Nunca un clásico argentino llegó tan lejos y desató una locura semejante. Esta noche (21:00 horas en España) Boca Juniors y River Plate protagonizan el primer episodio de una final de Copa Libertadores. "La final de toda una vida" la han bautizado en Argentina en la búsqueda de la hipérbole que sea capaz de describir la grandiosidad de este duelo. El gran clásico de Buenos Aires transformado en una final continental. El partido que todos los hinchas soñaron con ganar, el que todos temen perder.

Desde que en 2005 la Conmebol abrió la puerta a las finales entre equipos de un mismo país (antes estaban obligados a cruzarse en semifinales) solo dos veces se ha producido el duelo entre vecinos a estas alturas. Ocurrió en 2006 y 2007 y en ambos casos con clubes brasileños como protagonistas. Alguien seguro que pensó "verás el día que coincidan Boca y River". Un sueño húmedo para cualquier devoto del fútbol. Pues ese día ha llegado. Después de superar en semifinales a Palmeiras y Gremio, los protagonistas de la gran rivalidad del fútbol argentino han llegado a este apasionante punto de una relación que se remonta más de cien años atrás. Boca Juniors persigue su séptimo título de la Libertadores (igualaría a Independiente en lo alto del palmarés); River Plate, el cuarto.

No habrá aficionados visitantes en las gradas. En un intento por preservar la seguridad, los responsables del torneo tomaron la decisión para evitar posibles encontronazos en el entorno del estadio. Esa medida ya se tomó en las semifinales de este mismo torneo que ambos protagonizaron en 2004 y que acabó como el rosario de la aurora dentro del campo después de que Tévez celebrase un gol imitando los movimientos de una gallina, el apelativo despectivo con el que llaman a los aficionados de River Plate. El propio presidente de la república, Mauricio Macri, intentó que se levantase esa prohibición sin ninguna suerte. No fue el único que ha tenido mala fortuna con sus peticiones. La comunidad judía argentina también solicitó que no se disputasen los partidos en sábado, el día sagrado de la semana para ellos. El país y el mundo entero libera sus agendas, anula compromisos y reorganiza su vida en función de un duelo cuyo alcance es imposible de predecir. Si cuando se ven en pretemporada, en simples amistosos, ya se encienden los ánimos cuesta imaginar lo que sucederá a partir de hoy.

En Argentina no se habla de otra cosa. Ningún asunto de actualidad puede rivalizar con este enfrentamiento que se ha disputado 246 veces en duelos oficiales a lo largo de la historia (24 de ellos en la Copa Libertadores con 10 triunfos para los xeneizes, 7 empates y 7 victorias de River Plate).

Tirar un pronóstico resulta casi ridículo. La historia apunta a Boca porque siempre parece desenvolverse mejor en este tipo de duelos, pero eso poco importará cuando esta noche salten a una Bombonera que "si resiste este partido, aguantará cualquier cosa" como esta semana repetía un aficionado a un reportero de televisión. Los del Guille (Barros Schelotto), que dirige a Boca en compañía de su hermano Gustavo, parecen tener algo más de pegada en los últimos metros. Pero River, el equipo del "Muñeco" Gallardo, sabe competir y el técnico se ha ganado una merecida fama de notable estratega en esta clase de duelos. De hecho, se impuso a Boca en los dos últimos cruces que protagonizaron ambos en torneos internacionales (Copa Sudamericana y en la primera ronda de la Libertadores de hace tres años).

Curiosamente Gallardo se perderá el duelo porque está sancionado y eso le impedirá estar en el estadio (cuesta creerlo) para dar instrucciones antes y durante el partido. Una pequeña ausencia de un partido que colapsará Buenos Aires, Argentina y casi todo el planeta. La primera entrega de un acontecimiento que se resolverá dentro de dos semanas en el Monumental.