No hubo lugar a las sorpresas en Wembley, el todopoderoso Manchester City superó al Aston Villa (1-2) y se llevó su séptima Copa de la Liga, la tercera consecutiva, con goles de Sergio Agüero y Rodri.

Mientras el Aston Villa hablaba en las gradas, cantándole al City que nunca podrá decir que es campeón de Europa (algo que el Villa consiguió en 1982), los celestes sentenciaron sobre el verde.

En una fría y soleada tarde en Londres, la menor de las copas domésticas en Inglaterra fue a parar a las vitrinas del City y de un Pep Guardiola que ya posee ocho títulos con los ingleses y 29 en total.

El City era favorito y lo demostró, pese a venir de una semana caldeada con el enfrentamiento ante el Real Madrid. La victoria en el Santiago Bernabéu condicionó el once y Guardiola metió ocho cambios respecto a lo vivido en la capital española, dejando a Kevin De Bruyne, Bernardo Silva y Riyad Mahrez fuera.

No supuso esto ningún problema para el fondo de armario del City, especialmente incisivo arriba.

A los 20 minutos, llegó el primero. Rodri cambió la orientación del juego metiendo la bola al área, apareció Foden y la dejó muerta de cabeza para que apareciera Agüero. El argentino remató de primeras, el cuero tocó en Mings y se metió en la portería.

El City ya tenía lo que quería y se dedicó a acumular jugadores en campo del Villa y a buscar el segundo, una cuestión de tiempo.

Con controversia nació el segundo tanto. El árbitro señaló un córner que no era a favor del City y Rodri, apareciendo solo, remató picado de cabeza. Daba la sensación de estar muerta ya la final con ese segundo gol rondando la media hora, pero John Stones, central titular ante las bajas en defensa, permitió que el Villa resucitara. Se resbaló, propició una transición ofensiva rápida y Samatta acortó distancias.