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balonmano - División de Honor Plata Masculina

Henrique enhebra el destino

El contrato en vigor de un amigo, la insistencia de un entrenador y un gol de Polakovic en 2009, en la génesis del golpe franco anotado por el brasileño del Acanor para derrotar al Barça B

Los jugadores del Acanor celebran el gol de Henrique. // @Acanor_Novas

Pabellón de la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Enfrentamiento Barcelona B-Acanor Novás, de la 18ª jornada en División de Honor Plata Masculina. Se ha terminado el tiempo reglamentario pero no el partido. El cuadro rosaleiro ha escalado de un 28-25 al 29-29 que refleja ese electrónico ya inmóvil. A Henrique Petter lo han frenado en falta en su lanzamiento sobre la bocina. El propio jugador brasileño se dispone a ejecutar el golpe franco, ladeado hacia la zona derecha de la línea de los nueve metros; un diestro a contrapelo, cerrándose el ángulo en apariencia. El portero azulgrana, Joan Pau Puget, edifica una muralla con los brazos de sus seis defensores. Él cree interrumpir cualquier posible trayectoria pegándose al palo corto. Un instante decisivo, producto de casualidades y causalidades: el contrato ajeno que abrió la puerta, la insistencia de un técnico, el recuerdo de un eslovaco... Todo se alinea astralmente mientras Henrique arma el brazo y espera al silbato.

O Rosal es su tercer destino en España. A Henrique, formado en el Pinheiros de Sao Paulo, internacional brasileño en las categorías inferiores, lo reclutó primeramente el Villa de Aranda, aún en Asobal, en el curso 2016-2017. Los burgaleses habían sondeado a un amigo suyo, fichado por el Oporto. Ya que con contrato en vigor, el representante ofreció la alternativa de Henrique. La directiva arandina aceptó. El joven, apenas sobrepasados los 18 años, cruzó el Atlántico.

El Villa de Aranda descendió a Honor Plata. Henrique se quedó, pese a que en verano de 2017 le llegó una oferta del Teucro, que se sostenía en máxima categoría con Quique Domínguez al mando. "Estuvimos cerca, pero al final no pudo ser", recuerda el entrenador.

El balonmano les ha concedido una nueva oportunidad de trabajar juntos. Domínguez, tras dejar el Teucro y probar la aventura saudí, aceptó reemplazar a Isma Martínez en el Acanor. Y volvió a probar con Henrique, que en la temporada 2018-2019 había jugado en Zamora. Esta vez alcanzaron un acuerdo.

El pontevedrés explica su insistencia: "Es un jugador joven de grandes condiciones. Defiende y ataca, uno de los aspectos que buscábamos para la configuración de la plantilla. Necesitábamos jugadores que fuesen completos y que nos pudiesen aportar en las dos facetas del juego". La versatilidad de Henrique se ha demostrado útil: "En defensa puede defender de segundo y en el centro, de avanzado incluso. En ataque juega tanto de central como de lateral izquierdo e incluso derecho, donde que lo estoy utilizando bastante".

Henrique, en suma, se ofrece como catálogo de posibilidades en una escultura a medio modelar; lo propio de sus 21 años, como admite Quique: "Tiene que mejorar en su físico. En eso estamos trabajando. Su rendimiento dará un paso importante cuando lo consiga en cuanto a lo difícil que puede resultar de defender para los rivales. Tiene uno contra uno, buen lanzamiento exterior... También debe mejorar los aspectos tácticos y reducir errores. Le falta esa consistencia de los jugadores más maduros y experimentados".

Al técnico no le duele el tiempo que emplea en la progresión de Henrique. Lo considera una inversión. "Es fácil de entrenar, siempre con buena actitud e intensidad. Se esfuerza muchísimo", celebra. "Es fácil después ponerlo a jugar porque durante la semana se lo gana. Es una virtud que valoro muchísimo".

"Me veo con mucha confianza gracias a Quique", agradece el primera línea. "Por sentirme así de bien lo estoy transmitiendo en pista". El brasileño es de los pocos componentes de la plantilla que reside en O Rosal; de los pocos además profesionales. Centrado en el manejo del oficio, se confiesa entusiasmado con una localidad de 6.000 habitantes que nutre al Novás de 1.000 socios. "Me impresiona muchísimo", admite. "No había visto eso, un pueblo superpequeño con tantos aficionados al balonmano. Me encanta. Obvio que no hay muchas cosas que hacer, pero por el balonmano lo estoy pasando genial. El ambiente es precioso, también en el vestuario".

Esta vez la fe de Domínguez le ha llevado a tener a Henrique en cancha en la resolución del choque. El vigués Roi Sánchez, entrenador del Barça B, ha pedido tiempo muerto a falta de 30 segundos. Pero su equipo pierde el balón y Henrique, que está jugando de lateral derecho, se lanza contra la defensa azulgrana en la última transición. "Me tiré encima del defensor porque pensé que estaba dentro del área, para sacar un siete metros, pero al final pitaron falta", detalla el jugador. Suena la bocina. El golpe franco concluirá el choque.

Henrique no debía ser el protagonista. "En principio yo le había dicho a Píchel que tirase, pero él estaba ya colocado, lo vi decidido y rápidamente cambiamos", revela el entrenador. A su memoria acuden precedentes, especialmente uno: en febrero de 2009 su Pilotes Posada Octavio batió al Portland San Antonio con un golpe franco ejecutado por Polakovic; con el zurdo eslovaco, inclinado a la izquierda, contra lo que aconseja el manual. Domínguez distinguió en Henrique, diestro a la derecha, un preciso reflejo invertido. "En estos lanzamientos de final de partido con barrera, cuando son un poco escorados, me parece buena decisión que en la derecha los lance un diestro y en la izquierda los lance un zurdo. Con el rectificado se puede conseguir un mejor ángulo de lanzamiento".

Henrique respira profundamente, buscando una grieta en esa aduana de carne. "Es un tiro casi imposible, con el portero y seis defensores, algunos más altos que yo, y un montón de brazos". El árbitro pita finalmente y Henrique retuerce su tronco hacia la izquierda: "Intenté rectificar un poco el tiro. Por suerte pasó entre los brazos de alguien y entró", describe. Domínguez condensa: "El resultado fue inmejorable. Henrique es un lanzador muy plástico. La coló por la escuadra".

La descripción segmenta en gestos rotundos una secuencia que se resuelve en milésimas. Puget, el portero, se mueve ligeramente hacia el centro de la portería, un amago apenas perceptible pero suficiente para que el balón aletee entre sus manos y la escuadra, completando un tiro inverosímil, como el del arco de Ulises. Henrique ha enhebrado la aguja del destino sin darse cuenta. Puget despeja instantáneamente el balón y protesta a los árbitros la señalización del gol; enseguida desiste. Los jugadores del Acanor han empezado a abrazarse en el centro de la cancha. Henrique confiesa: "Pensé que había ido fuera. Vi a mis compañeros celebrando y pensé: 'Ganamos'. En infantiles o cadetes había marcado un gol así, pero nunca a este nivel y con esta importancia".

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