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balonmano - División de Honor Plata Masculina

Jabato lidera la revolución

El ex de Academia Octavio, vigués de adopción, dirige a un Cisne que lidera en solitario la segunda categoría y ha dado un vuelco histórico a su relación con el Teucro

El entrenador del Cisne Los Sauces, Javier Fernández "Jabato". // José Lores

Revolución en Pontevedra, donde el balonmano se profesa como religión. El Cisne, vecino humilde por tradición, lidera con holgura la División de Honor Plata en la duodécima jornada pese a tener un partido pendiente. En la quinta posición, a siete puntos de distancia (20 y 13 respectivamente), el señorial Teucro. Javier Fernández "Jabato", ex de Academia Octavio, manchego de nacimiento, vigués por amor y residencia, lidera el vuelco histórico. Paladea la felicidad del instante con la cautela de sus muchas cicatrices: "Las experiencias me dan el bagaje para no estar tan eufórico cuando ganamos ni tan deprimido cuando perdemos".

Jabato ha enraizado en Galicia tras su carrera itinerante. Formado en el Ciudad Real, militó además en Torrevieja, Altea, Puertollano, Costa Blanca, OAR Coruña y Toledo. Durante su estancia herculina, en 2007, había ennoviado con la viguesa Blanca, a la postre su esposa, cuando ésta estaba terminando Derecho. Después de tres años en Toledo, la pareja tuvo que elegir domicilio. Vigo ganó la partida. "Todo lo que puedo mandar en un club no lo mando luego en casa", bromea.

La oferta de Quique Domínguez, entrenador del Octavio, convino a esta mudanza en 2011. Vistió la casaca roja durante tres variopintas campañas: brillante permanencia en Asobal, lacerante descenso y frustrado reintento. En Jabato ya anidaba un técnico. "Necesitaba cambiar de tercio", recuerda. "Había entrenado a equipos de base allí donde había estado. Me gusta la formación". En el Octavio, de hecho, adiestró a infantiles y juveniles. Cuando Domínguez puso fin a su largo ciclo académico, la sucesión de Jabato se antojó lógica. No dudó, aún joven y en plenitud física. "Tenía alguna oferta de Plata y Asobal para seguir jugando. Pero implicaba irme de aquí y no me lo planteé. Tampoco consideré lógico ser entrenador-jugador", relata.

Constituyó el último intento de reinvención de un Octavio lastrado por las deudas. Jabato edificó una plantilla adolescente, sustentada sobre un puñado de veteranos, que rindió con eficacia en la temporada 2014-2015. "El primer año resultó maravilloso por cómo los chicos trabajaron: Borja, Óscar, Rubén, Dani, Jesu... Y cómo amigos míos, como Lloria, Cerillo y Corcera, se adaptaron a la disciplina de verme como entrenador. Fue un reto. Guardo muy buenos recuerdos. Sigo hablando prácticamente con todos ellos".

Miembros de esa generación, como Borja Méndez y Quintas, se han instalado en Asobal. Óscar Silva y Germán Hermida lucen en Plata, en el Acanor. A Conde lo tiene Jabato a sus órdenes en el Cisne. Sin embargo, aquel último proyecto académico se derrumbó, con el descenso a Primera Nacional en 2016; última estación del viacrucis del Octavio, que en el actual ejercicio no ha salido a competir. "Cuando van bien las cosas, valoro que hubo otros momentos que no fueron tan buenos y me sirve para estar alerta", entresaca Jabato de un episodio doloroso: "Aquel segundo año me hizo daño. Aprendí muchísimo en gestión de equipo y en gestión emocional. Me enseñó a conciliar deporte y vida familiar, a saber diferenciar. Aunque no es sencillo y acabas arrastrando ese día a día a casa".

