiendo bolas en el tambor de la lavadora. Estamos en 2020 y yo creo que debemos dejar de tener tantos estereotipos en nuestras vidas".

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