Teresa Portela era incapaz de controlar el llanto. Habían pasado unos minutos desde que le comunicaron que era medalla de bronce en el Mundial pero allí seguía ella, inconsolable. La tensión, los nervios, el esfuerzo, las dudas, la alegría y la magnitud de lo que acababa de conseguir tenían que salir por algún lado. La canguesa acababa de conseguir su decimoquinta medalla en un Mundial y, sobre todo, el billete para ser la primera española que acude por sexta vez a unos Juegos Olímpicos. Un dato que merece una reverencia y que significa estar más de veinte años con las mejores del mundo. A sus 37 años, Portela volvió a acreditar su magnitud como deportista y como competidora. En el explosivo K1 200, la distancia en la que fue la mejor del mundo en un tiempo en que no estaba dentro del programa olímpica y la Federación Española la condenaba a los barcos de equipo, volvió a estar con las más grandes del mundo. Fue tercera en una agónica final que se resolvió por milésimas y que ganó, por séptimo año consecutivo, esa leyenda del piragüismo que es Lisa Carrington, intratable desde la primera palada y que aventajó al resto en casi dos segundos. Por detrás de la neozelandesa se organizó una batalla descomunal.

Teresa Portela no salió especialmente bien. Se atrancó en la primera palada, un detalle que en una prueba de apenas cuarenta segundos suele ser determinante. Pero aceleró con rabia, pero sin perder el control de lo que hacía. Poco a poco cazó a las perseguidoras de Carrington y se enfrascó en un duelo que solo iba a poder resolver el jurado con la ayuda de la tecnología. La polaca Marta Walczykiewicz, la danesa Emma Jorgensen y ella entraron al mismo tiempo, algo imposible para el ojo humano. Primero la organización situó a la gallega en la cuarta posición, con el mismo tiempo de Jorgensen (41:34) y a solo una centésima de Walczykiewicz (41:33). Finalmente rectificaron. Los tiempos no se tocaron, pero la diferencia es que Portela y Jorgensen lograrían la medalla de bronce. La número quince de su carrera.

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El piragüismo español tiene dueña: Teresa Portela

Pero no es solo la medalla lo que convierte en un acontecimiento lo sucedido en la pista húngara de Szeged. Con esa clasificación Teresa Portela consigue la clasificación para sus sextos Juegos Olímpicos. En España solo lo ha conseguido Manel Estiarte, el jinete Luis Álvarez de Cervera y el marchador Chuso García Bragado que incluso alcanzó las siete participaciones olímpicas. El caso de Portela es único en el deporte español y escasea en el resto del planeta. Estar en seis Juegos implica más de dos décadas peleando con las mejores del mundo. Desde que acudió a los Juegos de Sydney en el año 2000 con solo 18 años, se ha ganado su presencia en Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012, Río 2016 y ahora en Tokio 2020. Para ser precisos hay que aclarar que como sucede en muchos otros deportes Teresa Portela ayer clasificó al K1 200 femenino para la cita olímpica y ahora la Federación Española es la que debe decir quién ocupa ese puesto. Podría convocar un selectivo con alguna aspirante más, pero no existen dudas de que la gallega estará en la competición más importante del mundo en busca del logro que tiene pendiente, el de subirse a un podio olímpico. En Londres 2012 se quedó a solo dos centésimas del bronce penalizada por una mala salida que luego estuvo a punto de solucionar en la pista con una remontada electrizante. Una pequeña espina clavada en la carrera inmaculada de una deportista que ha sido capaz de mantener su sitio en la élite incluso después de ser madre. Naira tiene ya cinco años y su nacimiento fue "planificado" en mitad del anterior ciclo olímpico. Portela adaptó su vida, su familia, su trabajo y el piragüismo y a base de esfuerzo y trabajo ha conseguido llegar a los 37 años entre las mejores del mundo. Ayer era la más veterana de las nueve finalistas con cuatro de ventaja sobre la segunda más veterana de las participantes y catorce sobre la más joven. En la pista los años no se le notaron. Compitió con la destreza y la furia que acostumbra para ganarse la admiración del mundo. Y luego toda esa tensión la liberó entre lágrimas.