Jabato había concluido sus estudios en Ciencias de Trabajo y Recursos Humanos, que es hoy a lo que se dedica. "Me ha costado mucho hacerme un hueco en el mundo laboral y me encanta. Mi padre es el que más contento está por ver que me he labrado un porvenir fuera de la pelotita", confiesa de su oficio. Con su mujer además ejerciendo la abogacía, buscar banquillo fuera de la provincia, en un balonmano depauperado, no era alternativa. "Pensé tomarme un año sabático", recuerda de aquel verano de 2016. El Cisne le hizo aplazar su anhelo de descanso: "Me gustaba el equipo que ya había y poder poner mi sello. Me dieron muchísimas facilidades. Era difícil decirles que no. Les estoy muy agradecido. Tras esa dura temporada en el Octavio me hicieron reengancharme".

"También hemos pasado de todo", advierte. Aunque a la postre siempre logró la permanencia de manera cómoda en sus tres primeras campañas: noveno puesto en la 2016-2017, décimo en la 2017-2018, noveno en la 2018-2019.

Un techo suficiente, pero que la escuadra ha roto en la actual Liga: una sola derrota, en Aranda en la quinta jornada (28-26), y diez victorias, la última por 33-34 ante el Barcelona B en la Ciutat Esportiva Joan Gamper, donde ningún visitante había triunfado. "Viajamos sin dos de nuestros defensores centrales y en el minuto 10 nos expulsaron al tercero. Todo pintaba fatal pero la gente sigue compitiendo siempre, superando todas las adversidades", se emociona. "Todos los jugadores son gallegos, la mayoría de la cantera, y nos hemos reforzado para dar ese plus de competitividad. Ver cómo respiran estos jugadores por su club es alucinante. Lo defienden por encima de todo".

Esa fidelidad se extiende a toda la parroquia cisneísta. Su equipo juega en el Centro Gallego de Tecnificación, en la orilla sur del Lérez. El Teucro, en el Pabellón Municipal, cruzando el Puente de los Tirantes. Las fronteras que dividen la Pontevedra balonmanística son más sentimentales que geográficas o sociales. El Cisne, fundado en 1964, estuvo desde el inicio centrado en las edades inferiores, con numerosos títulos gallegos, aunque su equipo sénior ya disputó la segunda división en los ochenta. El Teucro, creado en 1945, ha sido inquilino habitual de la élite, con peripecia europea en los noventa. "Respetamos que el Teucro sea el club histórico, más conocido y profesional; nosotros tenemos un equipo semiprofesional, aunque también con nuestra historia", matiza Jabato, que explica esa subversión que la tabla refleja y el derbi del 2 de noviembre constató (25-33). "No hay tanta diferencia entre Plata y Asobal como otros años. Al bajar el Teucro y cambiar mucha gente, nos hemos ido igualando. Estamos un puntito por encima, pero ya veremos cómo acaba la temporada",

El entrenador ignora cómo se vive el adelantamientoen los corrillos capitalinos. "Estoy un poco al margen porque vivo en Vigo. Entiendo que habrá su rivalidad sana, su pique. Intentamos mirarnos a nosotros mismos. Tengo cada semana entrenando conmigo a cuatro o cinco juveniles. Serán los que nos alimenten cuando otros, por estudios o lo que sea, dejen el club. No vamos a cambiar de forma de pensar por ir primeros".

El ascenso figura inevitablemente en aquello que se le menciona a Jabato de manera creciente. Se mantiene sereno. "Posible obviamente que es, pero el club a día de hoy no está hecho para eso. Cierto que si podemos pelearlo deportivamente, lo pelearemos. Me consta que mis jugadores son ambiciosos, pero yo soy el el que más. Nadie nos ha regalado nada. Cada punto nos ha costado muchísimo y estamos en esa línea. Vamos a intentar aguantar el ritmo. Nos quedan muchas batallas".

A Jabato, también seleccionador nacional juvenil desde septiembre, se le ha disparado el prestigio, que ya tenía además por cancha y despachos (representó a los jugadores en la comisión mixta de Asobal). Pero difícilmente hará las maletas. Su prioridad es Claudia, su hija, de año y medio. "No sería sencillo cambiar tres trabajos, añadido al trabajo de mi mujer, por uno. Tampoco está el balonmano para tirar cohetes. He tenido algún interés de otros clubes y a todo el mundo le gusta que le regalen los oídos. Pero estoy muy contento donde estoy. Veremos qué pasa en un futuro. Dios dirá".

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