Francia hereda el trono al que hace dos años se subió la selección española. El equipo de Johann Delatre -poderoso en lo físico, sobrado de talento y con un banquillo repleto de alternativas- negó a los croatas cualquier posibilidad. Ni un instante los balcánicos tuvieron la ocasión de soñar con el triunfo. Francia les negó esa posibilidad con una abrumadora puesta en escena que cerró la puerta a cualquier emoción. En los primeros quince minutos (9-3) el partido se había resuelto porque la experiencia francesa, su defensa y ese portero asombroso que es Kieffer eran muros gigantescos, imposibles para los croatas, agotados físicamente. Mucho habría que debatir sobre el formato de un Mundial agotador que lleva a los finalistas a jugarse el título apenas 18 horas después de sobrevivir a las duras semifinales. Eso convierte el apartado físico en determinante en una final. Y ahí Francia no tuvo rival. Croacia se vio demasiado pronto en el marcador y comenzó a tomar malas decisiones, muchas de ellas provocados por la falta de frescura. En las piernas y en la cabeza. Francia arrancó como un disparo. Tras el 2-2 inicial ofrecieron cinco minutos majestuoso en defensa (negando sobre todo a Martinovic, el mejor jugador del torneo que se fue de la final sin anotar un solo gol) y en ataque soltaron todos sus recursos, especialmente a ese extremo llamado Richert, que cobró el protagonismo que aún no reclamaban sus primeras líneas. Lejos de serenarse, Croacia cayó en la precipitación. Ataques poco elaborados, lanzamientos precipitados que siempre encontraban a Kieffer, que arrancó el duelo con un 50% de efectividad. El parcial pasó a ser de 8-1 para situar el marcador en un 10-3 apabullante. Mejoró la cara croata con la entrada en cancha del portero Panjan, lo que sumado a la efectividad de Sarac y Jaganjac dieron esperanzas a los que suspiraban por un duelo marcado por la igualdad. Un 0-5 de parcial abrió el partido (11-9, la distancia más corta que hubo en el choque), pero Francia no es de las que conceden demasiadas oportunidades. Delatre tocó a rebato, apretaron la defensa 5-1 con Gaudin sobre Martinovic y adiós Croacia otra vez. Un 4-0 llevó el duelo al 15-10 en el descanso, un abismo entre ambos equipos.

Francia jugó el segundo tiempo como si fuese a rueda de los croatas. Si los balcánicos anotaban, ellos también lo hacían; si fallaban, pues lo mismo. Una demostración sorprendente del dominio de la situación. Los parciales cada cinco minutos en ese tramo son curiosos: 3-3, 1-1, 2-2, 2-2...a falta de diez minutos el partido estaba donde había empezado tras el descanso. Con los croatas con la lengua fuera y Francia tirando de Villeminot, Mohamed o Gaudin (en este partido fue Prandi el que se marchó de vacío) estaba claro que no había final. Francia tuvo un pequeño descuido a falta de cuatro minutos que los croatas aprovecharon para acercarse a 25-22, pero estaban frente a un imposible. Un par de ataques meditados, de buenas elecciones y se acabó el partido. Francia era la justa campeona del mundo después de noquear a la selección que seguramente mejor había jugado durante todo el campeonato. Pero el día clave les fallaron las piernas.