Cuatro semanas después del partido de ida y medio mes más tarde de lo previsto, River y Boca decidirán hoy (20.30 horas, Vamos) sobre el césped del Santiago Bernabéu -si nada lo impide-, quién es el rey de Sudamérica, quién conquista la Copa Libertadores más polémica y, quizá, también la más popular de la historia.

Un diluvio, un ataque al autobús de Boca, sucesivos aplazamientos y, finalmente, la sorprendente decisión de trasladar la definición del título a Madrid. Cuando hace un mes, el músico Andrés Calamaro aseguró que esta final era "tan importante como el hundimiento del Titanic", pocos imaginaban que se iba a acercar tanto a la realidad.

Porque lo que comenzó como la "final del siglo", por el choque entre los dos grandes buques argentinos, fue derivando a "la final más larga del mundo", parafraseando el cuento de Oswaldo Soriano fue "la Copa Conquistadores", al ser trasladada a Madrid, o "la final de la vergüenza", por la decisión de sacarla del continente.

Nadie ha quedado indiferente ante esta final que prometía emociones fuertes y ha superado todas las expectativas. Desde presidentes de gobierno a artistas, las máximas instancias del fútbol, exjugadores o técnicos, todos airearon su opinión.

Un estruendo que no atenuó, siquiera, el desplazamiento a Madrid, puesto que River siente que le "robaron la localía", al no permitirle jugar en su estadio repleto de sus aficionados, y Boca aún reclama ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo que le den por perdido el partido a su rival, por unos hechos que considera similares a los que le costaron a él la eliminación en 2015.Y, con tanto ruido, pocos recuerdan que la ida deparó un gran espectáculo futbolístico que, tras un magnífico intercambio de golpes, dejó todo por resolver (2-2).

Ahora, Marcelo Gallardo, técnico de River Plate, espera sacar ventaja del exaltado estado anímico de los suyos, que se sienten perjudicados. "Nos dañaron el espíritu, pero eso nos hará más fuertes", dijo. El "Muñeco" recupera respecto a la ida a Leo Ponzio, pero tiene problemas en el ataque, donde no podrá alinear por sanción al colombiano Rafael Santos Borré ni, salvo sorpresa, con Scoco. Su baza será Exequiel Palacios, quien pasa examen en el que puede ser su estadio dentro de poco, y la llegada al área rival de Gonzalo "Pity" Martínez.

Dudas en los equipos

El ataque para Boca no parece un problema. El aplazamiento de la final le ha servido para recuperar a Cristian Pavón, lesionado en la ida, y el técnico Guillermo Barros Schelotto cuenta con suficientes variantes para sorprender al rival. Con el colombiano Wanchope Ábila en estado de gracia (14 goles), Darío Benedetto se ha convertido en el factor sorpresa desde las semifinales (4 goles). El "Mellizo" puede recurrir a Sebastián Villa y Pavón. O tirar de la experiencia de Carlos Tévez y el oportunismo de Benedetto o incluso de Edwin Cardona, que destacó el domingo contra Independiente.

Al "Rojo" precisamente alcanzará Boca con 7 títulos si gana, mientras que para River será el cuarto en caso de victoria.

Pero, en un encuentro declarado de alto riesgo, con 4.000 policías encargados de la seguridad y un estadio Bernabéu repleto -con la reventa en precios desorbitados-, River y Boca, Argentina y, toda Sudamérica, se juegan algo más que un título, en una final con alargue y definición por penales en caso de empate. Está en juego la credibilidad de su fútbol y la posibilidad de cambiar la imagen que quedó dañada camino del Monumental cuando el autocar de Boca Juniors fue apedreado y dio comienzo un culebrón asombroso que ha acabado con el principal torneo del fútbol sudamericano resolviéndose en la capital de España tras la intercesión de la Conmebol, la FIFA, la UEFA, la Federación Española de Fútbol, el Real Madrid, Pedro Sánchez, el Ministerio del Interior, el Ayuntamiento de Madrid. Todos ellos se juegan mucho en función de lo que suceda esta tarde en el Bernabéu.