En las taquillas de Balaídos llamaba la atención ayer a mediodía la inmensa cola que se formó junto a la ventanilla en la que debían recoger su entrada todas aquellas personas acreditadas en la Federación Española como miembros de otros clubes (muchos de ellos extranjeros), técnicos, ojeadores o agencias de representación. Muchos se perdieron el comienzo de la semifinal que enfrentó al Celta con el Zaragoza por la demora que se produjo a la hora de cumplimentar ese trámite. Cerca de ciento cincuenta personas se han acreditado en la Federación para este torneo.

A las doce de la mañana, con unas cuatrocientas personas en la grada de Balaídos, casi la mitad no tenían más vínculo con el partido que elaborar informes y curiosear en busca de futbolistas jóvenes. Da una idea de lo que se ha convertido el fútbol en categorías inferiores, de su excesivo mercadeo, y del inmenso poder de atracción que para ellos tiene un torneo en el que se reúnen los ocho mejores equipos juveniles de España, convertidos ya en fruta más que apetecible para muchos clubes de élite que tienden sus redes antes de que el producto se dispare tras llegar al fútbol profesional.

La grada era un enorme muestrario de señores tomando notas, haciendo fotos, enviando mensajes sin parar y consultando insistentemente la ficha del partido. Muchos de ellos ilustres. Incluso se pasó por Balaídos Natxo González que hasta hace pocas semanas era entrenador del Deportivo y que lo fue del Zaragoza. Siguió el partido discretamente, muy cerca de Pérez Pallas, árbitro de Segunda División con el que tuvo una breve charla para ponerse al día de sus cosas.