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Lucha contra el acoso escolar

Iñaki Zubizarreta: "El bullying no es cosa de niños"

El exjugador de baloncesto, víctima de bullying en su infancia, solicita la creación de un organismo externo que realice seguimiento en los centros educativos

El jugador de baloncesto Iñaki Zubizarreta fue víctima de bullying en su infancia. / Aida M. Pereda Aida M. Pereda

A escasos metros del abismo en el que estuvo a punto de perderse cuando era niño, nos encontramos Iñaki Zubizarreta y yo. "Este año está siendo especialmente bestia y ha habido muchos casos de acoso escolar. Hace dos semanas, se han quitado la vida dos niños en Valencia y esta Semana Santa han sido cinco los chavales que se han suicidado, uno de ellos aquí mismo, en Punta Galea", cuenta, señalando hacia el acantilado. Este bello paraje, situado en el cinturón del Gran Bilbao, es el escenario de la "desesperación", aquella que se adueña de la mente de quienes sufren acoso escolar, advierte este exjugador de baloncesto, víctima de bullying cuando era niño.

"Este lugar es muy especial para mí porque en su día pudo ser mi final y sin embargo fue mi comienzo. Es un punto de inflexión importante en mi vida, que ha marcado tanto mi pasado como mi presente y va a marcar mi futuro, lo tengo claro", asegura el que fuera pívot en equipos de élite como el Valencia Basket, el C.B. Tenerife Canarias, UB La Palma, o Cajabilbao. Ya retirado, Zubizarreta colabora muy activamente con la asociación Nace (No al Acoso Escolar) con el deseo de que ningún otro niño tenga que verse en su misma situación.

Parece increíble que este hombre de 47 años, de 2,07 metros de estatura y aspecto tan imponente y robusto como el molino de Aixerrota que tenemos a nuestras espaldas, pueda protagonizar esta historia. No hay mejor ejemplo de que puede ocurrirle a cualquiera, independientemente de su peso, tamaño, color de pelo, raza u orientación sexual. Las burlas por su elevada altura -por aquel entonces, ya con once años medía 1,80 m- fueron 'in crescendo' hasta dar paso a las palizas y vejaciones por parte de un grupo de chavales mayores, de 16-17 años. A día de hoy sufre una grave lesión en el ojo derecho y en la boca por las patadas que le propinaron en una paliza por la que acabó dos días en coma en la UVI.

Iñaki Zubizarreta regresa al lugar donde estuvo a punto de acabar con su vida a causa del bullying.Vídeo: Aida M. Pereda

La cobardía de los acosadores es tal, que suele ir acompañada de un abuso de fuerza desproporcional. "Tratas de defenderte, pero nunca viene uno solo, son manada, grupos que van sumando a gente, hasta el punto de que pueden llegar a ser aulas o incluso colegios enteros contra un chaval", critica.

"Fue después de un humillante episodio en el baño -en el que le metieron la cabeza en el retrete-, cuando toqué fondo por completo. Se lo comuniqué a mi profesora y me dijo que eran cosas de chavales. Al ver que nadie hacía nada, vine hasta aquí a tirarme", recuerda.

"Mi gran error fue no contarlo en casa, pero atravesábamos una situación dura y no quería dar más preocupaciones a mis padres"

Sin embargo, lo que le dio fuerza fue pensar en su familia, que en realidad no sabía nada de lo que estaba pasando. "Mi gran error fue precisamente no contarlo en casa, pero atravesábamos una situación más que dura y no quería dar más preocupaciones a mis padres. Siendo yo muy niño se nos murieron dos hermanos el mismo día y mi madre tenía una depresión de caballo", cuenta. "No me parecía justo que perdiesen tres hijos en tan poco tiempo. Y pensé sobre todo en mi otro hermano, que se quedaba solo. Ahora lo llevo siempre al lado del corazón", cuenta, mostrando uno de sus tatuajes.

Por ello, Zubizarreta anima a todos los chavales, no sólo a los que lo están sufriendo en primera persona, sino sobre todo a los que lo ven, a que lo cuenten. Porque "con la no actitud de quienes son testigo y permanecen de brazos cruzados están llevando la balanza hacia el lado de los acosadores y están permitiendo que haya alguien que está sufriendo", denuncia.

