Maravilloso partido, de balonmano poliédrico: histeria, pasión, intriga, pizarra, polémica... Al Construcciones Castro le amargó la resolución. Falló un último lanzamiento, pero el empate tampoco le hubiera valido. Hubo sobre la cancha sollozos que hoy todavía podrán rastrearse; riego de dolor y dignidad. Los locales vivieron y murieron de puro corazón.

Lavadores se plegó sobre Navia. Vigo contenía el aliento. En las gradas, muchos rostros conocidos del mundillo, numerosos aficionados, griterío y bombos. El ambiente hirvió desde el inicio y al Construcciones Castro le costó gestionar la excitación. Sergio Carballeira había planteado un 6.0 profundo que cortocircuitase a la primera línea del Cajasur, sin lanzamiento exterior pero muy dinámica; Jesús Escribano buscó aislar a Coque Fontenla, con éxito, e interrumpir la asociación de Abiel Villalobos y Lorasque, lo que logró de manera intermitente. Carballeira ordenaba mixta en superioridad numérica y Escribano jugaba sin portero. Ajedrez en medio de una melé cruenta.

El Castro atacaba con rapidez en estático. El Cajasur manejaba dos marchas, masticando los cruces por zona central si no sorprendía con el saque rápido. Entre medias, discusiones entre jugadores y con los árbitros, el delegado federativo pidiendo amonestación a Carballeira y los decibelios estruendosos. Los locales nunca estuvieron por delante pero dieron la réplica hasta el 7-7. A partir de ahí, diez minutos sin anotar y un parcial de 0-5. Al descanso, 9-13.

El Cajasur tiene una plantilla plagada de exjugadores de Palma y Pozoblanco, con veteranía para sobrevivir a las acometidas del Construcciones Castro tras el descanso. Los vigueses no acabaron de aprovechar las superioridades. Cuando estuvieron a tiro, pérdidas, rechaces desafortunados... El 23-27 lo dejaba todo sentenciado. Pese a saberse muertos, en dos minutos se situaron los vigueses 26-27 y con ese último lanzamiento errado. Se falló el asalto. La semilla se ha plantado.