Una noche que pasará a formar parte de la historia negra de los blanquiazules. Por el naufragio, por los errores propios, porque no salió nada. El Dépor seguirá, al menos, un año más en Segunda División después de haber sido muy inferior a un Mallorca que demostró temple, personalidad y al que le salió todo. Budimir, Salva Sevilla y Abdón Prats fueron los ejecutores. Será inevitable seguir dándole vueltas y pensar qué habría pasado si señalan el penalti a Borja Valle o si llegan a entrar esos remates de Quique y Pablo Marí, pero hay que ir más allá de la punzada. El ascenso empezó a perderse con la lesión de Álex, se sacaron muchos boletos con el planteamiento y la falta de cintura en los cambios de Martí y al grupo de jugadores, sobrepasados, les faltó respuesta sobre el terreno de juego. Muchos culpables, muchos sufridores en una temporada que arrancó triunfal, que se fue empozoñando y que acaba de quitándole de los fuciños al deportivismo una fiesta con la que hace dos meses no contaba, pero que ahora ilusionaba. Un golpe de un calado y unas proporciones aún difíciles de calcular.

La baja de Álex también era un golpe en diferido y se notó desde el minuto cero. Riazor se quedó helado en el momento del impacto y cuatro días después le entraban temblores cada vez que los mallorquinistas se asomaban al balcón del área. El equipo de Vicente Moreno hizo su agosto en la primera parte a la espalda de Edu y Vicente. También faltaba Somma. El temor llebaba a partir de lo que creaba Lago Junior desde la izquierda, pero la herida se generaba por dentro. El partido pedía un pivote tipo Didier o Pedro Mosquera, más posicional. Martí no se fiaba de ellos. Arriesgó y perdió en ese primer acto, también en el segundo. El tanto de Budimir llegó en una acción en esa zona en la que a los centrales también les faltó contundencia. El Dépor estaba mal, muy tocado.

Y eso que el arranque tampoco fue un desastre. El Mallorca salía con la consigna de no volverse loco. Confiaba en su poderío como local, en su capacidad para hacer goles. Por momentos, se le vio excesivamente replegado con el Dépor asomándose tímidamente a su área. En una de las primeras escaramuzas, Borja Valle empezó a deshacerse de rivales y fue derribado en el área. Pizarro Gómez pudo señalar la pena máxima, no lo vio conveniente. Quizás todas las injustificadas quejas de los últimos días empezaban a surtir efecto.

El gol le hizo mucho daño al Dépor, acentuó sus debilidades, acrecentó sus miedos. Naufragaba. Ni creaba en ataque, aunque Carlos se asomaba un poco más, ni era capaz de blindarse por el centro. Cada ataque era un sufrimiento. Dani Giménez tuvo que sacarle una buena mano a Salva Sevilla. Llegó al descanso pidiendo la hora. ¡Qué sufrimiento!

La segunda parte fue un duelo de nervios, más que de fútbol. El Mallorca no pisaba el acelerador, pero tenía el partido donde quería. El Dépor lo intentaba, seguía perdido. Los locales estaban convencidos de que se acabarían llevándose el duelo, de que acabaría cayendo por su propio peso. Los coruñeses, todo lo contrario. Iban camino del precipicio y nada podía detenerles. Un Titanic a cámara lenta hacia el iceberg. El gol de falta de Salva Sevilla fue el golpetazo diferencial.

Hubo que esperar algunos minutos para que llegase el tercero de Abdón Prats tras una perdida sonrojante de un desdibujado Edu Expósito. Antes Lago Junior y Estupiñán seguían con su martillo pilón por la izquierda y al Dépor ya le temblaba todo, mientras seguía con una pareja de pivotes en el campo que solo les conducía al fracaso. Tardó en salir Fede Cartabia cuando el Mallorca ya campaba a sus anchas y se manejaba como quería en los duelos. Baba estuvo pletórico, pero es increíble que haya acabado el duelo sin ser amonestado.

El Dépor, el experto en ascensos a la primera, no vio como estaba vez salía cara. estaba muy mal acostumbrado. Ahora será de verdad un equipo de Segunda sin el seguro del descenso. Un anuve realidad, más mundana. Panorama sombrío en el que necesita fortalecerse como entidad porque en el futuro inmediato vienen curvas. Una pesadilla en Mallorca le dio la estocada en una temporada de continuos sobresaltos y escalofríos. Adiós a esta ensoñación de junio.