Recientemente, un chaval se quitaba la vida después del suicidio de uno de sus compañeros de clase, víctima de un acoso del que él había sido testigo. "No lo denunció y tuvo tal cargo de conciencia que no lo supo llevar", cuenta Zubizarreta. Los compañeros que se han callado, por miedo a que carguen contra ellos o les llamen chivatos, y también sus padres, que no les han enseñado a denunciar estos comportamientos, "son tan responsables como los acosadores", dice con rotundidad. "El valiente es el que denuncia", subraya.

Visibilizar la realidad

Ya retirado del baloncesto y trabajando como masajista, se despertó "la bestia", tal y como él llama a "todos aquellos sentimientos que tienes de niño herido y que no has curado". Fue con 32 años, a raíz del suicidio de Jokin Ceberio, en Fuenterrabía (Guipúzcoa). Tiene grabada la fecha del fatal desenlace: el 21 de septiembre de 2004. "Este suceso me removió por dentro, a pesar de que ocurrió veinte años después de mi experiencia", indica. Desde entonces, ha convertido la lucha contra el bullying en el motivo de su existencia. "Fue la primera vez que se denunció un caso de acoso escolar en este país. Gracias al valor de su familia se le puso nombre y por fin se mostró su cara real", recalca.

"En 2004 fue la primera vez que se denunció un caso de bullying en este país. Gracias al valor de la familia de Jokin Ceberio se le puso nombre"

Zubizarreta regresa a este paraje "cuando necesita estar tranquilo, desconectar y despejar la cabeza". Saca el móvil para mostrarme la fotografía de un nuevo caso que acaba de conocer. Ahí está Benjamín, de Cádiz, con 17 años. "Para no tener que volver a vivir lo que le pasó el curso pasado, ingirió un montón de pastillas y consiguieron salvarle, pero tiene daños cerebrales irreversibles después de superar dos paros cardíacos, un infarto cerebral, una neumonía, un neumotórax, un coma y una asepsis", lamenta. "¡Son cosas de niños!", exclama con agria ironía.

Las redes sociales

En la época en la que Zubizarreta sufrió bullying este comportamiento ni siquiera tenía nombre. "Era lo normal. Estaba totalmente asumido que era así como se relacionaban los chavales", relata. Entonces tampoco existían las redes sociales, "¡menos mal!", exclama. Y cuenta un caso de hace unos días en Instagram: "Un chaval en Malasia, que contó que le estaban haciendo acoso escolar y que no podía más, hizo una encuesta preguntando si se quitaba la vida o seguía adelante. Ganó lo primero y el chaval se suicidó".

Zubizarreta cree que la formación y la prevención son claves para frenar el acoso escolar.Aida M. Pereda

Ante la dureza de esta realidad, Zubizarreta pide que la sociedad se involucre. "Ya es hora de meter ruido, de que se hable de ello", incide, porque si no se habla, parece que no existe, afirma. Así, da voz a todos los jóvenes, "como Carla Díaz en Oviedo", recuerda, que ya no pueden denunciarlo. "Se intenta maquillar diciendo que son cosas de niños, justificando y tolerando comportamientos de torturadores sistemáticos, porque yo soy un caso de cientos, son patrones que se repiten", subraya.

Hace un año, el centro en el que estudiaba se puso en contacto con él. "Me pidieron disculpas y me dijeron que por aquel entonces no se enteraron de lo que pasaba. Agradecí muchísimo este gesto y por mi parte he hecho algún intento de hablar con la profesora, pero no con rencor ni rabia, sino para darle un abrazo y decirle que se equivocó, sí, pero que ya es pasado".

Para erradicar el acoso, la herramienta más efectiva es la educación. "Hay que trabajar conciencias a edades tempranas, inculcando valores como la empatía, la inteligencia emocional y el respeto para que todos tengamos nuestro espacio, independientemente del tamaño, peso, color del pelo, color de piel o condición sexual", enfatiza.

En este sentido, el método TEI (Tutorial Entre Iguales), puesto en marcha en algunos colegios e institutos, está demostrando su eficacia a la hora de prevenir y atajar conductas de acoso, pero en su opinión, es necesaria además la creación de "un organismo externo y neutro" que realice control y seguimiento en los centros educativos, además de cambiar la Ley del Menor. Y aunque hay profesionales implicados, solicita la implantación de una asignatura de acoso escolar que sea obligatoria en la carrera de Magisterio para formar al profesorado. Porque si no se frena, señala, "la xenofobia, el racismo, la homofobia y todas las fobias -que parten de ahí, advierte-", seguirán campando a sus anchas.

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