Cuatro derrotas consecutivas y diez goles encajados en dos partidos son mucho castigo para un Ribadumia que, ayer, fue una sombra de si mismo desde que encajó el empate hasta que, en un ataque de amor propio de los jugadores, consiguió encerrar a un rival muy solvente y con mucha calidad. Los aurinegros nunca se sintieron cómodos sobre el césped de A Senra, y eso lo acabaron pagando.