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in memorian - Blanca Fernández Ochoa

Un corrillo mágico en Madrid

Blanca Fernández Ochoa, con su bronce en Albertville 92. // COE

He vivido con especial inquietud, y entre la esperanza, la angustia y la emoción, todos estos días en que los medios nos decían que Blanca Fernández Ochoa había desaparecido en la sierra madrileña.

Recordaba con cariño aquel momento inolvidable, hace tres o cuatro años, en que tuve el honor y el privilegio de conocer a Blanca, en una reunión de atletas olímpicos para la que el Comité Olímpico Español y su presidente, Alejandro Blanco, nos habían citado en Madrid.

Fue una entrañable y emocionante reunión donde, como siempre, convivimos antiguos atletas olímpicos. En aquella inolvidable cita, entre muchos corrillos con unos y con otros, entablamos una emotiva charla Odriozola, presidente la Española de Atletismo, Blanca Fernández Ochoa, Carlos Pérez y yo.

Recuerdo a Blanca con especial cariño porque fue como si nos conociéramos de toda la vida. Su sonrisa, simpatía, cercanía y dilecta amistad nacida en el momento me cautivaron. Me produjo admiración. Pude confirmar una vez más cómo los deportistas olímpicos nos admiramos siempre, aunque no nos hayamos visto nunca personalmente. Un ejemplo más de lo humanistas que son los grandes atletas.

Fue la misma impresión que me dio su hermano Paco, cuando coincidimos hace muchos años en la Televisión de Galicia, junto con Antonio Ozores, Javier Álvarez Salgado y algunos más. Fue otra hermosa e inolvidable experiencia.

Hoy quiero enviar a la familia de Blanca y a todos sus amigos y admiradores mi abrazo emocionado en estos momentos de dolor, desde las lágrimas del corazón y mi oración del alma. Blanca Fernández Ochoa, siempre estarás en mi recuerdo.

Exremero vigués, olímpico vigués en Roma 1960.

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