Más de dos décadas de carrera, dieciocho equipos, cinco países, dos continentes. El viaje de Juan Puertas como jugador profesional de fútbol sala concluye. El redondelano se asoma al final y recapitula, "triste y contento" en consecuencia. El pájaro loco, su apodo en cancha, detiene su vuelo y su locura para anidar. El hijo que asoma en el horizonte, a un mes del parto, ya reina.

Puertas cumple en diciembre 40 años. Del Redondela de sus primeros pasos se mudó al Pazos de Borbén en juveniles. Después, un torrente de nombres y categorías: Bar Mateo, Ourense, Mieres, Leis, Lobelle, Torrejón, Talavera, Jaén, Granada, Levante y Canarias, entre Autonómica y Primera División. Ramiro López lo reclamó cuando dirigía al Orte italiano y al Kuwait; Héctor, para los play offs en Vietnam. También jugó en el Nacional de Zagreb.

La lista quedará clausurada con el Noia; un epílogo un tanto amargo. "Ya casi no iba a jugar este año, pero el entrenador era Julio Mougán. En enero echaron a Julio. Tener que ir todos los días a Noia yo solo... Estaba un poco saturado, no me gustaban las formas del nuevo entrenador y cosas de algún compañero. Había muchos lesionados y no quería dejar al equipo tirado. Cuando se recuperaron todos hablé con el presidente. Mi cabeza ya no daba para más", relata. "Nunca había tenido problemas en ningún equipo. En estos dos últimos meses lo pasé mal. Me lo guardo para mí".

A Puertas, en esa retirada meditada, no le han pesado tanto los desgastes como la necesidad de dar un giro a su vida. "Físicamente y de ilusión estaba muy bien. Nunca he tenido lesiones importantes", explica. "Pero ahora hay que pensar en otras cuestiones. Voy a ser padre y todo cambia. Para el año jugaré en algún equipo cerca de casa, para matar el mono y porque el cuerpo me lo pedirá. A nivel profesional se acabó. Ahora solo pienso en mi niño".

Habla sin rencores de jubilado y a la vez sin negar la tristeza: "Intentas que el adiós sea lo más tarde posible. Me encanta el fútbol sala. Me da pena que se acabe", admite. "Pero todo tiene su época. Estoy muy orgulloso. Nunca pensé en jugar donde jugué cuando empezaba. Me he medido a los mejores del mundo, he tenido experiencias increíbles, muchos amigos, viajes, he conocido culturas nuevas? Es lo que te queda. No puedo pedir más al fútbol sala".

Esa devoción por el fútbol sala le exigió sacrificios. Hubo zozobras, dudas. "Tuve momentos buenos y momentos malos. Es duro estar lejos de la familia y los amigos. A veces llegas de entrenar y piensas en coger todo e irte a casa. Pero al día siguiente vuelves a entrenar y sigues adelante, ves que las cosas mejoran; después logras un ascenso o te llega una oferta de una categoría superior". La cuenta le sale positiva: "Nunca imaginé que pudiese jugar tantos años en Primera, en Europa y fuera de Europa. Hice lo que me gustaba. He sido un privilegiado".

En su planteamiento de futuro no contempla divorciarse de ese balón sobre el que ha moldeado su existencia: "Me gustaría seguir vinculado al fútbol sala y enseñar a niños lo que aprendí, ser entrenador pero en la base. Mi ilusión sería tener unas escuelas. Me preparo para eso. No es fácil montarlo tan rápido. La trayectoria está ahí".

El ala redondelano anunció su retirada el lunes a través de las redes sociales. El goteo de mensajes cariñosos ha sido incesante: "No esperaba recibir tantos. Son palabras que me emocionan de entrenadores y compañeros que he ido dejando por ahí. La gente valora que hice bien las cosas".