Coia fue ayer un hervidero de corredores solidarios, unas 5.000 personas unidas por un mismo objetivo: la lucha contra el cáncer. Equipados con unas llamativas camisetas rosas eran muchos los que calentaban antes de la salida de las 10.00, con un recorrido de 10 kilómetros, y de las 10.45, con un trazado de cinco kilómetros.

Entre los participantes podían verse familias enteras, grupos de amigas, padres con sillas de bebé, parejas, perros con sus dueños o miembros de Discamino, una asociación que nació para facilitar a las personas discapacitadas una experiencia completa en el Camino de Santiago como un peregrino más. Cada uno de estos corredores (la mayoría son amateurs o aficionados al running, sobre todo en la ruta más corta), tienen a sus espaldas una razón por la que participar. Muchos contaron que lo hacían por contribuir al apoyo económico para la investigación del cáncer, otros porque intentan acudir a todos los eventos solidarios y algunos simplemente por pasar un día de deporte al aire libre y en familia. Pero entre ellos, se encontraban unos valientes, adjetivo que les define a la perfección, ya que parte de ellos son padres que perdieron a sus hijos tras una larga lucha contra la enfermedad, personas a las que recientemente se les detectó un tumor e iban a comenzar un largo y duro tratamiento o campeones que lograron sobreponerse a las adversidades y con fuerza y suerte superaron este trance que puso en riesgo su vida.

Manos entrelazadas, miradas emocionadas y fotos en recuerdo de los que ya no están formaban una bonita imagen en la salida, donde cada paso fue solidario.