La victoria de Marc Márquez el domingo en el Gran Premio de San Marino de MotoGP, que se disputó en el circuito "Marco Simoncelli" de Misano Adriático tiene un valor doble para el líder el mundial, el estrictamente deportivo y el moral o psicológico.

Deportivamente hablando es obvio que ese triunfo de Márquez resulta importantísimo en sus aspiraciones al sexto título mundial de MotoGP, puesto que le coloca en una posición inmejorable para lograrlo de manera anticipada, muy anticipada, beneficiado como fue del "pobre" resultado de su rival más directo, el italiano Andrea Dovizioso, que "sólo" pudo ser sexto.

Noventa y tres puntos de ventaja le sitúan a "tiro de piedra" y, lo que es más importante, dependiendo exclusivamente de él mismo puesto que las dos siguientes citas del campeonato, en Motorland Aragón y Tailandia, le resultan muy favorables.

En el circuito de Alcañiz ha ganado en cinco ocasiones, cuatro de ellas en MotoGP, de seis posibles, un dato que ya habla por sí solo, en tanto que en Buriram sólo se ha disputado un gran premio y lo ganó él, así que con esas "estadísticas" la complejidad de "echar cuentas" no es tal y al final de la primera carrera asiática el piloto de Repsol Honda bien podría acumular una ventaja inalcanzable matemáticamente para todos sus rivales.

Esa es, en líneas generales, su victorias "deportiva", la moral o sicológica es otra muy distinta y él mismo lo sabía antes de que se apagase el semáforo del "Marco Simoncelli".

Dos derrotas en la última vuelta, en la última curva, una en el Red Bull Spielberg frente al italiano Andrea Dovizioso y otra en Silverstone ante Alex Rins, eran una "mochila" demasiado pesada para el "campeón" en título, que como a todos los pilotos que se precien no le gusta perder ni a las canicas.

Así que Marc Márquez tenía claro que en Misano Adriático lo tenía que intentar de todas las formas, a pesar de las llamadas a la cordura y pensando en el campeonato, que le llegaron desde su equipo, pero Márquez es Márquez y lo cierto es que lo "bordó", pues invirtió la estrategia de sus anteriores derrotas y dejó hacer a su rival para atacar en el último suspiro, en el último momento, para minimizar al máximo cualquier capacidad de reacción.

Y esa fue la parte sicológica de su victoria, tenía que "quitarse de encima" ese peso que tanto le amargaba y lo hizo con maestría.

Luego estaba la victoria moral, aquella que al final de la carrera le permitió aseverar que incidentes como el del sábado con Valentino Rossi en la segunda clasificación no hacen sino estimularle para demostrar una vez más que las batallas se ganan sobre el asfalto y no delante de los micrófonos. Mensaje directo y contundente para el campeón italiano.

Y es que esa "victoria moral" tenía varios componentes, el primero y más importante, "desmontar el 'affaire' con Rossi, pero también asestar un golpe muy serio a su único rival del campeonato, Andrea Dovizioso, dejándole claro que en el peor de los casos su puesto está siempre sobre el podio y, en el suyo, mucho más atrás.

A estas alturas de la competición muy pocos deben de ser los que piensen que el título de campeón del mundo sólo tiene un nombre propio y ese es el de Marc Márquez.