Antoine Griezmann, delantero del Atlético de Madrid hasta el próximo mes de julio, hasta que ejecute su cláusula de rescisión por unos 125 millones de euros, volvió ayer a los entrenamientos como uno más, apenas trece horas después del anuncio de que se va del club rojiblanco.

Su futuro está fuera, pero su presente, al menos hasta dentro de mes y medio, cuando el precio de su libertad pase de los 200 millones actuales a 125, sigue ligado al equipo entrenado por Diego Simeone, con lo que se ejercita como uno más, y quizá, también como uno más, jugará el próximo sábado contra el Levante en Valencia. Luego quedará otro encuentro, un amistoso el 21 de mayo en Israel.

Su rumbo apunta ya al Barcelona. Es su próximo destino salvo giro inesperado, apenas un año después de rechazarlo para seguir de rojiblanco con aquella 'decisión' televisiva, aunque el '7' aún del Atlético no ha descubierto públicamente cuál será su nuevo equipo, mientras se ejercita todavía con su conjunto de este último lustro.

En Barcelona ya se habla de cifras. Se rebajará el sueldo y pasará de los 24 millones limpios que cobra en la actualidad en el Atlético (solo Messi y Neymar mejoran su sueldo en el mundo del fútbol) a los 17 millones en el club azulgrana. Aunque seguramente la entidad que preside Josep María Bartomeu compensará esa "pérdida" salarial con algún año más de contrato.

Al fondo de la historia aparece también el PSG como un posible destino para Griezmann, que permitiría al club parisino juntarle con Mbappé. El límite salarial complicaría la operación aunque tampoco se puede descartar tal y como están las cosas y teniendo en cuenta que a Griezmann también le gustan las sorpresas de última hora.

En el día después de comunicarle el fin de su aventura en el club a Diego Simeone, su entrenador, también el técnico que le ha dimensionado hasta el nivel imponente de ahora; Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado del Atlético; y Andrea Berta, director deportivo, Griezmann apareció sobre las 10.25 horas en la Ciudad Deportiva de la localidad madrileña de Majadahonda para la sesión.

En los asientos de detrás, tras los cristales tintados, del todoterreno conducido por su íntimo amigo y compañero Diego Godín, llegó el atacante francés entre el interés de unos cinco cámaras de televisión y la indiferencia de la decena de aficionados que aguardaba en la puerta la entrada en coche de todos los jugadores.