Aitor de Luis reposa su cansancio y su frustración en un camping de Dover. Después de recorrer 55 kilómetros en 14 horas y media de brazadas, con la costa francesa asomada a su mirada, al vigués le hicieron frenar. Cuestiona la decisión adoptada por el patrón del barco. Siente que el cruce del Canal de la Mancha está a su alcance: "Se aprende de los errores y de los fracasos".

Contra De Luis se conjuraron los elementos. Segundo en la tanda prevista, calculaba afrontar la travesía jueves o viernes. Todo se precipitó: "Ha sido todo muy rápido. Llegamos al aeropuerto el sábado y nos manda el patrón un mensaje. Decidimos que aceptamos su oferta de salir el lunes de madrugada", relata.

En el barco, un piloto además del patrón y el observador del organismo que gestiona los cruces. Como equipo de apoyo de Aitor, su hermano Gorka, su hijo Unai y el experto nadador de aguas abiertas Jesús Carlos Quintás. Salida desde Dover y llegada en Cap Gris Nez, entre Boulogne y Calais; 34 kilómetros en línea recta, pero entre 40 y 50 kilómetros reales en la trayectoria ideal.

Aitor salta al agua a las 4.23 hora española. Le han asegurado que el mar estará "plato, plato". Batalla, sin embargo, contra un ligero oleaje. "Todo transcurrió bien y según lo previsto hasta que nos metimos en lo que llaman el 'mar de los sueños'", especifica Aitor. "Es una zona complicada, de mucha corriente". Se levanta además un viento que no había aparecido en los días anteriores. "Yo creo que cogió por sorpresa incluso al patrón. Tuvo que variar la ruta. Me tengo que fiar de él. Te entran dudas sobre si eligió bien la trayectoria. En parte no estoy de acuerdo".

Antes ha superado el escozor de las medusas. "Siempre hay que debutar en algo. Nunca me habían picado en mi vida. Noté dos latigazos y de repente empecé a ver medusas. Me dije: 'Aquí hay faena'. Pero me sentí bien. No me encontré un banco grande, las veías pasar por debajo. Yo seguía nadando a mi bola".

Han transcurrido más de 14 horas, aunque Aitor no lo sabe. Nunca lleva reloj "para evitar agobios". Se ha avituallado cinco veces. "Perdí la cuenta a partir de la tercera vez. Hubo un momento en que desconecté". La resistencia mental, en ese punto agónico, está al pairo. Le indican que la costa francesa se encuentra a cuatro kilómetros. Calcula: "Máximo dos horas". Le hacen enfilar hacia unos acantilados y recalibran. Faltan ahora seis o siete kilómetros. Mejor dirigirse hacia el faro. "El tracking del barco era un poco locura. Tan pronto me enfilaba a un lado que a otro, no tenían un punto fijo", describe.

Aguanta, pese a todo. Y es el patrón el que decide finalmente que se suba al barco. El observador, que no ha realizado ningún comentario, refrenda la decisión. "Quema bastante. Ves la costa tan cerca, tan cerca... Te sientes frustrado, dolido. No sé si merece la pena cabrearse con el patrón. Tampoco ganas nada. Una vez que te subes al barco es como si hubieses abandonado tú".

"La excusa que pusieron fue la seguridad de mis hombros. Me parece un poco banal. Igual tenía previsto estar 15 horas y vieron que iba a estar 18. En esos momentos no estoy para reaccionar. El patrón le decía a mi hermano que 'mucho viento, mucha ola', que era imposible llegar a tierra. Yo creo que hubiésemos llegado", intuye y Jesús Quintás se lo confirma: "Me decía que tarde o temprano tocaba tierra. No voy a negar que después de 55 kilómetros mis hombros iban machacados. No es poner excusas. Yo reconozco que iba fundido y al final manda el mar. Pero podía seguir nadando".

"Ahora sé que lo puedo hacer"

Mientras medita si realizará algún tipo de reclamación, prioriza las sensaciones positivas: "Ahora sí que sé que lo puedo hacer. Ahora sí que sé que tengo los kilómetros en el cuerpo, que tengo el entreno. Puede ser que cambiase algunas cosas en la planificación, pero eso nunca se puede saber. Cada cruce es un mundo. A lo mejor vengo otra vez y es peor. Es como subir una montaña en el Himalaya. A veces la montaña te dejar subir y en otras te quedas a 400 metros de tocar cumbre", se consuela.

No hay duda por tanto de que realizará en el futuro un nuevo asalto al Canal: "Repetir, repetiré. No sé si el año que viene o dentro de dos. Económicamente esto cuesta mucho, hay que conseguir ayudas, patrocinios. Hay que levantarse y seguir adelante. Conozco grandes nadadores que han fracasado en intentos suyos y para mí son todo un ejemplo de constancia y superación hasta que lo logran".

Del oceano se despide momentáneamente: "Espero no tener que ponerme un bañador en tres semanas. Lo primero que haré será la travesía de Sisargas-Malpica en la Costa da Morte (11 de agosto). El resto se verá. Este año no creo que nade muchas. Ya me ha llegado de mar... Pero alguna seguramente acabe haciendo, conociéndome como me conozco. Me encanta lo que hago".